Mi hijo es gótico: ¿qué puedo hacer?


Mi hijo es gótico. ¿Qué puedo hacer?




Mi hijo es gótico. ¿Qué puedo hacer, profesor Lugano?

—¿Con respecto a qué?

—A que deje de serlo.

—¿Él se siente incómodo siendo gótico?

—No. Pero lo noto muy deprimido.

—Y usted considera a que está deprimido a causa de su condición de gótico.

—Por supuesto.

—Déjeme decirle que usted, como madre, está autorizada a desconocer los sufrimientos de un adolescente.

—¿Por qué dice eso, profesor?

—Porque manifiesta un desconocimiento atroz sobre las necesidades de encontrar una identidad propia, no la que usted desearía para él. En general, los adultos olvidan fácilmente que los jóvenes se debaten entre lo que consideran que deben ser, lo que quieren ser y lo que son.

—Pero, profesor; mi hijo es tan impulsivo, tan vulnerable y susceptible...

—Y rebelde. ¿Verdad?

—¡Si!

—Pues bien, no se confunda. Su rebeldía no es contra usted, sino contra lo que usted representa, es decir, contra los valores tradicionales. Agradezca que su hijo es gótico, o sea, una persona auténtica.

—¿Auténtica? ¿No lo sería también si no fuese gótico?

—Posiblemente. Pero no es el caso. Hablamos de su hijo, y de que es gótico. Su depresión no tiene nada que ver con el gótico, sino con un proceso de integración entre sus nuevos deseos y gustos con los viejos rasgos del yo que ya no le son útiles, pero que tampoco desea abandonar del todo.

—¿O sea que si mi hijo es gótico no debo preocuparme?

—Siempre debe preocuparse. ¿Acaso no hablamos de su hijo?

—Perdóneme, profesor; pero usted me confunde.

—No lo dudo. ¿Su hijo manifiesta un humor cambiante?

—Imprevisible.

—¿Ha perdido interés en aquellas cosas que lo apasionaban?

—Sí.

—¿Pasa de hondos pozos depresivos a episodios de gran actividad mental?

—Bastante a menudo, sí.

—¿Se muestra irritable, crónicamente triste, aburrido, taciturno?

—¡Hasta parece que lo conociera en persona, profesor!

—No lo conozco, pero la conozco a usted, que para el caso es lo mismo. Mire, la soledad, la ansiedad y la tristeza son para usted emociones, pero no todos lo sienten así; para él son eventos, áridos y tangibles como largos tentáculos.

—¿Entonces qué puedo hacer?

—En principio, evacuar la idea de que su hijo está deprimido por ser gótico. En realidad, su hijo encontró en el gótico un arma para luchar contra la desintegración que le propone la sociedad que lo rodea. Si, en cambio, él ha forjado un culto de la depresión, debemos concluir que ha valorado exageradamente la interpretación del ser gótico, o, en otras palabras, que ha malinterpretado lo que significa ser gótico.

—Mire, profesor; yo he leído por allí que el gótico personifica la depresión, que es la emoción que mejor lo define.

—No dudo que haya leído semejante falacia. La llamada «depresión gótica» es, en definitiva, una impostura de algunos individuos que han entendido erróneamente su esencia. Quiero decir, esa depresión se parece demasiado a una impostura, a una especie de interpretación del héroe trágico del romanticismo, o del artista maldito torturado por la incomprensión del medio. A veces el gótico actúa de la forma que él considera que un gótico debe actuar.

—Habría que ver qué es lo que usted considera «gótico», profesor. Por su aspecto uno diría que es un druida salido de las brumas de Avalon.

—Lo que yo considere gótico no es en absoluto relevante. Usted asume que el gótico es un individuo depresivo, gregario, inestable, irritable. La invito a aplicar la misma sintomatología en, por ejemplo, un grupo de empleados bancarios, y le aseguro que allí encontrará muchos góticos insospechados.

—¿Entonces para usted que es «ser gótico»?

—Un poco de romanticismo, una pizca de decadentismo, y todo lo que uno quiera volcar en el medio. Nadie se convierte en gótico por vestirse de negro o por leer a E.A. Poe. El gótico es, sobre todo, un individuo que se asume como parte de algo: una cultura, un movimiento, llámelo como quiera; pero el verdadero gótico acaso nunca sepa quién es; porque íntimamente intuye que el ser es indefinible, inclasificable, y que todo aquello que puede etiquetarse se convierte en algo banal.




La filosofía del profesor Lugano. I Egosofía.


El artículo: Mi hijo es gótico. ¿Qué puedo hacer? fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

6 comentarios:

Unknown dijo...

Esto me ha dejado encantada, debo decirlo.

Anónimo dijo...

Y por eso soy reggaetonero.

Spectro dijo...

Me he matado de risa con lo de "druida salido de las brumas de Avalon". Por lo demás, un excelente visión sobre lo que significa ser gótico. Bendigo el día en que me encontré con este blog.

Ágata dijo...

Una entrada maravillosa de lo que es ser góticxi

Unknown dijo...

Gótico = Satànico. Tengan un hijo asi y no sacarán la cabeza del suelo como El abestruz

Anónimo dijo...

Simplemente fascinante...



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