Una exploración literaria por el Castillo de Drácula.
[«Los muros de mi castillo están rotos; las sombras son muchas, y el viento sopla frío a través de las almenas y ventanas rotas.»]
Harker ingresa en el vestíbulo de un castillo decrépito: telarañas, muebles desvencijados, enredaderas trepando por las ventanas. En el rellano de una escalera que alguna vez fue majestuosa se encuentra Drácula. Harker, con su sombrero de fieltro y un abrigo sobre el brazo, está de pie en el vestíbulo.
El primer encuentro que tenemos con Drácula [en realidad, el segundo, pero el primero en el que el Conde no oculta su identidad] en la novela de Bram Stoker ocurre en su castillo en Transilvania, donde recibe a su nuevo abogado, Jonathan Harker [ver: El huésped de Drácula]
Bram Stoker codifica a Drácula como antiguo, tradicional y extranjero [desde la perspectiva británica, por supuesto]. Se lo describe usando marcadores raciales como «nariz aguileña», y si bien tiene un excelente manejo del inglés, a menudo recurre a los diversos dialectos de su región. En cierto modo, Drácula está representado simbólicamente por el Castillo de Transilvania. En esta apertura, el Castillo ya es amenazante, pero adquiere una posición más prominente cuando se advierte a Harker que no ingrese a ciertas habitaciones:
[«No estoy de ánimo para describir la belleza del castillo, porque cuando hube visto el panorama, exploré más: puertas, puertas, puertas por todas partes, y todas cerradas y con cerrojo. En ningún lugar excepto en las ventanas de los muros del castillo hay una salida disponible. ¡El castillo es una verdadera prisión y yo soy un prisionero!»]
Jonathan Harker, aunque amenazado tanto por Drácula como por las Tres Vampiresas, siente que la arquitectura del Castillo es una amenaza en sí misma. La repetición de «puertas, puertas, puertas por todas partes» evoca un laberinto que encierra a Harker dentro de sus límites y sugiere un peligro mortal en su centro, donde se encuentra el ataúd de Drácula.
El Castillo de Drácula es un personaje importante tanto al principio como al final de la novela, aunque en su estadía en Londres sigue estando presente. Siguiendo una arcana regla entre los Vampiros, Drácula solo puede descansar en su tierra natal; no cualquier tierra, sino tierra maldita, es decir, tierra de su propiedad [ver: Mitos y leyendas de vampiros]. Entonces, para hacer su viaje a Inglaterra, Drácula prepara 50 cajas llenas de tierra para enviarlas en el Deméter y luego distribuirlas entre varias propiedades en todo Londres [ver: El misterio del «Deméter»]. Esta diversidad de alojamientos le permite al Conde tener varias casas seguras para el almacenamiento de sus cajas y le brinda un acceso más fácil a diferentes puntos geográficos en la ciudad.
En resumen: para derrotar a Drácula, los Cazadores de Vampiros tienen que buscar sus diferentes propiedades, destruir las cajas, santificar la tierra y destruir sus títulos de propiedad. Esta parte de la novela de Bram Stoker es, literalmente, una disputa por el espacio arquitectónico, o quizás más correctamente, sobre el control sobre la tierra. Cada propiedad del Conde en Londres es, simbólicamente, una habitación externa del Castillo.
Drácula sabe exactamente cómo utilizar el espacio físico a su disposición; no solo en el Castillo de Transilvania, sino en todas las propiedades ubicadas estratégicamente en la ciudad de Londres. Los Cazadores no solo tratan desesperadamente de evitar que siga comprando inmuebles para esconderse, sino que tienen que combatir el control que el Conde ejerce sobre espacios arquitectónicos particulares. Un conflicto interesante se centra en las ventanas de los edificios. Debido a otra regla de los Vampiros, Drácula no puede ingresar a un lugar sin ser invitado [puede, al parecer, entrar y salir a gusto en espacios de su propiedad]. Cuando se dirige a su primera víctima, Lucy Westenra, utiliza la ventana de su dormitorio como punto de contacto directo con ella [ver: Bloofer Lady: la transformación de Lucy Westenra]. Lo mismo se repite más adelante con Mina Harker, mientras ella descansa en las habitaciones particulares del doctor Seward en el manicomio [ver: ¿Por qué los vampiros necesitan ser invitados a entrar?]
Las ventanas son el punto de entrada y salida de Drácula en las residencias de sus víctimas, una analogía con los cuellos de sus presas. Tanto la ventana como el cuello son límites [frágiles] entre el interior [las víctimas y la sangre] y el exterior, el propio Drácula. Es la habilidad del Conde para dominar estos límites y forzar su entrada [en realidad, su invitación] lo que le otorga poder sobre sus víctimas y, en la primera parte de la novela, también sobre los Cazadores.
La única ventaja que tienen los Cazadores es una herramienta que Drácula no domina: la tecnología. Como viejo aristócrata terrateniente, Drácula toma posesión y domina la tierra y la arquitectura, pero no puede competir contra las nuevas tecnologías; entre ellas, el telégrafo.
