Tres cosas con las que uno puede acostarse


Tres cosas con las que uno puede acostarse.




Con las persianas del bar entrecerradas, soñolientas, disimulábamos el hastío y la fatiga con una ruidosa conversación sobre algunas curiosidades del sueño. En ese momento entró Enrique Bulbo, con el rostro demacrado y surcado por hondas preocupaciones.

—Me siento horriblemente mal —manifestó—. Hace días que no puedo dormir.

—¿Insomnio? —preguntó alguien, simulando interés.

—No. Sucede que todas las noches me acuesto con algo de música. Debido a problemas técnicos, todavía sin resolver, no he podido escuchar música y, en consecuencia, no he logrado conciliar el sueño.

—¿Dice usted que se acuesta con música?

—Bueno, sí; me refiero a que me voy a la cama escuchando música.

Cuando el caso de Bulbo fue perdiendo actualidad empezamos a discutir sobre los hábitos nocturnos de los presentes. Algunos se acostaban escuchando música, otros con sus mujeres, con sus mascotas, con programas de televisión aullando de fondo, con videojuegos, con dispositivos electrónicos.

Entonces intervino el profesor Lugano.

—Lo que ustedes mencionan son distracciones, camaradas; cosas que uno puede hacer estando en la cama, lo cual no es lo mismo que compartirla íntimamente con una actividad que justifique pensar que nos estamos acostando con ella.

—¿Cuál es la suya, profesor?

—No hay muchas opciones, en realidad. Se pueden realizar incontables actividades en la cama, pero solo existen tres cosas con las que un ser humano puede acostarse: uno mismo, otra persona o un libro.




La filosofía del profesor Lugano. I Egosofía.


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1 comentarios:

Unknown dijo...

Este peculiar personaje me genera sensaciones ambiguas. Por un lado, es un ser que no me termina de caer bien, y por el otro, sin duda es alguien que tiene un saber evidente. Su forma de existencia puede no terminar de gustarme, y sus acciones a veces me desagradan. A veces le aplaudo. Como en este relato, donde concuerdo con su opinión. No termino de decidir si me gusta. Y, aún así, sigo leyendo sus andanzas.



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