Cómo ser un buen ejemplo [sin cumplir tus principios]

—... y es por eso que deben practicar la prudencia en el hablar, la mesura en la comida y la bebida, la templanza en el carácter y la sabiduría en el amor. Pero lo más importante de todo es predicar con el ejemplo.

Todo el auditorio se conmovió, a tal punto que decidimos seguir sigilosamente al orador, nada menos que el profesor Lugano, por las calles de Buenos Aires para degustar los ejemplos concretos de esa filosofía.

Lo vimos entrar y comer opíparamente en un bodegón. Luego se entregó a la bebida en un bar decrépito. Saciados estos apetitos, se inmoló al juego y las apuestas: los naipes, los dados, las astucias.

Ya de madrugada, seguimos sus pasos hasta una casona de Colegiales.

Esperamos una hora, o dos. Al no obtener señales decidimos ingresar.

Nos recibió una habitación en penumbras.

Aquí y allí se veían hombres y mujeres entregados a los placeres más bajos.

Un enano tocaba el clavicordio. Una nube opiácea flotaba sobre los parroquianos sentados en cómodos sillones. Oímos risas, promesas rasantes, un inciso, sonetos improvisados, acertijos. Finalmente dimos con el profesor Lugano. En la cerrazón notamos que estaba acompañado por tres mujeres justificablemente ebrias.

—¿Qué es esto, profesor? —preguntamos— ¿Acaso olvidó su discurso acerca de la prudencia, la mesura, la templanza, la sabiduría? ¿Es este el ejemplo que nos ha enseñado a predicar?

Antes de hablar, el profesor se quitó de encima las caricias ardorosas de sus compañeras, y bebió de un trago un largo cuenco de ginebra.

—La perdición es un don para pocos. Y la mejor forma de ser un buen ejemplo es convertirse en una horrorosa advertencia.




La filosofía del profesor Lugano. I Egosofía.


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