«Trishna: la causa de la reencarnación»: Arthur E. Powell.


«Trishna: la causa de la reencarnación»: Arthur E. Powell.




La reencarnación podría definirse como la creencia de que la mente y el alma se encarnan sucesivamente en distintos cuerpos materiales después de cada muerte. En cualquier caso, la idea de la reencarnación sostiene la perdurabilidad del alma y la mente y la fatuidad de lo material. Sin embargo, para que el alma y la mente se paseen alegremente por el plano físico necesitan un vehículo adecuado para ese medio.

Las causas de la reencarnación, el Karma, se repiten casi inalterablemente en todas las doctrinas que profesan su fe. El alma se reencarna —sostienen— para atravesar distintas vidas hasta alcanzar un estado de liberación que prescinde de las experiencias físicas. Sin embargo, los mecanismos de la reencarnación son un tanto más complejos.

A propósito de las causas y mecanismos del karma y la reencarnación citamos un interesante artículo del libro de teosofía: El Cuerpo Causal y el Ego (Causal Body and the Ego), del investigador Arthur E. Powell, titulado: Trishna: la causa de la reencarnación (Trishna: The Cause Of Reincarnation).





Trishna: la causa de la reencarnación.
Trishna: The Cause Of Reincarnation, Arthur E. Powell.

En este capítulo iniciaremos el estudio del ego en relación con sus personalidades: esto significa en realidad el aspecto vida de la reencarnación. La primera parte de nuestro tema será consagrado a Trishna, esa "sed" que es la razón principal que incita al ego a buscar la reencarnación.

La razón primaria y esencial de la reencarnación es la Voluntad Cósmica que se hace sentir en el ego, apareciendo en él como un deseo de manifestarse. En obediencia a esto, el ego repite la acción del Logos y se proyecta en los planos inferiores.

En sánscrito este deseo se conoce más específicamente como Trishna, o sed, en pali, como Tanha. Es la sed ciega de vida manifestada, el deseo de encontrar alguna región en que el ego pueda (1) expresarse y (2) recibir aquellas impresiones e impactos desde afuera, los únicos que le permitirán estar consciente de vivir, de sentirse vivo. Esto no es el deseo de vivir en el sentido corriente de la palabra, sino más bien el de una manifestación más completa, un deseo de sentirse vivificado y activo en mayor grado, un ansia de esa conciencia plena que comprende el poder de responder a todas las vibraciones posibles procedentes de los medios ambientes en cada plano y en tal forma que el ego pueda alcanzar la perfección de simpatía.

Como veremos con mayor claridad más adelante, el ego en su propio plano está lejos de ser del todo consciente, pero la conciencia que tiene, le da una sensación de mucho agrado y despierta en él una especie de hambre de una realización más amplia de la vida. Es esta hambre del ego, en realidad, lo que está por detrás del gran clamor mundial en demanda de una vida más abundante. No es la presión exterior la que le obliga al hombre a volver a la encarnación: encarna porque quiere venir al mundo. Si el ego no quisiera retornar, no lo haría; pero en tanto persista deseo de alguna cosa que el mundo puede proporcionarle, deseará regresar. De modo que no está forzado contra su propia voluntad a volver a este mundo de penas, sino que es su propia e intensa hambre lo que lo atrae de vuelta.

Podríamos tomar una analogía del cuerpo físico. Cuando se ha ingerido alimento y éste ha sido completamente absorbido, el cuerpo pide más, tiene hambre. Nadie le obliga al hombre a comer; consigue alimento y lo consume porque lo necesita. De igual modo, mientras el hombre sea imperfecto, mientras no haya asimilado todo lo que este mundo le puede ofrecer y lo haya utilizado completamente, de tal manera que no ansíe más nada de este mundo, volverá a encarnar.

Se puede concebir a Trishna como uno de los muchos modos en que se manifiesta la ley universal de periodicidad. En la Filosofía Esotérica, se reconoce esta ley como abarcando la emanación y la reabsorción del universo, el Día y la Noche de Brahma, la expiración y la inspiración del Gran Aliento. De ahí que los hindúes hayan representado al Dios del Deseo como el impulso hacia la manifestación. "Kama. . . es en el Rig Veda la personificación del sentimiento que conduce e impulsa a crear. Fue el Primer Movimiento que impulsó al UNO a crear, después de su manifestación desde el Principio Abstracto puro. Primeramente surgió en Él el deseo, que fue el germen Primordial de la Mente; y que los Sabios, al investigar con su inteligencia han descubierto ser el lazo que relaciona a la Entidad con la No-Entidad." (La Doctrina Secreta, II, 206).

Cuando la Inteligencia espiritual entra en contacto con esta sed de sensación, su primer acto es de intensificarla. Como dice la Estancia: "De su propia esencia llenaron (es decir, intensificaron) el Kama". (ídem, 212). Así Kama para el individuo como para el Cosmos llega a ser la primera causa de la reencarnación, y a medida que el Deseo se diferencia en deseos, éstos encadenan al Pensador a la tierra y le traen de vuelta repetidas veces al nacimiento. Las escrituras hindúes y budistas están, naturalmente, repletas de esta afirmación de una verdad.

