Un extraño brindis de Año Nuevo en El Espejo Gótico

Un extraño brindis de Año Nuevo en El Espejo Gótico.


Aquellos lectores insensatos que nos siguen desde hace tiempo, a menudo ocultos en las sombras, y acaso abochornados; saben que al avecinarse el Fin de Año solemos caer en una profunda melancolía; no libre de euforia, la cual nos permite formular alguna reflexión audaz sin temor a la censura de la razón.

El Fin de Año y el comienzo de un Año Nuevo son fechas que se festejan prácticamente en todo el mundo. ¿Pero en qué consiste ese festejo? ¿Por qué año tras año insistimos en él?

Lo cierto es que esta fecha no tiene nada que ver con el final de una etapa, ni con el comienzo concreto y objetivo de otra; sino más bien con una renovación de la esperanza.

El profesor Lugano razona que el festejo de Año Nuevo solo se justifica por el resto de los días del año, pero luego se contradice, ya bien entrada la madrugada, y sostiene que todos los días del año son Año Nuevo, solo que decidimos ignorarlo.

Desnudemos este razonamiento.

El Año Nuevo nos permite el sutil y dulce engaño de que todas nuestras expectativas pueden renovarse, que todo aquello que dejamos pendiente de hecho puede realizarse en un futuro que todavía está en blanco.

En este sentido el Año Nuevo opera como una convención que promueve la esperanza. ¿En qué? No hablemos ya de proyectos, de cosas que no hicimos y que probablemente no haremos nunca, sino de la esperanza de que algo indefinible cambie; algo que rompa ese ciclo de semanas que se suceden sin solución de continuidad, algo que nos permita mantener encendido el deseo.

Pero entonces advertimos, ya ebrios y de pésimo humor, que el día de Año Nuevo no es otra cosa que un día como todos los demás. Ese largo y ancho lienzo en blanco comienza a desgastarse, y sobreviene el desengaño. Nada nuevo ha sucedido, ningún cambio milagroso ha operado en nosotros, y la rutina comienza a devorarnos lentamente.

Por eso desde aquí intentamos disuadir a nuestros lectores, recordemos, ocultos y acaso abochornados, acerca de una exagerada expectativa sobre el Año Nuevo y los supuestos dones que nos reserva. Festejar y embriagarse no está mal, para empezar, pero tal vez convendría no llegar al extremo de apelar a un milagro en el calendario, y, en cambio, insistir en estrategias que no nos obliguen a renunciar o a postergar nuestros sueños hasta el próximo año.

Desde aquí, eludimos cualquier planificación venturosa y brindamos por todos los que nos han acompañado a lo largo del 2013: por los que van y vienen, los indecisos, los que siempre están regresando, los que nos abandonan juiciosamente, los que nos llenan de afecto y elocuentes sugerencias, los que nos condenan, los que se esfuerzan en críticas constructivas y otras no tanto, los que sustraen un minuto clandestino a sus días para leernos, o para dejar de hacerlo; a todos ellos, a todos ustedes, gracias.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

También debo agradecer la compañia y literatura que nos comparten. MUY BUEN 2014!

Morgan MacNeil dijo...

Por eso prefiero Navidad, porque me parece que tiene un significado más profundo. Además, yo no quería que el 2013 se terminara, pero como la gente alrededor mío no la pasó tan bien, yo andaba con cara de: "Sí, ojalá que el 2014 sea mejor, no como este año de cuarta, sí, sí"...pero la cuestión es que, como bien decís, todo depende de uno.

Sumándome al brindis y aprovechando que las fiestas han aumentado mi bondad (mentira), te deseo que tengas un sensacional 2014 lleno de paz, amor,alegría, luces de colores, florcitas, mariposas...ah, pero como que lo último medio que no va con el sitio este, ¿no? Bueno, feliz 2014.
Salu2



Lo más visto esta semana en El Espejo Gótico:

Poema de Hannah Cowley.
Relato de Thomas Mann.
Apertura [y cierre] de Hill House.

Los finales de Lovecraft.
Poema de Wallace Stevens.
Relato de Algernon Blackwood.