¡PARE DE SUFRIR! [Una refutación filosófica]


¡PARE DE SUFRIR! [Una refutación filosófica]




Volvíamos de la biblioteca, como todos saben, una fachada que disimula el infierno. El profesor Lugano abría la marcha, o la retirada.

¡Pare de sufrir! ¡Pare de sufrir!

Los gritos provenían de un pregonero, de riguroso traje negro, en las puertas de un templo evangélico.

—¡PARE DE SUFRIR! ¡PARE...!

El hombre, que blandía una Biblia enardecida, tuvo la mala fortuna de abordar directamente al profesor Lugano.

—Cristo ha llegado -anunció-. Sin ir más lejos, se encuentra dentro de este templo. ¿No quiere conocerlo?

—Tomando como referencia su filosofía -apuntó Lugano- Dios también se encuentra en el trasero de esa amable señora, pero eso no significa que vaya a meterme allí.

—Le perdono la blafemia...

—No tiene alternativa. Dios también está en esa blasfemia.

—¡El Señor por fin me ha enviado un réprobo irredimible! Pero Él todo lo puede, y para los raros casos en los que se declara inepto estamos nosotros. ¿No quiere dejar de sufrir?

—No.

—¿No?

—Por supuesto que no. ¿Qué clase de Dios querria hacerme renunciar al dolor? Es lo único enteramente nuestro.

—Pero Dios es Amor, es Vida, es Luz, en definitiva: es esto y también aquello.

—Precisamente. Rechazar al sufrimiento es renunciar al amor.

—¿Cómo dice?

—Piense en el Salvador. ¿El amor más alto y noble no produce un sufrimiento infinito? Dejar de sufir es dejar de amar.

—¡El Maligno ha poseído sus labios, y acaso su paladar! ¡Ríndase ante el Señor, el que todo lo puede pero que lo disimula bastante bien! ¡PARE DE SUFRIR!

—Antes de golpearlo salvajemente voy a aclararle algo que su propia fe predica: el Amor es Sufrimiento. Para eludir el sufrimiento hay que renunciar al amor, pero entonces ocurre algo, una paradoja: se sufre por no amar. Frente a eso podemos pensar lo siguiente: el amor es sufrimiento, al igual que la ausencia de amor. No obstante, el sufrimiento es siempre sufrimiento. ¿Extraño, verdad? No se alarme. Es peor todavía: si hay que amar para ser feliz estamos admitiendo que para alcanzar la felicidad es necesario sufrir, ya que el amor, o su ausencia, producen sufrimiento; sin embargo, el sufrimiento nos vuelve proverbialmente sufridos. En resumen: lo que usted pregona con tanto vigor [¡PARE DE SUFRIR!] no solo es absurdo, sino filosóficamente imposible.

—¡El Maligno y su tradición humanista lo han poseído, buen hombre!

—¿Creería en mis palabras si estuvieran en la Biblia?

—Por supuesto.

Antes de golpearlo salvajemente, el profesor lo obligó, mediante estratagemas pugilísticas, a tragar cuatro o cinco páginas del Deuteronomio.

Informes teológicos lo confirman: Dios también está en las partículas de plomo de la tinta, y su sangre, al contrario de lo que ocurre en el misterio de la transubstanciación, no se metaboliza fácilmente.

Después de tres días internado en el hospital aquel pregonero por fin paró de sufrir.




La filosofía del profesor Lugano. I Egosofía.


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1 comentarios:

georgina torres dijo...

Seguiremos sufriendo en paz... Es realmente genial, pero a demás real.



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