Cthulhu: origen e historia según el canon de H.P. Lovecraft.
Cthulhu, aquella entidad cósmica creada por H.P. Lovecraft, ya es parte de la cultura popular; sin embargo, sus representaciones nos inducen a pensar que también se trata de una criatura incomprendida, en parte, debido al aporte de ilustradores entusiastas, quienes de algún modo recrearon una fisionomía, unos rasgos, unas intenciones, que poco y nada tienen que ver con el original.
En este artículo nos proponemos indagar en el verdadero Cthulhu, es decir, el Cthulhu de H.P. Lovecraft, previo a su constante y acaso irreversible proceso de degradación, lo cual nos alejará considerablemente de todo lo que creíamos saber sobre él.
La primera aparición de Cthulhu se produjo en La llamada de Cthulhu (The Call of Cthulhu), cuento publicado originalmente en la edición de febrero de 1928 de la revista Weird Tales, y luego reeditado por Arkham House en la antología de 1939: El extraño y otros (The Outsider and Others). En esencia, se trata de una entidad cósmica, un Primigenio (Great Old One) —también conocidos como Primordiales—, dentro del panteón de los Mitos de Cthulhu.
Esta es la primera descripción de Cthulhu que nos ofrece H.P. Lovecraft en aquel relato:
Un monstruo de perfil vagamente antropoide, pero con una cabeza parecida a un pulpo, cuyo rostro era una masa de tentáculos, con un cuerpo escamoso, cartilaginoso, garras prodigiosas en las patas traseras y delanteras, y alas largas y estrechas detrás.
(A monster of vaguely anthropoid outline, but with an octopus-like head whose face was a mass of feelers, a scaly, rubbery-looking body, prodigious claws on hind and fore feet, and long, narrow wings behind)
(A monster of vaguely anthropoid outline, but with an octopus-like head whose face was a mass of feelers, a scaly, rubbery-looking body, prodigious claws on hind and fore feet, and long, narrow wings behind)
Ahora bien, H.P. Lovecraft sostiene que Cthulhu es uno de los Primigenios, de hecho, lo sitúa como el más poderoso de esta antigua raza, en la que también podemos encontrar a Hastur, Tsathoggua, Yig, Khal'kru, Vulthoom, entre otros.
En esencia, los Primigenios son algo así como dioses caídos, o demonios, de inmenso poder y tamaño. H.P. Lovecraft afirma que, en un pasado inconcebible, los Primigenios fueron derrotados y puestos en cautiverio por los Dioses Arquetípicos; algunos bajo el océano —como el propio Cthulhu, quien duerme en la ciudad submarina de R'lyeh, en el Pacífico Sur—, otros bajo tierra, en colosales mansiones subterráneas, y otros en lejanas constelaciones.
En el comienzo, los Primigenios habrían pertenecido a la estirpe de los Dioses Arquetípicos, así como los demonios de los mitos bíblicos fueron ángeles al principio. Sobre ellos pesa algún tipo de crimen o blasfemia que los condenó a permanecer en cautiverio, aunque H.P. Lovecraft se abstuvo de brindar más información al respecto. Lo que sí sabemos es que los Primigenios aguardan su liberación, y que para ello reciben el culto y la adoración de personas más bien nefastas alrededor del mundo.
Sin embargo, H.P. Lovecraft también insinúa que los Primigenios acaso permanecen en cautiverio de manera voluntaria, aguardando el momento propicio para resurgir.
Es difícil concebir tantas precauciones en un ser como Cthulhu; no obstante, es importante recordar que los Primigenios no son la raza más poderosa dentro del Multiverso de H.P. Lovecraft. Ciertamente son mucho menos fuertes que los Dioses Exteriores (Outer Gods), como Azathoth y Nyarlathotep, y claramente están en desventaja frente a los Dioses Arquetípicos.
En este punto vale la pena aclarar que el conflicto entre los Primigenios y los Dioses Arquetípicos tiene muy poco que ver con una cosmovisión bíblica, y mucho con el la filosofía del Horror Cósmico. Es decir, el conflicto no puede resumirse en términos elementales, como lo sería la eterna batalla entre el bien y el mal. Ambas razas están por encima de los valores humanos, más allá de nuestros conceptos sobre el bien y del mal, y sus respectivas agendas nos resultan completamente desconocidas e incomprensibles.
