La vida es Sueño, y a veces Pesadilla.


La vida es Sueño, y a veces Pesadilla.




—Esto es claramente un sueño, profesor Lugano.

—No me diga.

—Mire por la ventana. El sol tiene un tinte violáceo. ¡Y el asfalto! ¡Por Dios, el asfalto se ha vuelto líquido! ¡No! Ahora que lo veo detenidamente es como si fuese una delgada capa de goma o de plástico. Ondula como las aguas... ¡Las olas de brea rompen contra la acera!

—Tranquilícese, hombre. No oscurre nada extraño.

—¡Y los árboles, profesor! Hablan entre sí. Murmuran venganzas rozándose con las hojas. ¡Fíjese! Justo ahí, enfrente, un hombre camina sobre las olas de asfalto sin advertirlo. ¿Somos los únicos que podemos verlo?

—Ningún hombre es único en nada. Ese caballero simplemente elije no ver lo que vemos nosotros.

—¿Pero, por qué?

—Quién sabe. El cretino de Masticardi lo ve. También esa mujer que lleva a su hijo a la escuela. Muchos, de hecho, conocen el Sueño.

—¿El Sueño?

—Una de las características principales del Sueño es que cuando uno advierte que está soñando, despierta. Pero el Sueño es dulce, es confortable, y muchos de los que despiertan prefieren simular que siguen durmiendo.

—¡Yo soy uno de ellos, profesor! ¡Quiero dormir! ¡Quiero soñar! ¡Quiero NO VER, NO SABER...!

—Lo siento mucho. Una vez despierto es imposible volver a dormir. Existen reglas.

—¿Reglas?

—Todas las personas del mundo nacen en el Sueño. Son los soñadores, de hecho, quienes lo sostienen. Si alguien despierta no podrá volver al Sueño. Cuando el último soñador despierte, el universo terminará. A partir de ahora usted es miembro de la Orden.

—¿La Orden?

—La Orden de la Vigilia.

—Más que un sueño esto es una pesadilla, profesor.

—Llámelo como quiera: sueño, pesadilla, realidad. El punto es que cuando alguien despierta inmediatamente se vuelve miembro de la Orden.

—¿Y cuál es mi función? No me diga que debemos salir a anunciar que el cosmos tiene fecha de caducidad.

—Me temo que las cosas son un poco más complejas. No podemos despertar a nadie diciéndole que está Soñando. Simplemente no funciona así. Créame, lo he intentado. El que Sueña debe despertar por sí solo, pero a veces es él quien reclama ayuda. Allí entra a jugar la Orden.

—¿Pero cómo?

—Hemos desarrollado algunas estrategias: mensajes en las paredes, anagramas en los obituarios, relatos, poemas, enunciados polémicos, sonetos, novelas, canciones. Las tácticas son muchas, pero nunca se debe hablar directamente del Sueño. La única forma de llevar a alguien a la Vigilia es induciéndolo a asociar distintos conceptos e ideas, de modo que llegue por sí mismo a la conclusión de que vive en una Ilusión. Hay personas que han despertado leyendo un libro, otros escuchando una canción, incluso hay quienes han despertado espontáneamente al advertir un desarreglo en la continuidad del espacio-tiempo.

—Creo que lo mejor sería matarse, profesor.

—Eso sería un error doblemente fatal. El suicidio lleva a un Sueño más profundo, más oscuro, a una realidad tenebrosa que se repite a sí misma, llevando al suicida a vivir una y otra vez aquellos hechos que lo llevaron a cometer esa locura.

—Usted ha dicho que cuando el último hombre despierte, el Sueño terminará, y con él el universo.

—Sí.

—Entonces la Orden busca el final de los tiempos.

—...

—Profesor.

—...

—¡Profesor Lugano!

Días después supimos que aquel hombre, cuyo nombre prefiero omitir, fue recluido en una institución psiquiátrica. Fue necesario que tres enfermeros robustos lo pusieran a disposición de los sedantes y las correas. Antes de desvanecerse repitió, casi como un salmo blasfemo, que la Orden permite que sus miembros sean reemplazados por otros en circunstancias extraordinarias.

El profesor Lugano no apareció por el bar hasta bien entrada la noche. Al parecer, su siesta se prolongó más de lo habitual.




La filosofía del profesor Lugano. I Egosofía.


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1 comentarios:

Anónimo dijo...

EXELENTE esta muy bueno



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