Volvamos al Castillo.
La literatura gótica toma su nombre de los estilos arquitectónicos de los castillos medievales donde se desarrollan las primeras historias del género. Bram Stoker utiliza estas características en Drácula, primero a través del Castillo del Conde en Transilvania. Incluso en el viaje en carruaje, Jonathan Harker no anota en su diario ningún punto de referencia específico para describir el lugar o la ruta hacia el Castillo. En cambio, su atención se centra en la atmósfera sombría, la apariencia física del edificio, que funciona como una señal de aprensión:
[«A medida que caía la noche comenzó a hacer mucho frío, y el mismo crepúsculo parecía fundirse en una oscura bruma en la penumbra de los árboles, robles, hayas y pinos, aunque en los valles que corrían profundos entre las estribaciones de las colinas, a medida que ascendíamos por el paso, los abetos oscuros se destacaban aquí y allá contra un fondo de nieve tardía.»]
Todo el viaje hasta el Castillo de Drácula sigue un recorrido ascendente. Más adelante, el Conde hace un comentario sobre el mal estado de los caminos de Transilvania: «es una vieja tradición que no deben mantenerse en muy buen estado», haciendo referencia al pasado de Transilvania como territorio de frontera con Oriente. Los caminos no se mantienen en buen estado para que los enemigos no puedan transitarlos con comodidad.
Conducido por el propio Conde [aunque Harker no lo sabe] desde el Paso de Borgo, el abogado contempla por primera vez el Castillo de Drácula [ver: Porque los muertos viajan deprisa]
[«El castillo está al borde mismo de un terrible precipicio. Hasta donde alcanza la vista hay un mar de copas de árboles verdes, con ocasionales grietas profundas donde hay un abismo. Aquí y allá hay hilos de plata que serpentean en profundos desfiladeros a través de los bosques (...) El tiempo parecía interminable a medida que avanzábamos, ahora en una oscuridad casi total, porque las nubes onduladas oscurecían la luna. Seguimos ascendiendo (...) De repente me di cuenta del hecho de que el cochero estaba tirando de los caballos en el patio de un enorme castillo en ruinas, de cuyas altas ventanas negras no salía ningún rayo de luz, y cuyas almenas rotas mostraban una línea irregular contra el cielo iluminado por la luna.»]
Durante los primeros días de su estancia en el Castillo de Drácula, Harker se siente desorientado. No logra establecer un mapa mental del interior del edificio, y a menudo se extravía, llegando a vagar sin rumbo hasta encontrar por casualidad su habitación. Por su parte, el Conde ya ha decidido cómo hará prisionero a su huésped. El poder de elegir le fue arrebatado a Harker en el momento en el que cruzó el umbral del Castillo. En ese punto ya es un prisionero:
[«En ningún lugar, excepto en las ventanas de los muros del castillo, hay una salida disponible.»]
Al comienzo, Harker solo es consciente de una vaga sensación de miedo y ansiedad, pero no puede descubrir la fuente. Por otro lado, es consciente del peso abrumador del tiempo y la historia mientras camina por el Castillo de Drácula. Disfruta de la experiencia del pasado, siente que «los siglos antiguos tenían, y tienen, poderes propios que la mera modernidad no puede matar». Imagina las habitaciones en la época de las «guerras sin remordimientos», cuando las damas esperaban que sus maridos regresaran del campo de batalla [ver: «Drácula» habría sido la novela favorita de Nietzsche]
Mientras explora el Castillo de Drácula, Harker encuentra grandes cantidades de monedas de oro de más de trescientos años, collares y adornos enjoyados. Estos objetos, anota, son diferentes a los que ha visto en el museo; en cierto modo, se sienten más reales:
[«Ciertamente hay extrañas deficiencias en la casa, considerando las extraordinarias evidencias de riqueza que me rodean. El servicio de mesa es de oro, y está tan bellamente trabajado que debe ser de un valor inmenso. Las cortinas y la tapicería son de las telas más costosas y hermosas, y deben haber sido de un valor fabuloso cuando se hicieron, porque tienen siglos de antigüedad. Vi algo así en Hampton Court, pero estaban desgastadas, deshilachadas y apolilladas.»]
Mientras entretiene a Harker, Drácula muestra varios rasgos típicos del villano gótico: orgullo por su herencia y linaje, cierta melancolía y un encanto hipnótico. Aunque Bram Stoker proporciona suficientes datos sobre su personalidad, deja una buena parte de Drácula en el misterio. A medida que Van Helsing revela parte del pasado del Conde, este adopta el aspecto de una figura legendaria:
[«En vida fue un hombre maravilloso. Soldado, estadista y alquimista. Tenía un cerebro poderoso, una erudición incomparable y un corazón que no conocía el miedo ni el remordimiento. Se atrevió incluso a asistir a la Scholomance, y no hubo rama del conocimiento de su época que no ensayara.»]
