El irrespetuoso respeto por las mujeres.


El irrespetuoso respeto por las mujeres.




Una muchacha entró corriendo al bar. Intentó arrojarse a los brazos de Lizzardi pero éste, con un gesto de piadosa repulsión, la apartó enérgicamente.

La muchacha se retiró llorando del establecimiento.

—Ya ven lo que un poeta debe sufrir como sintomatología del éxito. Para subsistir uno debe convertirse en asceta del amor, en brahmán de las privaciones, en un sacrificado monje del aplazamiento venial.

—En resumen: en un cretino. —lo interrumpió el profesor Lugano.

Seguimos aquel debate con gran interés.

Por un lado estaba el profesor Lugano, ampliamente reconocido por sus conquistas amorosas y sus estrategias poco éticas. Por el otro, Hugo Lizzardi, un poeta de escaso prestigio entre nosotros pero con una extraordinaria aceptación en el público femenino.

—Insisto, profesor —dijo Lizzardi—, el respeto por la mujer debe ser absoluto, sagrado. Jamás se debe trasgredirlo aún cuando sea la propia mujer quien solicite con urgencia su trasgresión.

—Suscribo, en parte. El respeto por la mujer, por cierto, debe ser absoluto y sagrado. Solo disiento con las cualidades de lo absoluto y lo sagrado que usted administra.

Lizzardi sonrió al advertir un resquicio discursivo en el cual podía insertar otra de sus conspicuas anécdotas.

—Justamente el otro día —dijo— una muchacha que admira mi obra se presentó en mi domicilio. Naturalmente, la atendí. Hablamos cordialmente durante unos minutos hasta que me pidió, sin mayores preámbulos, que la desnudara...

Lizzardi saboreó la expectativa que su historia había generado entre nosotros.

—Huelga decir que la eché a patadas —continuó—. Imagínese, profesor, si justamente yo, que respeto a la mujer sobre todas las cosas en este mundo, iba a ceder ante un capricho que la a privaría de su buen nombre y honor.

El profesor Lugano escupió por la ventana.

—Es decir, una mujer enamorada, ilusoriamente o no, se presenta en su domicilio para formalizar su deseo y usted resuelve echarla.

Por respeto a ella, profesor. No lo olvide.

—Naturalmente.

—¿Acaso no cree usted que la mujer tiene derecho al mayor de los respetos?

—Por supuesto. Toda mujer merece nuestro respeto. Sin embargo, en ocasiones la única actitud respetuosamente resposable frente a una mujer consiste en desnudarla.




La filosofía del profesor Lugano. I Egosofía.


El relato: El irrespetuoso respeto por las mujeres fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

2 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Tiene mucha razón Lugano. ¿Que es eso de rechazar a una mujer que viene a entregar su sensualidad? Rechazarla es una falta de respeto.
Muy mal en un poeta. ¿Y si era una musa?

Anónimo dijo...

Te estan plagiando tus obras.



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