La teoría de la Cinta de Piedra.
La teoría de la Cinta de Piedra propone que los fantasmas y las apariciones son fenómenos análogos a una grabación que se reproduce aleatoriamente; es decir, que ciertas impresiones mentales durante eventos emocionales traumáticos pueden proyectarse en forma de energía, «grabarse» en piedras, madera y otros elementos, y luego «reproducirse» bajo ciertas condiciones [ver: ¿Los fantasmas son «grabaciones» impresas en la realidad?]
Este concepto, que se resume en la idea de que ciertos objetos son capaces de almacenar rastros de pensamientos o emociones humanas, es bastante temprano en la historia de la investigación paranormal; de hecho, ya en el siglo XIX algunos investigadores pensaban que los fantasmas no eran espíritus de los difuntos, sino grabaciones no interactivas similares a una película [ver: ¿De qué están hechos los espíritus?]
Por ejemplo, en 1837, Charles Babbage publicó un trabajo donde especula que las palabras habladas dejan impresiones permanentes en el ambiente, y que luego pueden reproducirse en determinadas circunstancias [ver: Espíritus y «ambientes cargados»]
La Teoría de la Cinta de Piedra está relacionada con el concepto de Anima Loci o Memoria del Lugar, que se consideraba una explicación para las apariciones fantasmales, aparentemente relacionadas con ciertos lugares. Según este concepto, ciertos espacios interiores y materiales serían capaces de almacenar registros de eventos pasados que luego pueden ser reproducidos [ver: El verdadero significado de los fantasmas]
La idea de que los pensamientos, las palabras, irradiados en una situación emocional extrema, pueden grabarse de algún modo en ciertos objetos, parece una afirmación irracional. Después de todo, no conocemos ningún mecanismo que pueda registrar información en una piedra o un trozo de madera y luego reproducirla. Sin embargo, la investigación paranormal suele recurrir a menudo a la Teoría de la Cinta de Piedra, no ya para explicar todos los fenómenos paranormales, sino las imágenes, sonidos y apariciones que no interactúan directamente con las personas, sino que simplemente parecen activarse y reproducirse, literalmente, como una grabación [ver: ¿Los fantasmas saben que están muertos?]
La premisa de la Teoría de la Cinta de Piedra, entonces, es la noción de que ciertos materiales y lugares pueden «capturar» la energía emocional de un evento traumático. Algunos sostienen que la madera, el cuarzo, la caliza, son algunos de estos materiales capaces de «grabar» las representaciones sonoras y visuales de un evento traumático en un proceso análogo a los datos de grabación de una cinta magnética. Posteriormente, y bajo ciertas circunstancias [entre ellas, una persona en la misma frecuencia emocional], esta energía almacenada puede activarse y reproducirse. Esta clase de «fantasmas» y «apariciones», por supuesto, no interactúan con los vivos, simplemente repiten una y otra vez el mismo acto [que puede ser un sonido, una aparición visual], como un bucle [ver: ¿Fantasmas o deslizamientos de tiempo?]
A continuación analizaremos en más detalle la Teoría de la Cinta de Piedra, aunque en este caso la palabra «teoría», tal vez, sea excesiva. Una teoría no es una suposición o una conjetura, es un modelo bien fundamentado, y la Teoría de la Cinta de Piedra realmente no pasa de ser una posibilidad muy interesante para explicar ciertos fenómenos paranormales muy específicos.
Hay algunas preguntas que no podemos evitar al hablar sobre la Teoría de la Cinta de Piedra: ¿Cómo se graban los eventos traumáticos en la materia? ¿Qué se graba y qué no? ¿Cómo se conserva? ¿Cómo puede reproducirse?
La impresión de ideas de eventos o información en el entorno para su posterior recuperación tiene una larga historia. En principio, la Teoría de la Cinta de Piedra requiere la suposición de que existe un fenómeno real en el que las personas experimentan la «reproducción» de una «grabación» de un evento relacionada con un lugar determinado. Esto, por supuesto, es percibido por la persona como un encuentro con un fantasma o una aparición, o incluso algo más subjetivo todavía, una reacción particular, una aversión o sensación sobre el lugar, por ejemplo, una Experiencia Aparicional, básicamente la sensación [similar a una certeza interior] de que no estamos solos en un sitio donde no hay nadie más, e incluso que estamos siendo observados [ver: Sentir que hay un espíritu en casa]
La Teoría de la Cinta de Piedra podría explicar este tipo de apariciones y sensaciones, pero realmente no tenemos manera de probarlo. Solo podemos conjeturar, atar cabos y establecer relaciones más bien aleatorias con otros fenómenos asociados a lo paranormal; entre ellos, que los fenómenos paranormales suelen producirse con mayor frecuencia cuando se realizan tareas de renovación o mantenimiento en una casa, donde se derriban paredes, levantan pisos y se modifica la ubicación del mobiliario [ver: Espíritus que no abandonan su antigua casa]
Salvo en los fenómenos Poltergeist, no todas las personas en la casa pueden escuchar los ruidos extraños [gritos, voces, pasos] o ver las apariciones cuya reproducción se ha activado. Esto depende exclusivamente de un ser humano vivo que tenga la capacidad de percibirla, o que reuna condiciones emocionales análogas al hecho original que ha quedado registrado en el lugar [ver: Las 8 fases de la Actividad Poltergeist]
Pero, ¿cómo un evento emocional puede quedar grabado en un objeto físico?