A la luz de esto, la visión inicial de Harker sobre Drácula, el aristócrata erudito y despiadado, haciendo su cama en el Castillo, es incongruente y ligeramente humorística. Ningún villano gótico se había rebajado a hacer tareas domésticas, lo que Drácula presumiblemente debe hacer, ya que no hay sirvientes en el Castillo.
[«No estoy de ánimo para describir la belleza del castillo, porque cuando hube visto el panorama, exploré más: puertas, puertas, puertas por todas partes, y todas cerradas y con cerrojo. En ningún lugar excepto en las ventanas de los muros del castillo hay una salida disponible. ¡El castillo es una verdadera prisión y yo soy un prisionero!»]
Jonathan Harker, aunque amenazado tanto por Drácula como por las Tres Vampiresas, siente que la arquitectura del Castillo es una amenaza en sí misma. La repetición de «puertas, puertas, puertas por todas partes» evoca un laberinto que encierra a Harker dentro de sus límites y sugiere un peligro mortal en su centro, donde se encuentra el ataúd de Drácula.
El Castillo de Drácula es un personaje importante tanto al principio como al final de la novela, aunque en su estadía en Londres sigue estando presente. Siguiendo una arcana regla entre los Vampiros, Drácula solo puede descansar en su tierra natal; no cualquier tierra, sino tierra maldita, es decir, tierra de su propiedad [ver: Mitos y leyendas de vampiros]. Entonces, para hacer su viaje a Inglaterra, Drácula prepara 50 cajas llenas de tierra para enviarlas en el Deméter y luego distribuirlas entre varias propiedades en todo Londres [ver: El misterio del «Deméter»]. Esta diversidad de alojamientos le permite al Conde tener varias casas seguras para el almacenamiento de sus cajas y le brinda un acceso más fácil a diferentes puntos geográficos en la ciudad.
En resumen: para derrotar a Drácula, los Cazadores de Vampiros tienen que buscar sus diferentes propiedades, destruir las cajas, santificar la tierra y destruir sus títulos de propiedad. Esta parte de la novela de Bram Stoker es, literalmente, una disputa por el espacio arquitectónico, o quizás más correctamente, sobre el control sobre la tierra. Cada propiedad del Conde en Londres es, simbólicamente, una habitación externa del Castillo.
Drácula sabe exactamente cómo utilizar el espacio físico a su disposición; no solo en el Castillo de Transilvania, sino en todas las propiedades ubicadas estratégicamente en la ciudad de Londres. Los Cazadores no solo tratan desesperadamente de evitar que siga comprando inmuebles para esconderse, sino que tienen que combatir el control que el Conde ejerce sobre espacios arquitectónicos particulares. Un conflicto interesante se centra en las ventanas de los edificios. Debido a otra regla de los Vampiros, Drácula no puede ingresar a un lugar sin ser invitado [puede, al parecer, entrar y salir a gusto en espacios de su propiedad]. Cuando se dirige a su primera víctima, Lucy Westenra, utiliza la ventana de su dormitorio como punto de contacto directo con ella [ver: Bloofer Lady: la transformación de Lucy Westenra]. Lo mismo se repite más adelante con Mina Harker, mientras ella descansa en las habitaciones particulares del doctor Seward en el manicomio [ver: ¿Por qué los vampiros necesitan ser invitados a entrar?]
Las ventanas son el punto de entrada y salida de Drácula en las residencias de sus víctimas, una analogía con los cuellos de sus presas. Tanto la ventana como el cuello son límites [frágiles] entre el interior [las víctimas y la sangre] y el exterior, el propio Drácula. Es la habilidad del Conde para dominar estos límites y forzar su entrada [en realidad, su invitación] lo que le otorga poder sobre sus víctimas y, en la primera parte de la novela, también sobre los Cazadores.
La única ventaja que tienen los Cazadores es una herramienta que Drácula no domina: la tecnología. Como viejo aristócrata terrateniente, Drácula toma posesión y domina la tierra y la arquitectura, pero no puede competir contra las nuevas tecnologías; entre ellas, el telégrafo.
Volvamos al Castillo.
La literatura gótica toma su nombre de los estilos arquitectónicos de los castillos medievales donde se desarrollan las primeras historias del género. Bram Stoker utiliza estas características en Drácula, primero a través del Castillo del Conde en Transilvania. Incluso en el viaje en carruaje, Jonathan Harker no anota en su diario ningún punto de referencia específico para describir el lugar o la ruta hacia el Castillo. En cambio, su atención se centra en la atmósfera sombría, la apariencia física del edificio, que funciona como una señal de aprensión:
[«A medida que caía la noche comenzó a hacer mucho frío, y el mismo crepúsculo parecía fundirse en una oscura bruma en la penumbra de los árboles, robles, hayas y pinos, aunque en los valles que corrían profundos entre las estribaciones de las colinas, a medida que ascendíamos por el paso, los abetos oscuros se destacaban aquí y allá contra un fondo de nieve tardía.»]
