El amor y la física cuántica.
Con cierta alarma mal disimulada nos enteramos que nuestra tertulia nocturna se vería perturbada por la presencia del doctor Luciano Corduro, célebre archienemigo del profesor Lugano, que por entonces buscaba ganar adeptos para sus hipótesis aterradoras acerca del universo que nos rodea.
—La única actitud lógica frente al universo —empezó Corduro— es aceptar la desintegración.
—Usted defiente una postura arrogante —dijo Lugano—, acaso la misma que sostienen los ateos, en definitiva, los sujetos más vanidosos que uno pueda encontrar. Según usted, el universo es una nada, una oquedad perfecta que solo se ve mancillada con despojos casuales de vida.
—De eso se trata la física cuántica, profesor. El universo es el estado negativo de las cosas, o, en otras palabras, un Vacío.
—A mi no me parece vacío, doctor —observó un acólito de nuestro exégeta—. De hecho, está repleto de cosas.
—Justamente —admitió Corduro—. El universo es un vacío, pero un vacío cargado positivamente donde las cosas realmente aparecen. ¿Cuándo aparecen? Cuando el equilibrio del Vacío es perturbado.
—Usted se refiere a la teoría de la espontaneidad.
—Precisamente. Este Vacío del cual les hablo no es una mera no-existencia, un no-lugar, sino todo eso pero en un estado de equilibrio tal que basta una mísera eventualidad para trastornarlo. La Vida es, en definitiva, una alteración del orden natural.
—Usted afirma que la Vida es una especie de error cósmico.
—Preferiría el término: eventualidad.
—Suscribo.
Todos nos sobresaltamos un poco. El que había admitido semejante disparate era nada menos que el profesor Lugano, a quien ninguno había visto coincidir con nadie además de consigo mismo.
—Y le digo más —continuó Lugano—. Hay algo terriblemente mal con el universo. Por eso conviene estar dispuesto a ir al fondo de la cuestión.
—¿Pero cómo? —preguntó Corduro.
—En primer lugar, asumiendo que vivimos en un error cósmico y en consecuencia ir hasta el final.
—¿Y cómo llamaría usted esta contraofensiva?
—Amor.
Un silencio sobrenatural cayó sobre los presentes. Algunos suspiraron, creyendo que el buen profesor finalmente había sido vencido por las premisas de la física cuántica, forzándolo a apoyarse en un romanticismo banal que carecía de estructura.
—¿No es el Amor lo más parecido a su idea de universo? —preguntó Lugano— Le diré más, el Amor es exáctamente eso: un desequilibrio.
—Una eventualidad.
—Si así lo prefiere —continuó Lugano—. Desde luego que no hablo aquí de un amor universal, de un amor absoluto; sino del mismo acto ontológico de seleccionar del caos algo que valga la pena amar. En este sentido, el Amor es un elemento que atenta contra el equilibrio, algo que busca destrozar la continuidad del Vacío.
El doctor Corduro intentó ensayar una refutación, pero fue silenciado amablemente por los acólitos más beligerantes del grupo, cuyo rostro ya comenzaba a manifestar los primeros indicios del encendimiento intelectual.
—Todos somos hijos del Mal —vociferó Lugano—. Pero de un Mal en un estricto sentido formal. El Amor selecciona algo, una sola cosa, y desecha el universo entero al tacho de basura. Te amo más que a nada, oímos decir a los amantes casi como una declaración de principios. Y en realidad lo es. Lo que realmente estamos diciendo es que e universo nos importa un carajo, salvo una eventualidad, un pequeño suceso o casualidad del tiempo y el espacio que nos ha despertado algo que trasciende el Vacío.
—Pero la física cuántica sostiene que...
El doctor Corduro no llegó a terminar su exposición. Ante el breve discurso del profesor se decidió tácitamente que el universo efectivamente era una mierda, y que lo único que vale la pena es cagarse en él y amar hasta la desintegración.
La filosofía del profesor Lugano. I Egosofía.
El artículo: El amor y la física cuántica fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com
4 comentarios:
Me fascinó el relato, de los mejores del profesor Lugano. Sin duda alguna tiene razón sobre lo que piensa del amor, aunque también se puede enamorar de la misma forma del arte o alguna otra cosa, a pesar de ser difícil encontrar un caso. En fin. Felicidades Lord Aelfwine por tan maravillosa entrega :D
Me declaro ferviente admiradora del profesor lugano, de la física cuántica y del vacío del universo (con universo y todo) que se llena con lo que creemos que se llena.
Qué genial! Me rei tanto como me salió.
El profesor Lugano encarna, aquí, la faceta menos conocida de Freud. Muchas gracias por el relato.
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