El libro de las apariencias: Thomas Carlyle y el "Sartor Resartus"


El libro de las apariencias: Thomas Carlyle y el Sartor Resartus.




Escrito por Thomas Carlyle, el Sartor Resartus es uno de los libros malditos más extraños y míticos de la literatura.

Detrás de sus pequeñas bromas lingüísticas, de sus juegos y astucias, Thomas Carlyle imagina un universo de consistencia dudosa, de realidad esquiva, imperfecta.

Su filosofía no es original, muchos otros autores han planteado la hipótesis de un cosmos inexistente, pero el Sartor Resartus trasciende esas conjeturas a través una filosofía dramáticamente oscura.

Thomas Carlyle inventó a un excéntrico filósofo y profesor alemán de la Universidad de Weissichtwo. Por aquellos años eran pocos los ingleses que hablaban fluídamente el alemán. Thomas Carlyle aprovechó esta circunstancia y se divirtió como un colegial creando nombres y chúcaros toponímicos teutones.

El primer caso de guiños lingüísticos del Sartor Resartus es nombre de la Universidad de Weissichtwo, que podría traducirse cómo Nosédónde. Incluso el nombre de su filósofo imaginario es una broma escatológica. Diógenes Teufelsdrockh significa algo así cómo Diógenes, mierda del diablo.

El bueno de Diógenes —sostiene Thomas Carlyle— escribió un enigmático tratado llamado: Los trajes, la ropa, su formación, su obra y su influencia. Dentro de éste escrito, cuyo título bien podría disuadirnos de su lectura, se encuentra el gérmen de la Teoría de las apariencias.

Veamos de qué se trata.

Para William Blake el mundo era esencialmente una alucinación. El universo es un sueño creado por nuestros cinco sentidos que traicionan, por impericia, la verdadera esencia de la naturaleza.

Ahora bien, con algunas variantes ésta es la filosofía del idealismo. Thomas Carlyle fue uno de sus precursores en Inglaterra, junto al obispo Berkeley. Sin embargo, Thomas Carlyle encontró la matriz de esta filosofía en los escritos de Kant y Schelling. Para estos pensadores el idealismo tiene un sentido profundamente metafísico, como si fuese una experiencia onírica.

Estos sabios afirmaban que aquello que percibimos como "real" es en realidad un reflejo, borroso y distorsionado, de la verdadera esencia del universo.

Lo visible, lo tangible, lo gustable, no puede ser la realidad. Se tratan simplemente de símbolos de una verdad que esconden.

Kant jugaba con la idea de que todas las cosas están más allá de nuestra débil percepción.

Pongamos como ejemplo a una rosa.

La palabra que la designa genera en nuestra mente la "idea" de una rosa, más o menos igual para todos, pero la idea de una rosa nunca puede evocar la totalidad de la rosa; es decir, todo lo que pensamos es incompleto, y por lo tanto, falso.

Ahora imaginemos que estamos frente a una rosa real. La vemos, la olemos y sabemos que existe, sabemos que es una flor a la que denominamos "rosa"; pero la rosa es más que la suma de su aroma, su color, su textura y su forma. La rosa está compuesta de miles de millones de elementos que vibran en perfecta armonía, y de los cuales nuestros sentidos nada nos dicen.

Por lo tanto nuestra visión de la realidad es falsa, es parcial. Vemos una flor dónde hay un concierto de millones de pequeñas sutilezas que nos resultan inaccesibles.

Con este simple ejercicio Thomas Carlyle prueba que el universo que nos rodea es real, sin embargo, nuestros sentidos solo nos ofrecen una ilusión.

Para ver la realidad deberíamos poder percibir la rosa en su totalidad, deberíamos ver su interior y su exterior, deberíamos notar sus procesos químicos y sus continuas modificaciones, todo al mismo tiempo, en el mismo instante.

En ésta teoría de las apariencias se desenvuelven los personajes del Sartor Resartus.

Jonathan Swift, autor de Los viajes de Gulliver (Gulliver's Travels), afirmó que todo en este mundo es aparente, que aquello que llamamos "obispo", por ejemplo, es sólo un determinado tipo de vestimenta; que un "juez" es una peluca, que un "general es un uniforme. No vemos la realidad, no vemos la esencia del hombre, apenas percibimos señales que generan juicios en nuestra mente.

Esta teoría siempre me provocó una especie de temor reverencial. Pensar que nuestros sentidos nos traicionan es verdaderamente inquietante.

Supongo que la imperfección de nuestros sentidos es una necesidad evolutiva. De otra manera la vida sería un eterno contemplar del universo. Veríamos una sinfonía molecular detrás de un crepúsculo cualquiera, sentiríamos el temblor del mundo antes de la aurora, oiríamos el rumor de la hierba cuando crece después del rocío. Nuestro pequeño círculo de rutinas sería arrasado por completo.

Mayor temor me causa la idea de percibir el interior de otros hombres.

Tal vez encontraríamos flores desconocidas en la mente de un criminal y horrores innombrables en el corazón de un noble señor. La mirada que cruzamos con alguien en la calle se transformaría en una comunicación plena, total. Quizás nos sorprenderíamos al notar que no somos tan agradables como pensamos, ni tan inteligentes, ni tan sensibles.

Tal vez hallemos en nosotros una oscuridad que las palabras no pueden describir.

El Sartor Resartus es una biografía apócrifa del imaginario filósofo alemán, quien es una especie de alter ego de Thomas Carlyle.

Allí nos cuenta la experiencia mística de un amor desdichado, de una mujer que simula amarlo y luego lo abandona, que lo deja solo en la noche. Luego describe algunas conversaciones con el soñado filósofo y nos brinda numerosas citas de un libro que no existió nunca, y que nunca debería existir: El Sartor, que significa "sastre"; pero como Thomas Carlyle sólo comenta extractos de ese libro imaginario lo titula: Sartor Resartus, "el sastre remendado".




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