Todo el viaje hasta el Castillo de Drácula sigue un recorrido ascendente. Más adelante, el Conde hace un comentario sobre el mal estado de los caminos de Transilvania: «es una vieja tradición que no deben mantenerse en muy buen estado», haciendo referencia al pasado de Transilvania como territorio de frontera con Oriente. Los caminos no se mantienen en buen estado para que los enemigos no puedan transitarlos con comodidad.
Conducido por el propio Conde [aunque Harker no lo sabe] desde el Paso de Borgo, el abogado contempla por primera vez el Castillo de Drácula [ver: Porque los muertos viajan deprisa]
[«El castillo está al borde mismo de un terrible precipicio. Hasta donde alcanza la vista hay un mar de copas de árboles verdes, con ocasionales grietas profundas donde hay un abismo. Aquí y allá hay hilos de plata que serpentean en profundos desfiladeros a través de los bosques (...) El tiempo parecía interminable a medida que avanzábamos, ahora en una oscuridad casi total, porque las nubes onduladas oscurecían la luna. Seguimos ascendiendo (...) De repente me di cuenta del hecho de que el cochero estaba tirando de los caballos en el patio de un enorme castillo en ruinas, de cuyas altas ventanas negras no salía ningún rayo de luz, y cuyas almenas rotas mostraban una línea irregular contra el cielo iluminado por la luna.»]
Durante los primeros días de su estancia en el Castillo de Drácula, Harker se siente desorientado. No logra establecer un mapa mental del interior del edificio, y a menudo se extravía, llegando a vagar sin rumbo hasta encontrar por casualidad su habitación. Por su parte, el Conde ya ha decidido cómo hará prisionero a su huésped. El poder de elegir le fue arrebatado a Harker en el momento en el que cruzó el umbral del Castillo. En ese punto ya es un prisionero:
[«En ningún lugar, excepto en las ventanas de los muros del castillo, hay una salida disponible.»]
Al comienzo, Harker solo es consciente de una vaga sensación de miedo y ansiedad, pero no puede descubrir la fuente. Por otro lado, es consciente del peso abrumador del tiempo y la historia mientras camina por el Castillo de Drácula. Disfruta de la experiencia del pasado, siente que «los siglos antiguos tenían, y tienen, poderes propios que la mera modernidad no puede matar». Imagina las habitaciones en la época de las «guerras sin remordimientos», cuando las damas esperaban que sus maridos regresaran del campo de batalla [ver: «Drácula» habría sido la novela favorita de Nietzsche]
Mientras explora el Castillo de Drácula, Harker encuentra grandes cantidades de monedas de oro de más de trescientos años, collares y adornos enjoyados. Estos objetos, anota, son diferentes a los que ha visto en el museo; en cierto modo, se sienten más reales:
[«Ciertamente hay extrañas deficiencias en la casa, considerando las extraordinarias evidencias de riqueza que me rodean. El servicio de mesa es de oro, y está tan bellamente trabajado que debe ser de un valor inmenso. Las cortinas y la tapicería son de las telas más costosas y hermosas, y deben haber sido de un valor fabuloso cuando se hicieron, porque tienen siglos de antigüedad. Vi algo así en Hampton Court, pero estaban desgastadas, deshilachadas y apolilladas.»]
Mientras entretiene a Harker, Drácula muestra varios rasgos típicos del villano gótico: orgullo por su herencia y linaje, cierta melancolía y un encanto hipnótico. Aunque Bram Stoker proporciona suficientes datos sobre su personalidad, deja una buena parte de Drácula en el misterio. A medida que Van Helsing revela parte del pasado del Conde, este adopta el aspecto de una figura legendaria:
[«En vida fue un hombre maravilloso. Soldado, estadista y alquimista. Tenía un cerebro poderoso, una erudición incomparable y un corazón que no conocía el miedo ni el remordimiento. Se atrevió incluso a asistir a la Scholomance, y no hubo rama del conocimiento de su época que no ensayara.»]
A la luz de esto, la visión inicial de Harker sobre Drácula, el aristócrata erudito y despiadado, haciendo su cama en el Castillo, es incongruente y ligeramente humorística. Ningún villano gótico se había rebajado a hacer tareas domésticas, lo que Drácula presumiblemente debe hacer, ya que no hay sirvientes en el Castillo.
Drácula ejerce una poderosa influencia sobre las actividades diarias de Harker, ubicándolo en lugares particulares del Castillo, a horas determinadas. Hay momentos en los que el Conde «insiste» en que Harker se quede en la biblioteca leyendo su vasto catálogo de libros. ¿Por qué? No lo sabemos, pero podemos deducir que el Conde se encuentra organizando la logística de su viaje a Londres y no quiere ser perturbado por la curiosidad de su invitado.