Existirá Trishna en tanto no se alcance la realización de Brahman. Cuando el hombre haya asimilado todo lo adquirido, incorporándolo en sí mismo, entonces Trishna surgirá y lo hará salir para que vaya a adquirir nuevas experiencias. Al principio, es sed de experiencias externas, y es en este sentido que se emplea Trishna generalmente. Sin embargo hay una sed aún más aguda, expresada bien en la frase: "Sedienta está mi alma de Dios, del Dios vivo. Esta es la sed que siente la parte de encontrar la totalidad a que pertenece. Si pensamos en la parte que procede del total pero sin perder jamás el vínculo con éste, entonces veremos que existirá siempre una fuerza de retracción tratando de hacer retornar a dicha parte. El Espíritu, que es divino, no puede encontrar satisfacción permanente fuera de la divinidad; y es este descontento, este deseo de buscar, lo que constituye la raíz de Trishna, que saca al hombre de devachán, o, en realidad, de una condición cualquiera hasta alcanzar el término de la búsqueda.

Es muy posible para el hombre llegar a una especie inferior de Moksha — una temporaria liberación del renacimiento. Así en la India ciertos yogis menos desarrollados matan deliberadamente todos los deseos que pertenecen a este mundo determinado. Al darse cuenta de que el mundo es transitorio, de que apenas vale la pena preocuparse mucho de permanecer en él, especialmente si se ha sufrido mucho o se ha desilusionado, el hombre llega a esa forma de vairagya (desligamiento) que se denomina técnicamente "vairagya de tierra candente"; y si bien esto no conduce a la liberación completa, da por resultado una liberación parcial.

Como afirma uno de los Upanishads, el hombre nace en el mundo al que le conducen los deseos. De ahí que, habiendo matado todo deseo de algo en este mundo, desaparece del mismo y no renace más en él. Entonces pasa a un loka (mundo) que no es permanente, pero en el que podrá permanecer durante largas épocas. Existen muchos mundos de tal naturaleza, relacionados a menudo con la adoración de una forma Divina particular, con tipos especiales de meditación, etc., y el hombre puede pasar a uno de éstos y quedar allí por tiempo indeterminado. En el caso de los que se han entregado mayormente a la meditación, su deseo está dirigido por completo hacia los objetos de la meditación; por consiguiente permanecen en el mundo mental, donde sus propios deseos les han conducido.

Si bien tales personas se han libertado de las penas de este mundo, volverán finalmente a un mundo, a éste si aún existe, sino a otro parecido a éste en el que podrán continuar su evolución desde el punto en que fue suspendido. De ahí que solo postergan las dificultades, y por consiguiente no parece valer la pena adoptar el plan descripto. Es debido a la posibilidad de "matar" el deseo que los instructores ocultistas prescriben en su reemplazo la transmutación del deseo. Lo que se mata resucitará de nuevo: lo que se transmute está cambiado para siempre. Una persona en estado muy imperfecto de evolución, que mata el deseo, destruye al mismo tiempo toda posibilidad de evolución superior, puesto que no tiene nada para transmutar. El deseo está muerto para la vida actual, lo que significa que toda la vida superior de las emociones y mental está muerta durante dicho período.

El falso vairagya es una repulsión de lo inferior, producida por desilusión, penas, cansancio de cualquier naturaleza: la verdadera indiferencia hacia las cosas inferiores resulta del deseo de la vida superior, y produce un resultado completamente distinto. En "La Voz del Silencio" se dice que el alma requiere "puntos que le atraen hacia arriba"; al matar el deseo el hombre se libera sólo temporalmente del gusto de la vida; el gusto existe todavía en estado latente, y a su debido tiempo renacerá. Si un individuo que ha matado el deseo en la forma señalada es una persona muy corriente, sin cualidades especiales de intelecto o morales, quedará, como ya se explicó, apartado de este mundo, en condición tal que se encuentra feliz pero en la que no es de ninguna utilidad especial, ni para sí mismo ni para ningún otro ser.

Si, por el contrario, es un hombre que ha progresado considerablemente en el Sendero, puede haber alcanzado una etapa de meditación en la que sus poderes mentales son de gran valor. Puede, aunque sea inconscientemente, influenciar al mundo y así ayudar en esa gran corriente de energía mental y espiritual de que se sirven los Maestros para Su obra en el mundo. Este es el repositorio llenado con energía espiritual por los Nirmanakayas.

Un individuo de esta naturaleza, pleno de espíritu de servicio, pasaría a un mundo en el que podría trabajar en ese sentido especial. Sería un mundo más o menos al nivel del cuerpo causal. Allí podría vivir durante evos, literalmente, proyectando una corriente de pensamiento concentrado para ayudar a los demás, y ayudando así en el abastecimiento de esta reserva de poder espiritual.

En este capítulo nos ocuparemos de la parte que juegan los átomos permanentes en la reencarnación, como también de ciertos otros detalles del mecanismo del renacimiento. Como ya hemos explicado en esta serie de obras, después de la muerte del cuerpo físico, el ego se retira regularmente de un plano tras otro, hasta que por fin está revestido únicamente en el vehículo causal. En la muerte física, la tela de vida, juntamente con el prana, se retiran al corazón, rodeando el átomo permanente físico. Este asciende entonces por el Sushumna-nadi —un canal que atraviesa el corazón hasta el tercer ventrículo— y penetra en la cabeza, llegando hasta el tercer ventrículo del cerebro. Entonces la tela entera envolviendo el átomo permanente, asciende lentamente al punto de unión de las suturas parietal y occipital, y abandona el cuerpo físico — que ahora ha dejado de existir.

