Cómo vencer la timidez (o el infierno de los tímidos)
Un parque cualquiera.
Un ocaso sin pretenciones.
Dos bancos enfrentados.
Un hombre joven la observaba con el sigilo de la timidez.
Ella, cautiva de sus pensamientos, observaba su libro, encuadernado en rojo.
La escena se repite, con circunstancias más o menos patéticas, durante un año.
Todos los días, como un mantra, el hombre iba hasta el parque para mirarla. Ensayó, solo frente al espejo, abordajes creativos, incisos perspicaces, frases ingeniosas, cumplidos solapados pero audaces, conversaciones banales sobre el clima, la muerte, el infierno.
Creyó, como todo hombre joven que se sienta solo en un banco, que las grandes abstracciones lo alejaban irremediablemente de ella.
Supo también que nunca podría hablarle.
Los días pasaron, lentos e inagotables.
Un parque cualquiera.
Un ocaso sin pretenciones.
Dos bancos enfrentados.
Un hombre joven la observaba con el sigilo de la timidez.
Ella, cautiva de sus pensamientos, observaba su libro, encuadernado en rojo.
La escena se repite, con circunstancias más o menos patéticas, durante un año.
Todos los días, como un mantra, el hombre iba hasta el parque para mirarla. Ensayó, solo frente al espejo, abordajes creativos, incisos perspicaces, frases ingeniosas, cumplidos solapados pero audaces, conversaciones banales sobre el clima, la muerte, el infierno.
Creyó, como todo hombre joven que se sienta solo en un banco, que las grandes abstracciones lo alejaban irremediablemente de ella.
Supo también que nunca podría hablarle.
Los días pasaron, lentos e inagotables.
Pasaron hasta que no hubo más días.
Una tarde, igual a todas las anteriores, el hombre joven fue hasta el parque. En su lugar había un anciano, decrépito y tembloroso, sentado solo en el banco.
Enfrente no había ninguna mujer.
Un libro rojo la reemplazaba.
El hombre joven se acercó, lo abrió, y leyó una frase escrita apresuradamente en un margen, antes de volver, como un retrato fugitivo, a ser el anciano decrépito que lo miraba, o lo recordaba, desde el banco de enfrente.
Más Egosofía. I Feminología.
Más literatura gótica:
Una tarde, igual a todas las anteriores, el hombre joven fue hasta el parque. En su lugar había un anciano, decrépito y tembloroso, sentado solo en el banco.
Enfrente no había ninguna mujer.
Un libro rojo la reemplazaba.
El hombre joven se acercó, lo abrió, y leyó una frase escrita apresuradamente en un margen, antes de volver, como un retrato fugitivo, a ser el anciano decrépito que lo miraba, o lo recordaba, desde el banco de enfrente.
El mayor arrepentimiento procede de aquellos actos insensatos que nunca cometimos cuando tuvimos la oportunidad de hacerlo.
Más Egosofía. I Feminología.
Más literatura gótica:
- El lado oscuro del amor.
- Misterios miserables.
- Cómo hacer que un hombre vuelva a hablarte.
- Cómo luchar contra la tentación.
El artículo: Cómo vencer la timidez (o el infierno de los tímidos) fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com
2 comentarios:
Tan Cierto :(
¿Es la vida diciéndome que a fuerzas tengo que decirle algo al que me gusta? XD
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