El control de Drácula sobre el espacio físico que Harker debe ocupar en el Castillo va más allá. El Conde también establece dónde y a qué hora Harker debe tomar su desayuno, almuerzo y cena. Incluso las necesidades más básicas del inglés están sujetas al control de Drácula.
El lugar de Castillo que más enfatiza la sensación de encierro forzado es el dormitorio de Jonathan Harker. Todas las noches, Drácula le advierte a su invitado que no salga de su habitación, y mucho menos que merodee por el Castillo [ver: ¡Este hombre me pertenece!]. Aquí no hay sugerencias ni insinuaciones: Drácula le ordena verbalmente a Harker que se quede en su cuarto, marcando una vez más su dominio sobre espacio:
[«Déjame aconsejarte, mi querido y joven amigo; no, déjame advertirte con toda seriedad, que si abandonas estas habitaciones, por ningún motivo debes dormir en ninguna otra parte del castillo.»
En general [sobre todo en las adaptaciones cinematográficas de la novela] se supone que la advertencia de Drácula tiene que ver con las Tres Vampiresas que habitan en alguna parte del Castillo [ver: El Drácula de Coppola y las cloacas de Stoker]. Sin embargo, en este punto de la historia, Drácula ya ha obligado a Harker a escribir una gran cantidad de cartas, no solo a su firma, sino a Mina, de manera tal que no hay ninguna razón para mantenerlo con vida. En otras palabras, Drácula no está tratando de proteger a Harker, evitando que caiga en los abrazos seductores de las Vampiresas [en este punto importa poco si vive o no], sino que prohibe el acceso a cualquier vía de escape que pueda encontrar.
En este punto de la novela, Harker ya sabe que es un prisionero, y no tiene más remedio que obedecer las órdenes de Drácula, no tanto porque el Conde le resulta amenazador, sino porque el Castillo ejerce una extraña sensación de desorientación sobre él. Por otro lado, el Castillo es el hogar de Drácula, su territorio, y le permite confiar [quizás demasiado] que Harker será incapaz de escapar. En este contexto, Harker está solo, aislado y perdiendo lentamente la cordura.
Aunque las reacciones de Harker a su encarcelamiento en el Castillo de Drácula son típicas de la prisionera gótica [miedo e impotencia], su comportamiento es inusual, al menos en un caso, para la novela gótica. Este incidente es el encuentro con las Tres Vampiresas [ver: La verdad sobre las tres Vampiresas de Drácula]. El Harker habitualmente circunspecto sucumbe a un atípico impulso erótico cuando aparecen las mujeres:
[«Las tres tenían dientes blancos y brillantes, que resplandecían como perlas contra el rubí de sus labios voluptuosos. Había algo en ellas que me inquietaba, algo de anhelo y, al mismo tiempo, algo de miedo mortal. Sentí en mi corazón un deseo ardiente y perverso de que me besaran con esos labios rojos.»]
La naturaleza sexual de Harker surge solo en este episodio del libro y parece fuera de lugar para el personaje, pero la respuesta ambigua a la amenaza del Vampiro es típica de las víctimas de la novela gótica [ver: El código secreto en el «Drácula» de Bram Stoker]. Una vez que regresa a Inglaterra, Harker cede su papel principal y se convierte en un miembro más del grupo de Cazadores.
Otro detalle que suele estar ausente en las adaptaciones cinematográficas de la novela, es que a Harker le toma meses idear un plan escape y ejecutarlo. Cuando por fin consigue escapar, buscar refugio en un convento y contactarse con Mina, ella viaja para llevarlo de regreso a Inglaterra, pero se encuentra con una sombra de su prometido:
[«Encontré a mi amado, oh, tan delgado, pálido y de aspecto débil. Toda la resolución ha desaparecido de sus queridos ojos, y esa tranquila dignidad que estaba en su rostro se ha desvanecido, es solo una ruina de sí mismo.»]
Incluso después de escapar, Harker todavía está traumatizado, y se podría argumentar que Drácula todavía lo tiene prisionero en el Castillo, tal vez no físicamente, pero sí emocional y mentalmente.
El Castillo de Drácula vuelve a cobrar relevancia al final de la novela. Los Cazadores logran identificar las propiedades de Drácula en Londres y destruir casi todas sus cajas de tierra. El Vampiro no tiene otra alternativa que retirarse al Castillo y, en cierto modo, quedar atrapado en su interior. El lugar donde controlaba todos los aspectos de la vida de Harker, ahora es el lugar donde el Conde perderá su poder y, con él, su vida.
[«El castillo de Drácula se recortaba contra el cielo, porque estábamos tan profundo debajo de la colina en la que se asentaba, que el ángulo de perspectiva de los Cárpatos estaba muy por debajo de ella. Lo vimos en toda su grandeza, encaramado a mil pies.»]