A medida que el ego desocupa cada uno de sus cuerpos, los átomos permanentes de dichos cuerpos pasan a una condición estática y son retenidos en el cuerpo causal en estado latente. Mientras el hombre se encuentra únicamente en el cuerpo causal, tiene, dentro de dicho cuerpo, el átomo permanente físico, el astral y la molécula permanente mental o unidad, como se denomina ésta comúnmente. Estos tres átomos, envueltos en la tela de vida búdica, tienen el aspecto de una partícula brillante, como un núcleo, en el cuerpo causal. Son, naturalmente, todo lo que le queda al ego de los cuerpos físicos, astral y mental, de su última encarnación.

Mientras el hombre está en posesión de todos sus vehículos, los átomos permanentes están representados con rayos proyectados por éstos, indicando que están en funcionamiento activo. A medida que muere cada cuerpo y queda atrás, el átomo permanente involucrado entra en estado latente, como lo muestra el círculo sin rayos, y se retira dentro del cuerpo causal. A medida que los átomos permanentes "se duermen" en esta forma, disminuye la corriente normal de vida en las espirillas, y durante todo el período de reposo la corriente es pequeña y lenta. El diagrama muestra el cuerpo causal, en el plano causal, con las tres partículas permanentes dentro del cuerpo, todos en estado latente.

Es necesario que el estudiante se de cuenta de que es necesario para la evolución que sean trasladados estos átomos permanentes, por cuanto el hombre desarrollado ha de dominar todos los planos o mundos, y los átomos permanentes forman el único canal directo, por más imperfecto que sea, entre la tríada espiritual o ego y las formas con las que está conectado. Si fuera concebible que pudiera desarrollarse sin los átomos permanentes, sería posible que llegaría a ser un glorioso arcángel en los planos inferiores, por haberse despojado del poder de sentir y de pensar. Sin embargo no debemos desprendernos de los átomos permanentes: nuestra obra consiste en purificar y desarrollarlos.

Podemos observar aquí que los átomos permanentes están mucho más evolucionados que los demás átomos, encontrándose en el mismo estado de desarrollo completo que los de la séptima ronda en los individuos que están a punto de alcanzar el grado de Adepto. Por consiguiente, estos átomos han logrado el desarrollo más elevado posible y come hemos visto, están cargados con todas las cualidades que han traído de encarnaciones anteriores.

Cuando una persona alcanza el nivel de un Buddha, es absolutamente imposible para él encontrar átomos que le sean de utilidad, exceptuando los que ya han servido de átomos permanentes a seres humanos. Todos los átomos de todos aquellos que, en conexión con éste mundo, y probablemente también con esta cadena de mundos, que alcanzaron el estado de Arhat y se desprendieron de éstos, han sido reunidos y utilizados en los vehículos del Señor Gautama Buddha. Como no había suficiente de éstos para completar el vehículo se utilizaron también algunos de los mejores átomos comunes disponibles, y éstos fueron galvanizados en actividad por los otros. Estos átomos comunes se reemplazan por átomos permanentes obtenidos de todo nuevo Adepto al tomar él la vestidura Sambhogakaya o Dharmakaya. Esta serie de cuerpos es única, y no existe material para formar otra. Fueron usados estos por Gautama Buddha y luego guardados.

Estos mismos cuerpos causal, mental y astral del Buddha fueron utilizados por el Cristo juntamente con el cuerpo físico de Jesús, y también por Shankaracharya. Ahora el Señor Maitreya los está usando. Para volver de esta digresión sobre los átomos permanentes, al momento en que la vida en los subplanos mentales superiores llega a su término, observamos que Trishna, es decir el deseo de más experiencias, se afirma nuevamente y el ego dirige la atención hacia el exterior, atravesando el umbral de devachan a lo que se ha denominado el plano de la reencarnación, trayendo consigo los resultados, grandes o pequeños, de su obra de devachan.

Con la atención vuelta hacia el exterior, como ya hemos dicho, el ego envía un estremecimiento de vida que activa la unidad mental. La corriente en las espirillas de esta unidad y a su vez en los demás átomos permanentes, que durante el período de reposo ha sido pequeña y lenta, aumenta ahora y la unidad mental, así estimulada, empieza a vibrar con fuerza. Esto está representado en el diagrama, al lado derecho, por una reaparición de los rayos alrededor de la unidad mental. La tela de vida entonces comienza a desplegarse de nuevo, y la vibrante unidad mental, actuando como magneto, atrae a sí materia mental, con poderes vibratorios semejantes a los propios o que concuerdan con ellos.

Los devas del Segundo Reino Elemental poseen este material dentro del alcance de la unidad mental, y en las primeras etapas de la evolución, también moldean la materia en una nube amorfa alrededor de la unidad permanente: pero, a medida que procede la evolución, el ego mismo ejerce persistente y acrecentada influencia sobre la forma del material. Esta nube de materia —que por cierto no es un vehículo propiamente dicho— está indicada en el diagrama con un contorno de puntos. Cuando el cuerpo mental está formado en parte, el estremecimiento de la vida del ego vitaliza el átomo permanente, y se efectúa un proceso análogo al anterior, una nube de materia astral es atraída alrededor del átomo astral permanente.

