Breve historia de la Hipocresía


Breve historia de la Hipocresía.




¿Qué es la Hipocresía? ¿Cómo podemos definir las particularidades que conforman a un hipócrita?

Podríamos empezar diciendo que la noción general de Hipocresía afirma que ésta es la actitud, sostenida o de corto alcance, de fingir algo en lo que no se cree realmente.

En estos fingimientos podemos englobar creencias, sentimientos, emociones, cualidades, y casi cualquier cosa que sea relativamente intangible. ¿Cuál es el sentido de esta representación? En general, la Hipocresía opera como una especie de pantalla que protege la reputación y la integridad emocional del sujeto; cuestiones que no siempre son claramente saludables por sí mismas.

Vayamos a un ejemplo.

X. se encuentra con D. F. y Z.

D. F. y Z. opinan que el metal es una mierda.

X. adora el metal, pero apoya esas opiniones en orden de mantener su posición en el grupo.

El hipócrita finge sentimientos o actitudes en los que no cree realmente o que bien no siente en absoluto; de modo que la Hipocresía no está en sus ideas, sino en la fatuidad entre lo que se piensa y lo que se hace.

El hipócrita arma un personaje, construye una apariencia, y busca que se lo juzgue únicamente a través de esos atributos. En casi todas las lenguas el hipócrita es alguien que esconde su verdadera personalidad. Pero esto no siempre fue así.

La palabra hipocresía proviene del latín hypocrisis, y esta de griego hypokrisis (ὑπόκρισις), «actuar una respuesta». Pero si retrocedemos aún más en el tiempo descubrimos que la palabra griega hypo también significa «máscara», y crytes, «respuesta»; por lo que antiguamente el término significaba «responder con máscaras». Una representación magistral de la Hipocresía.

Ahora bien, los griegos no consideraban a la Hipocresía del mismo modo que nosotros, es decir, no estaba asociada estrictamente a los Hipócritas. Curioso, pero cierto. La palabra Hipócrita está relacionada con el verbo hypokrinomai (υποκρίνομαι), literalmente, «tomo parte»; y esta de la palabra kritiki, «críticar» o «juzgar»; presumiblemente asociada a la interpretación de una idea o de un texto.

Los griegos pensaban en la Hipocresía como un acto complejo que consta de dos partes simples: simulación y disimulación. El primero consiste en simular que se piensa algo, y el segundo en disimular lo que no se quiere manifestar. Curiosamente, esta noción nos engloba a todos. Según estos parámetros, por cierto, paradójicos, la Hipocresía es una cualidad innata de la inteligencia humana.

Haremos bien en señalar las hipocresías groseras, pero conviene ser prudentes con las que no lo son. En especial porque todos somos Hipócritas. Esto no una observación, sino un hecho de la mente; una variable de la mecánica del razonamiento, conocido como error de atribución.

Podemos advertir el error de atribución cuando alguien tiende a explicar sus acciones, buenas o malas, como un sub-producto del ambiente que lo rodea, pero que al mismo tiempo le atribuye a las acciones de terceros una naturaleza innata.

Este error cognitivo, que no siempre es inconsciente, nos lleva a establecer imperfecciones en los demás que no llegamos a advertir en nosotros mismos. Una especie de autoengaño deliberado, por el cual encontramos incontables excusas para justificarnos mientras que nos mostramos ética y moralmente implacables con los demás.

En lo personal, la Hipocresía sistemática es algo que no me sorprende realmente. Lo único que me atrevería a condenar es aquella tendencia de los hipócritas a calificar de hipocresía cualquier argumento que busquen desestimar rápidamente; sin ponerse a pensar en la contradicción suprema que ello conlleva. En definitiva, el problema no está en la Hipocresía, sino en la poca elegancia de los hipócritas.




Egosofía. I Filología.


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