Es dentro de los terrenos del Castillo [la montaña donde se alza el edificio] donde los Cazadores matan a Drácula. En este contexto, el Castillo es significativo en la dinámica de poder entre Harker y el Conde, en el sentido que se produce una inversión de poder entre estos dos personajes. Si, al comienzo de la novela, Harker se sentía impotente en el Castillo, al final es allí donde recupera su libre albedrío. En cierto modo, el libro da un giro completo y utiliza al Castillo para retratar los cambios que se producen en la relación entre Harker y el Conde.
Drácula está atado a su Castillo, en primer lugar, por su condición de Vampiro. Está obligado a regresar y reponer fuerzas en su tumba. En consecuencia, el Castillo actúa como hogar y como tumba; una que él controla y donde cree que está libre de peligro.
La razón por la que los viejos Castillos medievales son tan frecuentes en la novela gótica es simple: estos lugares aislados y desolados es lo único que permite que este tipo de historias sean probables y, por lo tanto, aceptables para el lector. En este sentido, el Castillo tiene una presencia significativa en la literatura gótica; de hecho, podemos ver al Castillo como un personaje más dentro del género. En El Castillo de Otranto (The Castle of Otranto, Horace Walpole), por ejemplo, conocemos un Castillo que se desmorona lentamente y que está relacionado con el linaje de sus ocupantes, cambiando y modificándose para expresar el estado de ánimo de sus dueños. En Cumbres Borrascosas (Wuthering Heights, Emily Brontë), el Castillo-Mansión está embrujado por sus residentes, pero estos también están embrujados por el edificio, y si no fuera por la lucha de los que están dentro la historia no habría ocurrido en primer lugar. Finalmente, en Drácula, el Castillo es una fuerza tan opresiva y asombrosa como su dueño. Es un laberinto que debe ser descifrado, como el Conde y sus múltiples secretos.
El Castillo de Drácula, como su dueño, fueron centros de poder en su tiempo. El Conde fue un gran señor [Drácula está orgulloso de sus antepasados guerreros], alguien poderoso, con capacidad para influir en la política y las acciones militares de su tierra, pero visto desde una perspectiva histórica, ahora es un Vampiro limitado por una gran cantidad de reglas y normas que no puede transgredir. El Castillo también fue un centro de poder político y militar, pero ahora solo puede influir en lo que ocurre en su interior [ver: El «Drácula» de Stoker NO está inspirado en Vlad Tepes]
Bram Stoker incorporó otros temas góticos tradicionales en Drácula, como el encarcelamiento, la persecución y la tiranía. En la primera parte de la novela, la visita de Jonathan Harker al Castillo de Drácula es análoga al episodio central de Emily en Los misterios de Udolfo (The Mysteries of Udolpho) de Ann Radcliffe. Harker, como Emily, se encuentran encarcelados en un castillo extraño y amenazados por un villano autocrático. En cada caso hay una amenaza sexual directa. Emily es perseguida por el Conde Morano y los bandoleros de Montoni, mientras que Harker es perseguido por las tres «novias» de Drácula. Ni Montoni ni Drácula están interesados en sus huéspedes excepto como medios para un fin. Montoni tiene planes sobre el dinero de Emily, y Drácula utiliza a Harker para llegar a Inglaterra. Tanto Harker como Emily hacen horribles descubrimientos durante sus estancias forzadas en los Castillos de Drácula y Udolpho. Por ejemplo, Emily encuentra un rastro de sangre, un cadáver y una espantosa efigie de cera; Harker encuentra a Drácula descansando en su ataúd después de un ataque que le ha dado al Vampiro una apariencia más juvenil [ver: Las fantasías privadas de Bram Stoker]
El carácter del Castillo en la literatura gótica [y también las abadias, iglesias en ruinas, torres oscuras y criptas abandonadas] nos dice mucho sobre su papel en el género. De hecho, los Castillos [y sus hermanos menores] son tan importantes en la ficción gótica que a veces abruman y condicionan a los personajes activos [humanos o no] y se convierten en personajes en sí mismos, participando en la historia tanto como como cualquier otro personaje.
Lo que vincula a todos los Castillos Góticos, literales y simbólicos, es su condición de lugares de poder. La iglesia, la abadía, el castillo y la mansión son centros de poder de una manera u otra. Aunque la forma en que se caracteriza el Castillo Gótico varía en los detalles concretos, sigue siendo consistente en lo abstracto, y esta consistencia resalta otro hecho importante: si bien algunos géneros literarios pueden abordar el escenario como algo incidental, el espacio de poder, aún en ruinas, es fundamental en la literatura gótica.
Como el Castillo de Udolfo, el Castillo de Drácula funciona como un centro de poder pero también como una prisión cuando Drácula atrapa a Jonathan Harker; incluso funciona como una tumba, rasgo magnificado por la naturaleza vampírica de Drácula y su necesidad de recuperar fuerzas durmiendo en un ataúd. Lo mismo ocurre con la Abadía de Carfax que Drácula compra en Inglaterra, una antigua institución de poder en ruinas ahora habitada por una fuerza antitética: el Vampiro.