Vemos pues, que en su descenso a la encarnación, el ego no recibe cuerpos mentales y astrales ya construidos; sino material del cual se construirán dichos cuerpos durante el curso de la vida subsiguiente. Además, la materia recibida es capaz de proveerle de cuerpos mentales y astrales de exactamente el mismo tipo que los que poseyó al término de sus últimas vidas mental y astral respectivamente. El método por cuyo medio el ego obtiene un nuevo cuerpo etérico, dentro del cual se construye el nuevo cuerpo físico como en un molde, ha sido ampliamente descripto en "El Doble Etérico" págs. 87-88 y por eso no hay necesidad de repetirlo aquí. Podemos añadir, sin embargo, que durante la vida humana prenatal, se forma la prolongación del Sutratma, consistiendo de un hilo único, que luego forma una red, una tela reluciente de inconcebible delicadeza y hermosura, con mallas minúsculas, que recuerdan el capullo del gusano de seda.

Dentro de las mallas de esta tela se insertan una al lado de otra las partículas más groseras de los cuerpos. De manera que, si se contemplaran éstas con visión búdica, desaparecerían y en su lugar se percibiría esta tela de vida, como se la llama, que sostiene y vivifica todos los cuerpos. Durante la vida prenatal, el hilo se extiende fuera del átomo permanente físico ramificándose en todas direcciones, continuando su crecimiento hasta que el cuerpo físico alcanza su madurez. Durante la vida física el prana o vitalidad fluye por las ramificaciones y las mallas. Parece que es generalmente la presencia del átomo permanente la que determina la fertilización del óvulo, del cual nace el nuevo cuerpo. No obstante, cuando un niño nace muerto, generalmente falta el ego (se supone, por consiguiente, que no ha habido átomo permanente) y por tanto tampoco ningún elemento etérico.

Aunque hay legiones de egos buscando encarnación, muchos de éstos están en estado tan primitivo, que casi cualquier medio ambiente ordinario les seria igualmente adecuado. Sin embargo, sucede a veces que en un momento dado, no hay ningún ego que pueda aprovechar una oportunidad especial: en este caso, aunque el cuerpo esté formado hasta cierto punto por el pensamiento de la madre, no obstante como no hay ningún ego, este cuerpo en realidad nunca está vivo. El ego corriente, naturalmente, no está en ningún sentido en situación -como para elegirse el cuerpo. El lugar de nacimiento está determinado generalmente por la combinada acción de tres fuerzas: éstas son: (1) la ley de evolución, que hace que un ego nazca bajo condiciones que le darán oportunidades de desarrollar precisamente esas cualidades de las cuales tiene mayor necesidad; (2) la ley de Karma, el ego quizá no ha merecido la mejor oportunidad posible, y por consiguiente tiene que arreglarse con uno de segunda categoría. Puede hasta no haber merecido en absoluto ninguna oportunidad mayor, de manera que una vida tumultuosa de poco progreso seria su destino.

Insistiremos un poco más adelante sobre este tema del Karma de un ego: (3) la fuerza de los vehículos personales cualesquiera de amor y de odio, que el ego haya formado anteriormente. Es posible que un hombre sea elevado a veces a una posición que no se puede decir que ha merecido a no ser por razón de un fuerte amor personal para alguna persona más adelantada en la evolución que él. Un hombre más avanzado que ya está en el Sendero, puede ejercer selección hasta cierto punto en cuanto se refiere al país y a la familia de su futuro nacimiento; pero tal individuo sería el primero en poner de lado todo deseo personal en el asunto para entregarse de lleno a las manos de la ley eterna, confiando en que lo que le trae ésta ha de ser mucho mejor para él que cualquier selección propia.

Los padres no pueden elegir el ego que habilitará el cuerpo al que dan nacimiento, pero si viven de tal manera que ofrecen una oportunidad excepcionalmente buena para el progreso de ese ego avanzado, pueden producir condiciones que hacen extremadamente probable que un ego de esta naturaleza venga a ocupar dicho cuerpo. Hemos visto que a medida que el ego desciende a una nueva encarnación, tiene que cargarse con su pasado, gran parte del cual ha sido almacenado como tendencias vibratorias en sus átomos permanentes. Estos gérmenes o simientes son conocidos a los budistas bajo el nombre de Skandhas, palabra conveniente para la cual no existe todavía término equivalente en nuestro idioma. Estas simientes consisten de cualidades materiales, sensaciones, ideas abstractas, tendencias y poderes mentales, el aroma puro de todos estos ha sido incorporado en el cuerpo causal, y el resto almacenado, como ya se ha dicho, en los átomos permanentes y en la unidad mental.

H. P. Blavatsky en su lenguaje vivido, vigoroso e inimitable, da la siguiente descripción del ego que viene a la reencarnación, al encontrarse con sus skandhas: "Espera Karma en la entrada con su tropel de skandhas a que el Ego salga para asumir nueva encarnación. En este momento el destino futuro del ya descansado Ego oscila en las balanzas de la Ley Kármica. En este renacimiento elegido y dispuesto para él por la LEY misteriosa e inexorable, pero de infalibles equidad y sabiduría, tienen su castigo las culpas cometidas en la vida anterior del Ego; pero no en un infierno imaginario de llamas teatrales, y ridículos demonios con cola y cuernos, sino en la misma tierra, plano y región donde las cometiera y en donde ha do expiarlos. Cosechará lo que haya sembrado. En su derredor reunirá Karma a todos aquellos Egos que por su culpa hubiesen sufrido, ya directa, ya indirecta y aún inconscientemente. Serán arrojados por Némesis en el camino del nuevo hombre, que oculta al viejo, al eterno Ego. . . La nueva "personalidad" es un traje nuevo, de forma, color y cualidades características; pero el hombre verdadero que la lleva es el mismo criminal de antes.”