De hecho, tanto los Primigenios como los Dioses Arquetípicos no tienen ningún interés en la humanidad; y, si en efecto llegaran a tenerlo, seguramente no superaría al interés pasajero y probablemente despojado de sentimientos de un niño que encuentra un mísero escarabajo en su jardín y decide aplastarlo.
Todo esto nos aclara un poco más el panorama respecto de Cthulhu: un ser interdimensional muy antiguo, pero cuya derrota a manos de los Dioses Arquetípicos lo condenó a un perpetuo estado de cautiverio o de letargo dentro de una forma física, según H.P. Lovecraft, capaz de conducir a la locura a cualquiera que lo observe directamente.
Ahora bien, el cautiverio de Cthulhu no implica que esté inactivo; de hecho, en La llamada de Cthulhu queda claro que este ser se comunica con ciertas personas a través de sueños y visiones.
A título personal, este es uno de los detalles más interesantes de toda la mitología lovecraftiana: Cthulhu no solo interactúa con la humanidad a nivel subconsciente, sino que además esa interacción es una fuente de constante ansiedad para el ser humano desde tiempos inmemoriales.
Es decir que Cthulhu, a través de esos sueños y visiones que proyecta sobre la humanidad, captados por artistas y lunáticos, se ha convertido en una parte fundamental nuestro imaginario colectivo, en los mismos términos que propone Carl Jung para su teoría de los arquetipos. A nivel subconsciente, todos estamos conectados con Cthulhu a través de una especie de red neuronal arquetípica que se extiende sobre nuestros miedos y pesadillas, lo cual nos lleva a deducir que no sólo Cthulhu espera su regreso, sino que nosotros también esperamos su despertar.
Aquí resultará conveniente evitar los lugares comunes, sin duda, resabios de un romanticismo desabrido, respecto de cómo el mar parece ejercer sobre nosotros un influjo hipnótico, como si no pudiésemos apartar la mirada de él... casi como si estuviésemos esperando que, algún día, algo colosal emerja entre las olas.
Los adeptos a Cthulhu, dentro de la obra de Lovecraft, sintetizan ese deseo en el célebre mantra:
Ph'nglui mglw'nafh Cthulhu R'lyeh wgah'nagl fhtagn.
(En la morada de R´lyeh, el difunto Cthulhu espera soñando)
(En la morada de R´lyeh, el difunto Cthulhu espera soñando)
Según esa afirmación, Cthulhu sólo hace dos cosas: esperar y soñar. Curioso, pero lo mismo podría decirse de nosotros.
Salgamos de este charco de conjeturas metafísicas y regresemos a lo que nos interesa.
Todo parece indicar que H.P. Lovecraft concibió una detallada genealogía para Cthulhu. Algo de eso puede verse en la carta 617 —Cartas escogidas (Selected Letters), publicadas por August Derleth—, aunque de forma un tanto confusa, embrionaria. Tal vez el maestro de Providence pensaba dar cuenta de ese pasado en algún cuento, pero la muerte se lo impidió; en cualquier caso también podemos encontrar indicios de aquellos registros sobre la historia y origen de Cthulhu en otros relatos de H.P. Lovecraft.
En El horror de Dunwich (The Dunwich Horror), por ejemplo, encontramos el siguiente comentario:
En el glacial desierto del Sur y en las sumergidas islas del Océano se levantan piedras en las que se ve grabado Su sello, pero, ¿quién ha visto la helada ciudad hundida o la torre secularmente cerrada y recubierta de algas y moluscos? El Gran Cthulhu es Su primo, pero sólo difusamente puede reconocerlo.
H.P. Lovecraft transcribe ahí un oscuro párrafo del Necronomicón, el cual sitúa a Cthulhu como primo de Shub-Niggurath. Cómo detalle informativo no ofrece demasiado, ya que básicamente reafirma lo que ya sabíamos: que Cthulhu es un Primigenio, al igual que Shub-Niggurath, y que por pertenecer a la misma raza se los considera parientes entre sí.
