Cómo saber si van a dejarnos [paradoja de un cretino]


Cómo saber si van a dejarnos [paradoja de un cretino]




—La tensión me está matando, profesor Lugano.

—Puedo advertirlo en sus facciones.

—Mi novia dice que va a dejarme.

Todas las novias van a dejarnos. El hombre que cree que ha abandonado a una mujer se engaña miserablemente.

—Para serle franco, no me interesa lo que le ocurre a los demás.

—Me parece lo más acertado. ¿Cómo sabe que su novia va a dejarlo?

—No me dejará. Solo lo dijo.

—En cierta forma podríamos decir que ya lo dejó.

—Mire. No creo que se atreva a dejarme. ¿Acaso parezco un hombre dejable? Por favor, soy un excelente partido, a pesar de mis imperfecciones, claro.

—¿Entonces de qué tensión me habla, hombre?

—De la tensión que produce un acertijo. Permítame citar sus palabras para evitar juicios confusos. Anoche, es decir, la noche del sábado, se me acercó como un felino astuto y me dijo: La semana próxima te dejaré.

—Ya veo. Un claro caso premonitorio. ¿Y usted qué dijo?

—Repruébeme todo lo que quiera, profesor, pero lo único que atiné a decir en ese momento fue: ¿Qué día?.

—¿Y ella que respondió?

No puedo decírtelo. Será una sorpresa. Y tampoco podrás saber si lo que digo es cierto.

-¡Pero, hombre! ¿Qué le ha hecho para que lo castigue de ese modo?

—Pequeñas infidelidades, menudencias adúlteras, traiciones banales con su hermana y una prima del campo; lo típico en estos casos donde el vigor masculino se desborda. Pero el problema es que necesito resolver el enigma. No pienso tolerar amenazas sin tomar cartas en el asunto.

—Muy bien. Ella dice que lo dejará esta semana, ya que hoy es Domingo, pero desconocemos el día preciso en el que piensa hacerlo.

—Sé que su fuerza lógica podrá imponerse sobre la crueldad de esta mujer, profesor.

—No sea servil, hombre. El tema me interesa únicamente porque se trata de un problema lógico. Usted es un cretino.

—No volveré a interrumpirlo. Prosiga.

—Razonemos un poco: no sabemos qué día va a dejarlo, pero sí sabemos que será esta semana y que será una sorpresa. Perfecto, podemos descartar el día viernes, ya que si llega el jueves y todavía no lo ha dejado, entonces el viernes no será una sorpresa. Pero si no es el viernes, tampoco puede ser el jueves; ya que si llega el miércoles y no lo abandona, el jueves es el único día que podría hacerlo, pero en ese caso tampoco sería una sorpresa. Podemos aplicar el mismo procedimiento para el miércoles, el martes y el lunes.

—¿Entonces?

—El enigma se complica.

—Pero, profesor, he visto que todas sus cosas todavía están en casa. Sé que no me dejará, estoy convencido. En definitiva, fue ella quien dijo que no podríamos saber si sus palabras eran ciertas o no.

—Pero si pudiésemos probar que son ciertas, entonces sabríamos que lo son. No obstante, ella dice que no podemos saberlo, con lo cual podríamos concluir que son falsas. Y si admitimos que su enunciado es falso, es decir, que no podemos saber si habla con la verdad o no, entonces sus palabras son ciertas. Si admitimos lo contrario, entonces podemos presumir que miente.

—Menudo problema. Creo que ni siquiera usted es capaz de desentrañarlo.

—¡SILENCIO! Estoy a punto de... veamos: sorpresa, día... imposibilidad de saberlo... ¡LO TENGO!

—¡DÍGAMELO, PROFESOR!

—Efectivamente, ella va a dejarlo.

—Eso es imposible.

—Aquí lo único imposible es que usted deje de ser un canalla. Ella lo dejará.

—¿Pero cómo puede estar tan seguro?

—Muy sencillo. Cuando usted le preguntó socarronamente qué día pensaba dejarlo, ella respondió: No puedo decírtelo. Será una sorpresa. Y tampoco podrás saber si lo que digo es cierto.

—¿Entonces?

—Entonces ella no miente. Efectivamente, nosotros no podemos saber si lo que dice es cierto, por lo que sus palabras son la pura verdad.

[El hombre regresó a casa bastante apesadumbrado. Ella lo dejó. Era domingo. Fue una sorpresa, y el cretino nunca la vio venir]




La filosofía del profesor Lugano. I Egosofía.


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1 comentarios:

Leslie dijo...

Me gusta. Mucho.



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