De esto resulta que la ley de Karma sea la que guía indefectiblemente al hombre hacia la raza y la nación en que se encuentran las características generales que producirán un cuerpo, y proveerán un ambiente social adecuado a la manifestación del carácter general construido por el ego en vidas previas, para la recolección de la cosecha que ha sembrado. De esta manera traza Karma la línea que constituye el sendero del ego hacia la nueva encarnación, siendo dicho Karma el conjunto de causas puestas en actividad por el ego mismo. Sin embargo, al considerar este juego de fuerzas cósmicas, hay un factor al que se ha de dar debida importancia: a saber: la pronta aceptación por el ego, en su clara visión, de condiciones para su personalidad, muy lejanas de las que la personalidad podría desear para sí misma. La educación que da la experiencia no es siempre agradable, y para el limitado conocimiento de la personalidad, ha de haber mucho de la experiencia terrenal que parece innecesariamente dolorosa, injusta e inútil. Pero el ego, antes de sumergirse en el "olvido del cuerpo", ve las causas que resultan en las condiciones de la encarnación, en la que está por entrar nuevamente, y las oportunidades que ofrecerá ésta para el progreso; por tanto es fácil comprender cuan livianamente pesarán en la balanza todos los dolores y las penas, cuan triviales parecerán a esa visión amplia las alegrías y los pesares de la tierra.

Pues qué es cada vida sino un paso en el "Perpetuo progreso de cada alma divina o Ego que se encarna en la evolución de lo externo a lo interno, de lo material a lo espiritual que al fin de cada etapa alcanza la unidad con el principio divino. Ir desde una fuerza a otra fuerza; desde la belleza y perfección de un plano a la superior belleza y perfección de otro plano, con nueva gloria y mayor conocimiento y poder en cada ciclo, es el destino del Ego."

Y como lo ha expresado tan gráficamente la Dra. Besant, con semejante destino, ¿qué importa el sufrimiento pasajero de un momento, ni aun la angustia de una vida ensombrecida? Continuando nuestro breve examen de la cuestión del Karma de un ego es posible ver la gran masa de Karma acumulado —conocido bajo el nombre de sanchita o Karma acumulado— cerniéndose por encima del ego. Por lo general no es espectáculo agradable, puesto que por la naturaleza de las cosas, contiene más mal que bien. La razón de esto es la siguiente: En la primera etapa de su desarrollo, la mayoría de los hombres, debido a la ignorancia, han cometido muchos actos que no debieran haber hecho, y por consiguiente han acumulado para sí mismos, como resultado físico, mucho sufrimiento en el plano físico. El hombre civilizado corriente pone mayor empeño en hacer el bien que el mal, y por lo tanto, hablando en general, es probable que tenga más Karma bueno que malo. Pero de ninguna manera va todo el buen Karma a la masa acumulada, y así recibimos la impresión de una preponderancia del mal sobre el bien en dicha masa. Esto requiere por otra parte cierta explicación. El resultado natural de los buenos pensamientos, o de las buenas acciones, es de mejorar al hombre mismo, como también la calidad de sus vehículos, de hacer florecer en él las cualidades de valentía, afecto, devoción, etc. Estos efectos se demuestran en el hombre y en sus vehículos, pero no en la masa de Karma acumulada que le aguarda.

No obstante, si dicho hombre ejecuta una buena acción, pensando en la recompensa que le puede traer, entonces el Karma bueno resultante de esa acción le llegará y será almacenado con el resto de lo acumulado, hasta el momento en que podrá ser presentado y materializado activamente. Karma bueno de esta naturaleza, por supuesto, liga al hombre a la tierra tan efectivamente como Karma malo: por consiguiente, el hombre que tiene como meta el verdadero progreso, aprende a actuar sin idea alguna de sí mismo o del resultado de su acción. Esto no quiere decir que puede evitar dicho resultado, sean sus acciones buenas o malas; sino que es posible cambiar el carácter del resultado. Si se olvida de sí mismo por completo, y actúa sólo por bondad de corazón, entonces toda la fuerza del resultado se expande en la formación de su propio carácter y no queda nada para ligarlo a los planos inferiores. La verdad es que en cada caso el hombre recibe lo que necesita; en las palabras del Cristo: "En verdad os digo: Ya tienen su galardón."

A veces un ego puede elegir si tomará cierto Karma en la vida actual, bien que a menudo la conciencia cerebral puede no saber nada de esta decisión: las circunstancias muy adversas de las que se queja el hombre pueden ser exactamente lo que él haya elegido deliberadamente para sí, con la finalidad de progresar en su evolución. El alumno de un Maestro puede muchas veces dominar su Karma y modificarlo en gran parte, al poner en movimiento nuevas fuerzas en varias direcciones, las que, naturalmente, alteran la expresión de las anteriores. Todos tenemos detrás nuestro, Karma más o menos malo, y hasta no librarnos de ello, será un continuo estorbo en nuestro trabajo más elevado. Por esta razón uno de los primeros pasos hacia un progreso real consiste en librarnos de lo que nos queda todavía de este mal. Por tanto los Agentes del Karma nos brindan la oportunidad de saldar más de esta deuda de manera que el camino quede libre para nuestro trabajo futuro: esto, con frecuencia puede involucrar un aumento de sufrimiento en varios sentidos.

