El prestigioso acto de morir.
A lo largo de su vida provocó una incalculable sucesión de efectos: amores fulminantes, odios, desaciertos, resentimientos, gratitudes.
Hizo muchas cosas y olvidó otras que jamás realizó. Escribió sonetos perecederos, besó, se arrepintió, lo besaron, durmió siestas memorables, enterró un par de mascotas, a sus padres, a un gorrión que por azar cayó inerte en medio del patio.
Supersticioso, jamás gritó un gol antes de tiempo ni cruzó el espacio maldito debajo de las escaleras.
Eventualmente llegó la vejez, y con ella la sensación de que, hiciera lo que hiciera, aburría.
Sus anécdotas se prolongaban más de lo aconsejable, se desnaturalizaban. Sus solicitudes, rigurosamente justificadas, eran asumidas como exigencias seniles.
Dejó de mirar a las mujeres en la calle, menos por vergüenza que por temor a que le devolvieran la mirada; justo a él, ya decrépito y sin margen para grandes hazañas de alcoba.
Como atraído por un raro encantamiento todas las tardes se acercaba al parque. Los gorriones, que nunca lo olvidaron, lo orbitaban como un enjambre cerrado.
Se sentía triste, pero sobre todo ridículo. No importaba qué dijera ni cómo lo dijera, todo sonaba absurdo, fatigoso, aburrido.
Entonces se le ocurrió que cuando la vejez deja de ser venerable, es decir, cuando su prolongación comienza a oscurecer el recuerdo de las virtudes, logros y épicos fracasos de la vida, hay una sola forma de recuperar prestigio: muriendo.
Hubo un funeral, sobrio y eficiente, con flores de aroma dulzón, empalagoso, y un ataúd igual a todos los demás.
Sus anécdotas reverdecieron por un tiempo, recuperaron la gracia, la estima; se agrandaron notablemente, se hicieron elegíacas, y luego se marchitaron para siempre.
Sus deudos, por ahora, no volvieron a atravesar las puertas de hierro del cementerio. Después de un tiempo hasta la muerte pierde actualidad, incluso para los gorriones más memoriosos.
Egosofía. I Filosofía del profesor Lugano.
El artículo: El prestigioso acto de morir fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com
3 comentarios:
no hace falta ke el kuerpo se marchite, o menos dejar esta vida a pedazos, para sentir ke la muerte ha tocado nuestro cuerpo.
me ncantó, la redacción,el ritmo... casi me duele no saber su nombre
Redonda, finita mente perfecta, acabada visión del autor sobre la muerte como inexorable puerta al olvido
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