Drácula compra esta doble institución de poder [una propiedad noble y un edificio religioso] y la utiliza como piedra fundacional para su ataque contra las personas, la propiedad y la ideología inglesas. De manera similar, Heathcliff [un extranjero como Drácula], manipula el marco capitalista para comprar Cumbres Borrascosas. Y, al igual que el Conde, Heathcliff usa esto como un área de preparación para atacar a la «civilización» [encarnada en Thrushcross Grange]. Aún antes, Montoni [Los misterios de Udolfo] trata de arrebatar el control de las propiedades de la familia St. Aubert, tratando de heredar la tierra de la misma manera que Heathcliff adquiere Thrushcross Grange, y también tratando de obligar a Emily a firmar documentos legales que ceden ese control. En cada caso, la propiedad está en el centro de esta toma de poder y la propagación de la destrucción.
Es interesante que, en Drácula, el Vampiro esté atado a su lugar natal [debe dormir en tierra transilvana], pero que maniobre alrededor de esta «ley» llevándose la tierra con él, estableciendo de este modo una cabeza de playa en Londres desde la cual puede llevar a cabo su «invasión». Es decir que Drácula literalmente transporta su Castillo, la corrupción intrínseca de ese lugar, a su nueva residencia en Carfax.
A diferencia de villanos anteriores del género gótico, como Montoni y Heathcliff, que eran fuertes en un sentido normal, Drácula es sobrenaturalmente fuerte [«tan fuerte como veinte hombres»]. En otras palabras, no hay ambigüedad sobre Drácula: es una criatura sobrenatural. Más que eso, mientras que lo sobrenatural se limita a un lugar específico [como los fantasmas con las casas que embrujan], Drácula puede atacar a sus enemigos en su propio territorio ya que es capaz de «movilizar» su Castillo.
Estos ataques son más que físicos y financieros, Drácula ataca espiritual, existencial y culturalmente, sobre todo a la masculinidad inglesa. Harker y los otros ingleses son, en apariencia, débiles e ineficaces. Bram Stoker lo enfatiza al feminizar a Harker en su cautiverio, «sentándose en una mesita de roble donde, en los viejos tiempos, posiblemente alguna bella dama se sentaba a escribir», y dando mayor fuerza y resolusión al estadounidense Quincy Morris, al holandés Van Helsing y, por supuesto, al Conde Drácula. En la novela, solo los extranjeros [desde la perspectiva inglesa] tienen poder, para bien o para mal, y solo los extranjeros [el estadounidense y el holandés] son capaces de hacer cualquier cosa significativa contra Drácula [ver: Por qué Drácula nunca pudo enamorarse de Mina]
Al igual que en las novelas góticas que hemos mencionado, Drácula ataca un elemento fundamental de lo inglés: la mujer doméstica, pero, a diferencia de Heathcliff y Montoni [que no logran desestabilizar este pilar], Drácula logra tomar a Lucy y Mina, logra convertirlas, hacerlas como él, extranjeras y poderosa, mientras que los varones ingleses son impotentes [ver: Mina y Lucy: la ideología de género en «Drácula»]. A pesar de toda la parafernalia de riqueza e imperio, el verdadero «poder» [según Bram Stoker] deriva de la civilización, y por eso resulta impotente ante la depredación de los incivilizados. El Conde, por supuesto, hace una movida estratégica brillante al movilizar su Castillo [o al menos la parte más importante] en sus cajas de tierra [ver: Drácula visita Salem's Lot]
Que Drácula tenga un «final feliz» y parezca afirmar la victoria del orden social inglés, en última instancia, es algo pírrico y engañoso. Los británicos logran derrotar al Vampiro, es cierto, pero solo gracias a la intervención de los extranjeros, mientras que el Conde ha tenido éxito en socavar el carácter inglés al destruir a Lucy y manchar a Mina, de modo que el primogénito de Jonathan se llamará Quincy [el nombre del estadounidense] casi como un talismán de protección para la futura generación [ver: La maternidad fallida en «Drácula»]
Entonces, podemos decir que los [realmente] poderosos vienen del «extranjero» para destruir el carácter inglés, y que las manifestaciones de estos «poderosos» [la aristocracia decadente del Conde] son fuertes en el sentido social, pero completamente desprovistas de poder real. La nobleza es nobleza, el poder es poder, y Drácula y Harker son dos síntomas de un solo problema: la naturaleza destructiva del poder mismo.