La parte de Karma seleccionado para ser descargado en una vida determinada se conoce como Karma "maduro o prarabhda". Teniendo esto en cuenta se construyen los cuerpos mental, astral y físico "para cierta extensión de vida. Esta es una de las razones porque el suicidio sea error tan lamentable: Constituye una negativa directa de cumplir el Karma seleccionado para dicha encarnación y solo posterga el mal, al mismo tiempo que genera nuevo Karma de naturaleza desagradable. Otra razón contra el suicidio es que cada encarnación cuesta un trabajo considerable de preparación al ego, como también el período cansador de primera infancia durante el cual gradualmente y con mucho esfuerzo consigue algún control sobre sus nuevos vehículos. Es evidente entonces, que es además su deber y para el propio interés extraer todo el provecho posible de sus vehículos y conservarlos con el mayor cuidado posible. Por cierto que no debiera de ninguna manera entregarlos hasta que la Gran Ley le obliga a hacerlo, salvo en el caso de que lo exija algún deber más elevado impuesto de afuera, tal como el del soldado para con la patria.

La selección de Karma "maduro" para determinada encarnación es, por supuesto, un proceso altamente complicado: por ejemplo, tiene que ser lo suficientemente apto para desarrollarse en una época dada del mundo, en familia de un ambiente especial de personas y de circunstancias. Como la voluntad del hombre es libre, puede suceder que el Karma seleccionado para el, en determinada vida, se agote más pronto de lo que los Administradores de Karma habían anticipado, si se puede expresarse así. En tal caso, Ellos le dan más, lo que explica la aseveración que de otra manera sería inquietante, de que "A quién ama el Señor, le castiga". El karma prarabdha o maduro de un individuo se divide en dos partes. La que habrá de expresarse en el cuerpo físico está formada por los Deva-rajas. en el elemental que construye el cuerpo, según descrito en "El Doble Etérico", Cap. XV. La otra parte, considerablemente mayor, indicará su destino por toda la vida; la suerte buena o mala que le corresponderá, constituye otra forma mental que no desciende. Se cierne sobre el embrión, permaneciendo en el plano mental. Desde allí le cobija al hombre, se busca oportunidades para descargarse en seccionas, lanzando de sí un destello como relámpago para derribar, o un dedo para tocar, a veces muy bajo en el plano físico; otras veces es una especie de extensión que alcanza únicamente el plano astral, y a menudo lo que podríamos llamar un rayo horizontal o dedo en el plano mental.

Esta forma mental sigue descargándose hasta vaciarse del todo, y luego vuelve a la materia del plano. El hombre, naturalmente, puede modificar la acción de ésta por medio del nuevo Karma que está fabricando constantemente. El hombre corriente por lo general tiene apenas la voluntad suficiente como para crear nuevas causas fuertes, y así el elemental se vacía de todo contenido, según lo que se puede describir como su programa original, aprovechando los períodos astrológicos convenientes a las circunstancias que le rodean, y que hacen su trabajo más fácil o más efectivo. Y de esta manera el horóscopo del hombre puede desarrollarse con considerable exactitud. Más si el hombre está lo bastante desarrollado como para poseer una voluntad fuerte es probable que la acción del elemental se modificará mucho, y la vida no seguirá en absoluto las líneas marcadas por el horóscopo. A veces las modificaciones introducidas son tales que el elemental no puede descargarse completamente antes de la muerte del hombre. En este caso, lo que resta del Karma es absorbido nuevamente en la gran masa de Karma sanchita o acumulado, y de esto se forma otro elemental más o menos parecido, listo para la próxima vida física.

La hora y el lugar del nacimiento físico lo determina el "temperamento", a veces denominado "color" o "nota clave" de la persona, esto a su vez es determinado hasta cierto punto por el átomo permanente. El cuerpo físico tendrá que nacer en el mundo en el momento en que las influencias planetarias sean adecuadas para el "temperamento": puesto que nace "bajo" su "Estrella" astrológica. Está demás añadir que no es la Estrella o astro que impone el temperamento, sino éste que fija la época del nacimiento bajo dicho astro. De aquí surgen las correspondencias entre los astros y los caracteres, y la utilidad, para propósitos educativos, de un horóscopo bien trazado como guía del temperamento personal de un niño. Parece probable que en la mayoría de los casos, la hora exacta y forma de muerte de un individuo no sean determinadas con anterioridad o en el momento de su nacimiento. Los astrólogos con frecuencia afirman que no pueden predecir la muerte de una persona, aunque pueden calcular que en ciertas épocas las influencias maléficas estarán muy fuertes, de manera que el hombre puede dejar de existir en una de esas épocas: sin embargo, si no fallece, entonces su vida continuará hasta que llegue otra ocasión determinada en que los aspectos maléficos lo amenacen de nuevo, y así sucesivamente.

Es probable que estas incertidumbres representen puntos no definidos que se dejan abiertos para una decisión posterior, dependiente en gran parte de las modificaciones introducidas por la acción del individuo durante su vida y por el uso que hace de sus oportunidades. En todo caso, debiéramos evitar el error de dar importancia exagerada a la hora y a la forma de la muerte. Podemos estar seguros de que Aquellos a quienes incumben tales asuntos poseen una apreciación mucho más exacta de los valores relativos, y consideran el progreso del ego involucrado como la única cosa de mayor importancia. Mientras nos ocupamos del tema de la muerte, se puede mencionar que la objeción básica en contra del asesinato es que interfiere con el curso de la evolución. Al matar a un hombre se le quita la oportunidad de evolucionar, que en caso contrario, hubiera tenido éste al ocupar dicho cuerpo. Naturalmente esa persona tendrá otra oportunidad más tarde en otro cuerpo, pero ha sido demorado, y ha dado mayor molestia a los agentes de Karma para encontrar otro lugar para su evolución.

