Saber lo que piensa una mujer [que fue] hermosa.


Saber lo que piensa una mujer [que fue] hermosa.




—Me gustaría saber lo que piensa mi esposa, profesor Lugano.

—Le aconsejo una jugada audaz: pregúnteselo.

—Ya lo intenté. Obtuve respuestas más o menos satisfactorias, pero usted sabe bien que ciertas verdades nunca son dichas.

—Facilite mi memoria. ¿Su esposa era...?

—Mercedes. ¿La recuerda?

Los ojos de Lugano se iluminaron fugazmente.

—Por supuesto. Mercedes era una muchacha muy atractiva. Sin ir más lejos, creo que ganó varios concursos de belleza.

—Efectivamente. Fue reina del embutido durante tres años consecutivos, lo cual le valió un título honoris causa como emperatriz del chacinado.

—Qué notable.

—Por cierto, han pasado largos años desde aquellos triunfos. Pasó toda su juventud disfrutando el ser hermosa, deseada, codiciada; pero cuando sus atributos se marchitaron, se disolvieron en asimetrías y adiposidades, su personalidad se fue haciendo más y más retraída.

—Supongo que ella tendrá sus intereses, sus gustos...

—Ninguno. Mercedes dedicó su vida a ser linda, y cuando la belleza desapareció de la superficie emergió un cúmulo de inseguridades ya sin defensas.

—Ya veo. Pero si quiere saber lo que piensa su esposa le aconsejo que me lleve hasta ella. De otro modo sería una mera especulación.

Tras algunas negociaciones, Lugano acompañó al sujeto hasta su casa. Por la ventana observaron a Mercedes durante un largo rato.

La mujer leía una revista, aunque cada tanto levantaba la mirada, como abstraída en los laberintos de su propio universo personal.

—Efectivamente.

—¿Qué ocurre, profesor?

—Quiero decir, Mercedes fue una mujer hermosa. Pero cuando la belleza se convierte en el vértice de una vida, cuando todo gira en torno a ella, el resto de sus atributos, suponiendo que lo tenga, se tornan accesorios más bien superfluos, que dificultan el progreso estético.

—Ya veo.

—Y nosotros, que conocimos su esplendor, siempre pensaremos en ella como una mujer hermosa, a pesar de que ya no lo sea.

—¿Puede decirme lo que está pensando?

—Desde luego. Su esposa piensa lo que piensan todas las mujeres hermosas que han encanecido: ¿qué mierda sucedió?.




La filosofía del profesor Lugano. I Egosofía.


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