T.U.L.B: el Traductor Universal de Llantos de Bebés.
El anuncio de este extraordinario descubrimiento despertó cierta controversia en la comunidad científica, la cual intentó detener su patentamiento y posterior comercialización. La opinión pública, en cambio, lo recibió con los brazos abiertos.
El TULB; o Traductor Universal de Llantos de Bebés, es un dispositivo inalámbrico muy fácil de usar que, al ser conectado a un puerto USB, puede monitorear, registrar y finalmente traducir el llanto de los bebés a cualquier idioma. Los datos arrojados por este aparato, extremadamente precisos en términos de resultados, presentan además ciertas anomalías que se repiten en todos los casos analizados.
El TULB sólo funciona durante las primeras veinticuatro horas posteriores al nacimiento del bebé. Más allá de este período los resultados reducen su tasa de eficiencia en un 95%.
El traductor de bebés no estructura frases cabales, y mucho menos conceptos elaborados, sino impresiones fijas. Por ejemplo, cuando el TULB traduce a un bebé que llora porque siente hambre, sus resultados no arrojan declaraciones específicas del estilo: «tengo hambre», ya que el concepto del Yo aún no existe. En cambio, expresa alertas orgánicas que pueden ser traducidas simplemente con la palabra «miedo».
Lo mismo ocurre frente a todas las urgencias orgánicas y/o medioambientales que presionan sobre el recién nacido, como el sueño y el frío. El TULB siempre arroja la misma traducción: «miedo».
Al parecer, todos los bebés que han sido traducidos evidencian que existe una secuencia personal en el llanto; es decir, una variable comunicativa que se relaciona con los estímulos físicos concretos que experimenta el sujeto: hambre, sueño, dolor, etc. Este es el llanto individual del bebé, su registro acústico.
Por otro lado, el llanto de todos los bebés, independientemente del rincón del mundo en el que nazcan, presenta un patrón colectivo alarmante.
En otras palabras: que todos los bebés del planeta lloran por el mismo motivo (el patrón colectivo). Poco a poco este patrón se desvanece en el curso de la primera hora de vida, abriendo paso a los estímulos sensoriales y físicos del individuo.
El TULB demostró dos cosas:
La primera: que al momento de nacer los bebés no lloran a causa del hambre, del frío, del dolor, o del alejamiento con el útero materno. Esas necesidades se presentan después de la primera hora de vida.
La segunda: que aquel patrón colectivo es visual; es decir, que representa imágenes aisladas y muchas veces inconexas entre sí —como las de los sueños— a través de una vibración acústica similar.
La súbita retirada del mercado del TULB no logró ensombrecer la inquietud de los consumidores y mucho menos silenciar a los bebés que, al nacer, lloran al sentir que los recuerdos de sus vidas pasadas se desvanecen lentamente.
Egosofía: filosofía del Yo. I El lado oscuro de la psicología.
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