Estos ataques son más que físicos y financieros, Drácula ataca espiritual, existencial y culturalmente, sobre todo a la masculinidad inglesa. Harker y los otros ingleses son, en apariencia, débiles e ineficaces. Bram Stoker lo enfatiza al feminizar a Harker en su cautiverio, «sentándose en una mesita de roble donde, en los viejos tiempos, posiblemente alguna bella dama se sentaba a escribir», y dando mayor fuerza y resolusión al estadounidense Quincy Morris, al holandés Van Helsing y, por supuesto, al Conde Drácula. En la novela, solo los extranjeros [desde la perspectiva inglesa] tienen poder, para bien o para mal, y solo los extranjeros [el estadounidense y el holandés] son capaces de hacer cualquier cosa significativa contra Drácula [ver: Por qué Drácula nunca pudo enamorarse de Mina]
Al igual que en las novelas góticas que hemos mencionado, Drácula ataca un elemento fundamental de lo inglés: la mujer doméstica, pero, a diferencia de Heathcliff y Montoni [que no logran desestabilizar este pilar], Drácula logra tomar a Lucy y Mina, logra convertirlas, hacerlas como él, extranjeras y poderosa, mientras que los varones ingleses son impotentes [ver: Mina y Lucy: la ideología de género en «Drácula»]. A pesar de toda la parafernalia de riqueza e imperio, el verdadero «poder» [según Bram Stoker] deriva de la civilización, y por eso resulta impotente ante la depredación de los incivilizados. El Conde, por supuesto, hace una movida estratégica brillante al movilizar su Castillo [o al menos la parte más importante] en sus cajas de tierra [ver: Drácula visita Salem's Lot]
Que Drácula tenga un «final feliz» y parezca afirmar la victoria del orden social inglés, en última instancia, es algo pírrico y engañoso. Los británicos logran derrotar al Vampiro, es cierto, pero solo gracias a la intervención de los extranjeros, mientras que el Conde ha tenido éxito en socavar el carácter inglés al destruir a Lucy y manchar a Mina, de modo que el primogénito de Jonathan se llamará Quincy [el nombre del estadounidense] casi como un talismán de protección para la futura generación [ver: La maternidad fallida en «Drácula»]
Entonces, podemos decir que los [realmente] poderosos vienen del «extranjero» para destruir el carácter inglés, y que las manifestaciones de estos «poderosos» [la aristocracia decadente del Conde] son fuertes en el sentido social, pero completamente desprovistas de poder real. La nobleza es nobleza, el poder es poder, y Drácula y Harker son dos síntomas de un solo problema: la naturaleza destructiva del poder mismo.
Significativamente, el día y la noche se invierten en el Castillo de Drácula. Para llevar a cabo su negocio, Jonathan Harker descubre que debe compartir la existencia nocturna del Conde y, como su anfitrión, retirarse a la cama al amanecer. Como en el romance gótico, la noche juega un papel importante en Drácula. Tradicionalmente es de noche cuando las fuerzas del mal son más poderosas, en consecuencia, es de noche cuando los villanos parecen estar más activos; las maniobras de Montoni, Schedoni, Melmoth y Ambrosio tienen lugar al amparo de la oscuridad. Bram Stoker sigue el mismo patrón; y aunque el Conde puede aparecer durante el día, generalmente opera de noche.
[«Hay algo tan extraño en este lugar y todo lo que hay en él que no puedo evitar sentirme incómodo. Desearía estar a salvo, fuera, o no haber venido nunca. Puede ser que esta extraña existencia nocturna me esté afectando, pero ojalá eso fuera todo.»]
En una novela gótica tradicional, el Castillo de Drácula se habría derrumbado cuando el Conde fue ultimado por los Cazadores; sin embargo, sigue ahí, ruinoso, es cierto, pero todavía erguido sobre su antigua majestad. ¿Quién es el verdadero poder aquí? ¿Drácula o el Castillo? ¿Drácula se convirtió en Vampiro en este Castillo, o el Castillo se volvió decrépito y maldito debido a la conversión del Conde? No lo sabemos, pero el hecho de que el Castillo siga ahí después de la muerte de Drácula brinda un indicio significativo [ver: ¿Quién convirtió a Drácula en vampiro?]
Después de la muerte de Drácula, Transilvania cambia. Cuando Mina y Jonathan Harker visitan la zona casi dos años después de la muerte del Conde, sienten que «es casi imposible creer que las cosas que vimos con nuestros propios ojos y escuchado con nuestros propios oídos fueran verdades. Cada rastro de todo lo que sucedió fue borrado». Tras la derrota del mal, el mundo natural es restaurado a su estado original. Esta transformación del paisaje subraya el aspecto de búsqueda romántica de la novela y los roles de los héroes como libertadores mesiánicos. Mientras los héroes persiguen al Conde de regreso a su Castillo, Van Helsing señala que «nos estamos acercando a una tierra cada vez más salvaje y desértica». Transilvania, entonces, podría interpretarse como un páramo redimido por la destrucción de Drácula por parte de los héroes.
Vampiros. I Taller gótico.
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Un disfrute inmenso leer este blog... has pensado intentar publicar estos ensayos en un libro? Son de una calidad impresionante. Saludos desde Uruguay.
ResponderEliminarGracias, Gerard. Estamos en eso.
ResponderEliminarGracias.
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