Es evidente que es mucho más serio matar a un hombre que a un animal, puesto que el hombre tiene que desarrollar una personalidad completamente nueva, mientras que el animal vuelve al alma grupal, de donde otra encarnación es un asunto relativamente fácil, pero aun esta cantidad inferior de Karma ha de ser generada en forma inconsciente o inútilmente. Para un ego avanzado, todas las primeras etapas de la infancia son excesivamente cansadoras. A veces una persona realmente avanzada evita todo esto pidiendo a otra prestado un cuerpo adulto, sacrificio que cualquiera de sus discípulos estaría siempre muy dispuesto a hacer.

Este método, no obstante, presenta también desventajas. Cada cuerpo tiene sus pequeñas peculiaridades y hábitos propios que no se pueden cambiar muy fácilmente, de manera que ha de ser hasta cierto punto un desajuste para otro ego. En el caso bajo consideración, el hombre retendría sus antiguos cuerpos mental y astral, que son, naturalmente, contrapartes de su cuerpo físico anterior. El adaptar éstos al nuevo cuerpo físico desarrollado por otra persona, evidentemente podría ser asunto muy difícil. Además, si el nuevo cuerpo físico es el de un bebé, es posible adaptarlo paulatinamente, pero en el caso de un adulto habría que hacer la adaptación inmediatamente, lo que significaría un esfuerzo decididamente desagradable.

En "El Cuerpo Etérico" se explicó como se construye gradualmente el nuevo cuerpo físico en el molde previsto por el doble etérico, siendo construido éste de antemano para el ego que entra, por un elemental, el cual es una forma mental colectiva de los cuatro Devarajas. Este elemental se encarga del cuerpo desde el comienzo, pero cierto tiempo antes de producirse el nacimiento físico, el ego también se pone en contacto con su futura morada, y desde ese momento en adelante las dos fuerzas obran en conjunto. A veces las características que el elemental está dirigido a imponer son pocas, y por consiguiente éste puede retirarse cuando el cuerpo es de edad aún comparativamente tierna, dejándolo al ego en pleno control de dicho cuerpo. En otros casos, en que las limitaciones son de carácter que se requiere mucho tiempo para su desarrollo, podrá retener su puesto hasta que cumpla el cuerpo los siete años de edad. En la mayoría de los casos, sin embargo, la verdadera obra ejecutada por el ego en los nuevos vehículos, hasta el momento en que se retira el elemental, es inconsiderable. Por cierto está conectado con el cuerpo, pero generalmente presta poca atención a éste, prefiriendo esperar hasta que dicho cuerpo haya alcanzado una etapa en el que reaccione más a sus esfuerzos.

Durante el período embriónico, mientras se construye el cuerpo físico con la sustancia de la madre, el ego vela sobre esta última, pero poco puede hacer en la formación misma del cuerpo. El embrión está inconsciente de su futuro, sólo está vagamente consciente de la corriente de vida materna, de sus temores, pensamientos y deseos. Nada de lo que procede del ego puede afectarle, salvo una débil influencia que procede del átomo permanente físico, y porque es incapaz de responder a ellos, no comparte los pensamientos extensivos y las emociones de aspiración del ego, según expresados por éste en su cuerpo causal.

Durante los años en que el ego está entrando en pleno contacto con los nuevos vehículos, está llevando, en su propio plano, su propia vida más amplia e intensa. Su relación con el nuevo cuerpo físico se manifiesta en el desarrollo de la conciencia cerebral. Los egos difieren muchísimo en el interés que toman en sus vehículos físicos: algunos los vigilan ansiosamente desde el principio, y se ocupan bastante de ellos, mientras que otros egos se despreocupan casi totalmente de los mismos. El caso del Adepto es muy diferente. Como no hay karma malo para desarrollar, no hay tampoco ningún elemental trabajando y el ego mismo es el único encargado del desenvolvimiento del cuerpo desde el principio; está limitado únicamente por las tendencias heredadas.

Esto permite la producción de un instrumento mucho más refinado y delicado: pero también involucra mucho más trabajo para el ego, y durante unos años ocupa una parte considerable de su tiempo y energía. Por consiguiente, debido a esta razón y seguramente por otras también, el Adepto no quiere repetir el proceso más a menudo de lo estrictamente necesario, prefiriendo hacer durar su cuerpo físico todo lo que le sea posible. Mientras que, por varias razones, tales como debilidad heredada, enfermedades, accidentes, auto-indulgencia, preocupaciones y exceso de trabajo, nuestros cuerpos se envejecen y mueren, en el caso del Adepto, ninguna de estas causas está presente, aunque, por supuesto, hemos de recordar que el cuerpo del mismo es adecuado para el trabajo y en condiciones de aguantar en forma incalculablemente mayor que el del hombre común.