Muchos autores del Círculo de Lovecraft ampliaron la escueta genealogía de Cthulhu, colocando a Azathoth como su tatarabuelo, a Yog-Sothoth como su abuelo, a Hastur como su medio hermano, pero es importante recordar que éstas son adiciones realizadas tras la muerte de H.P. Lovecraft, y que no reflejan las auténticas intenciones del autor.
Por otro lado, uno de los personajes del relato: El que susurra en la oscuridad (The Whisperer in Darkness), nos brinda otra pista sobre el origen de Cthulhu:
Me enteré desde dónde vino originariamente Cthulhu, y del motivo por el que la mitad de las grandes estrellas temporales de la historia habían seguido resplandeciendo. Intuí el secreto existente tras las Nubes Magallánicas y las nebulosas globulares, y la siniestra verdad que ocultaba la inmemorial alegoría del Tao.
Finalmente, en la novela de 1931: En las montañas de la locura (At the Mountains of Madness), Lovecraft aclara que, antes de caer en cautiverio, Cthulhu forjó una raza de seres abominables, no ya en la Tierra, sino en su región estelar de origen.
Otra raza, una raza terrestre con forma de pulpo y probablemente correspondiente a fabulosos seres prehumanos engendrados por Cthulhu, comenzó a llegar procedente del infinito cosmos e inició una salvaje guerra que obligó de nuevo a los Primigenios a refugiarse temporalmente en las profundidades del mar.
Podemos imaginar que esa transgresión, es decir, el hecho de engendrar una raza nueva y maldita, fue la que llevó a los Dioses Arquetípicos a luchar contra los Primigenios. Sin embargo, y a pesar de que Lovecraft menciona aquí un conflicto salvaje, sostiene que los Primigenios, entre ellos, el propio Cthulhu, se refugiaron en los abismos oceánicos, no que fueron encerrados.
Años después, August Derleth utilizaría estas abominaciones creadas por Cthulhu en el relato: El rastro de Cthulhu (The Trail of Cthulhu).
Todo es un misterio alrededor de Cthulhu, incluso cómo pronunciar correctamente su nombre. La etimología podría corresponder a la raíz griega chthonic, que significa «subterráneo», tal como se desprende de un comentario vertido en Las ratas en las paredes (The Rats in the Walls), donde se hallan inscripciones en latín y en griego relacionadas con Cthulhu.
Lo cierto es que Lovecraft transcribió la pronunciación correcta de Cthulhu como Khlûl′-hloo, paradójicamente, impronunciable. No obstante, el maestro de Providence tomó la precaución de aclarar que éste no es el verdadero nombre de Cthulhu, sino en realidad la forma más aproximada en la que nuestras cuerdas vocales pueden reproducir una palabra de procedencia extraterrestre.
Esto es, en resumen, todo lo que sabemos sobre la historia y origen de Cthulhu en basándonos únicamente en la obra de H.P. Lovecraft. Es probable que el maestro de Providence hubiese tenido mucho más para decir sobre este criatura, pero la muerte lo arrebató prematuramente, dejando el misterio de Cthulhu sumergido en un océano de incertidumbre donde todos abrevan, donde todos realizan sus aportes, y donde todos invariablemente nos alejan de aquel fabuloso concepto inicial.
Mitos de Cthulhu. I H.P. Lovecraft.
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Por mis lecturas, y no soy experta, estoy deacuerdo en que no fueron llevados por la fuerza y que estos esperan el momento en el que despertar.
ResponderEliminarCon estas síntesis siempre me da la sensación de que se mezcla el canon Lovecraftiano con las revisiones de Derleth y posteriores. Derleth y compañía dieron mayor preponderancia a los dioses arquetípicos (muy secundarios en la concepción original de los mitos), e intentaron organizar y clasificar todo, yendo en contra del aire "inclasificable" que exudaban las criaturas de los relatos del propio Lovecraft.
ResponderEliminarNo me entusiasma el aceptar los retoques mencionados dentro del canon, pues simplifican y encorsetan el imaginario del maestro de Providence, alejándolo del horror cósmico.