En el caso del hombre común, parece haber continuidad en la apariencia personal de vida en vida, si bien se han notado ejemplos de gran similitud. Como el cuerpo físico es hasta cierto punto una expresión del ego, y éste no varia, han de haber algunos casos en que se expresa en forma que se asemejan. Pero por regla racial las características de familia y otras se sobreponen a esta tendencia. Cuando un individuo está tan avanzado que la personalidad y el ego se encuentran unificados, la personalidad tiende a dejarse imprimir con las características de la forma glorificada en el cuerpo causal, forma que es, por supuesto, relativamente permanente. Cuando el hombre llega a ser Adepto, todo su karma ya está agotado; el cuerpo físico es la presentación más aproximada que sea posible de esta forma glorificada. Los Maestros, por lo tanto, siguen siendo reconocibles durante un número cualquiera de encarnaciones, de manera que no se esperaría notar mucha diferencia en Sus cuerpos, aun si pertenecieran a otra raza.

Se han visto prototipos de lo que parecerán los cuerpos de los hombres de la Séptima Raza, y según las descripciones de los mismos son trascendentalmente hermosos. Con frecuencia se ha recalcado el período de siete años, tratándose del descenso del ego para tomar posesión completa del cuerpo físico. Para esto existe cierta razón de carácter físico. En el embrión humano, hay un determinado grupo de células que, contrario a los demás, no pasan por el proceso de sub-división. Este grupo de células asciende hasta alcanzar la parte superior del embrión, pero no se subdivide: cuando nace el niño, están aún separadas y permanecen en ese estado durante un período considerable de la vida pos-natal. No obstante, ocurren cambios dentro de las células debido a los cuales éstas proyectan ramales. Dichos ramales, después de un tiempo, se encuentran, habiendo quedado absorbidos los tabiques divisorios, en tal forma que las células están ahora en completa intercomunicación: de esta manera se construye un canal. Este proceso toma unos cinco años para efectuarse hasta formar una verdadera red que se hace cada vez más complicada.

Los fisiólogos y los psicólogos señalan que, hasta que esta red compleja no esté formada, el niño no puede razonar mucho, y que no se le ha de dar ningún proceso complicado de razonamiento que exija de él un esfuerzo demasiado grande. La ciencia material afirma que con el desarrollo de esta red aumenta el poder de raciocinio. El ocultista explicaría este fenómeno diciendo que a medida que se perfecciona el mecanismo físico, el poder de raciocinio ya existente en el ego, está ahora en condiciones de manifestarse. El ego tiene que esperar hasta que el cerebro esté preparado antes de producirse un estrecho contacto con éste y poder compenetrarlo. Se afirmó anteriormente que durante el descenso del ego al renacimiento, existen, atraídos alrededor de los átomos permanentes, ciertos materiales para la construcción de los nuevos cuerpos mental y astral. Si se le deja al niñito librado a sí mismo, la acción automática del átomo permanente astral tenderá a producir un cuerpo astral para él, exactamente similar al que tuvo en la vida anterior. Sin embargo no existe ninguna razón porque se ha de usar todos estos materiales, y si se trata al niño en forma inteligente guiándole razonablemente, se le estimulará a desarrollar hasta la plenitud todos los gérmenes que trajo de su vida anterior, mientras que se dejará a los gérmenes del mal que queden en estado latente. Al hacer esto, dichos gérmenes se atrofiarán gradualmente y se desprenderán del niño; el ego desarrollará dentro de sí las virtudes opuestas, y entonces se encontrará libre durante todas sus vidas futuras de las malas cualidades que indicaban estos gérmenes del mal.

Los padres y maestros de escuelas pueden ayudar al niño a alcanzar esta consumación deseable, no tanto con los datos definidos que le pueden enseñar, sino por medio del estímulo que le brindarán mediante el trato racional y bondadoso, dado uniformemente y sobre todo por el afecto que se le prodigará. En "El Cuerpo Astral" y "El Cuerpo Etérico" en los capítulos sobre la Reencarnación, ya hemos subrayado mucho los inmensos servicios que pueden —y deben— rendir al ego, los que son responsables de su crianza y entrenamiento, de manera que es innecesario repetir aquí lo que se dijo en dichas obras.

Sin embargo, podemos añadir que. el que en vez de despertar el amor y las cualidades buenas en los niños bajo su cargo, despierta en ellos las malas, tales como el miedo, el engaño y cosas parecidas, está entorpeciendo el progreso de los egos implicados, y en esta forma les está perjudicando en una forma, muy seria. El mal uso de tal oportunidad involucra una terrible caída para el culpable. En algunos casos, por ejemplo, crueldad de esta naturaleza puede resultar en locura, histerismo o neurastenia. En otros, dará por resultado un descenso cataclísmico en la escala social, tal como el renacimiento de un brahmán en el estado de paria, como resultado de crueldad hacia los niños. Bajo el mismo principio, un hombre que, teniendo fortuna y poderes, emplea su posición para oprimir a sus empleados, genera karma muy malo. El único aspecto del asunto que les concierne a los agentes del karma es que el hombre en semejante posición tiene en sus manos una oportunidad de ser una influencia bienhechora en la vida de muchas personas. Aquel que descuida o abusa de tal oportunidad obra por su propio riesgo.




Libros de Arthur Edward Powell. I Libros de teosofía.


El resumen del artículo de Arthur Edward Powell: Causas y mecanismos del Karma y la reencarnación: Trishna: la causa de la reencarnación (Trishna: The Cause Of Reincarnation) fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace años visito este blog. Gracias por compartirnos tanto material hermoso♡



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