Según la Teoría de la Cinta de Piedra, ciertos objetos inanimados pueden capturar determinadas frecuencias o bandas de vibración emocional de gran intensidad, generalmente emitidas durante un evento traumático, como una muerte. En este contexto, los fantasmas y otros fenómenos paranormales asociados no serían de índole sobrenatural, sino efectos de campos invisibles que de algún modo los registraron. Los sitios con mayor resonancia, en teoría, son las casas donde se han producido hechos traumáticos, pero también bosques, arroyos y otros sitios naturales, que poco a poco han ido convirtiéndose en auténticas bibliotecas de registros emocionales que se reproducen cuando son visitados por alguien con determinadas condiciones.
El profesor de Oxford, H.H. Price, propuso una teoría similar en el ensayo de 1939: Apariciones y el éter psíquico (Haunting and the Psychic Ether), donde establece las bases para la Teoría de la Memoria del Lugar. Price afirma que los objetos poseen rastros de memoria. Si una persona visita el lugar, o manipula el objeto, estas huellas de memoria se activan y le harán tener una experiencia retrospectiva. Es decir que el hecho registrado, que puede ser algo tan simple como un ruido extraño o una voz, no se reproduce realmente en el campo físico, sino dentro del rango de percepción de la persona sensible:
[«Los fantasmas (como la gente los describe) no son sobrenaturales, sino «huellas», un resultado de las emociones u otras experiencias de alguna persona que antes habitaba el lugar, al igual que las huellas dactilares resultan automáticamente de la manipulación de una copa de vino, o como un negativo fotográfico que es «revelado» por quien está dotado con la capacidad de percibirlos.»]
Sin embargo, el medio que canaliza estos eventos y los «imprime» o «graba» en los objetos [según Price, una sustancia llamada «éter psíquico»] es solo una especulación. Price añade:
[«Si estas huellas fueran reales, deben existir en una disposición más o menos permanente, y similar a la disposición de las moléculas, átomos o partículas infraatómicas de las que están compuestos las paredes, los muebles, etc. Y, en ese caso, debería ser posible verificar su existencia por los métodos ordinarios de la ciencia física. Pero, hasta donde sabemos, actualmente esto no se puede hacer.»]
Hasta aquí, la Teoría de la Cinta de Piedra propone que estos supuestos residuos de experiencias pasadas son algo así como una forma de telepatía diferida, ya que el impulso se almacena [de alguna manera desconocida] hasta que una persona en particular puede activarla [por motivos y condiciones desconocidas]. En este sentido, el investigador paranormal Thomas Charles Lethbridge descarta el mecanismo de «eter psíquico» desarrollado por Price, y en el libro Fantasma y Ghoul (Ghost and Ghoul, 1961) propone que la reproducción de estos fenómenos se debe a los campos energéticos de cada persona [ver: Escucho sonidos del pasado]
Pero, ¿cómo un evento emocional puede quedar grabado en un objeto físico?
Según la Teoría de la Cinta de Piedra, ciertos objetos inanimados pueden capturar determinadas frecuencias o bandas de vibración emocional de gran intensidad, generalmente emitidas durante un evento traumático, como una muerte. En este contexto, los fantasmas y otros fenómenos paranormales asociados no serían de índole sobrenatural, sino efectos de campos invisibles que de algún modo los registraron. Los sitios con mayor resonancia, en teoría, son las casas donde se han producido hechos traumáticos, pero también bosques, arroyos y otros sitios naturales, que poco a poco han ido convirtiéndose en auténticas bibliotecas de registros emocionales que se reproducen cuando son visitados por alguien con determinadas condiciones.
El profesor de Oxford, H.H. Price, propuso una teoría similar en el ensayo de 1939: Apariciones y el éter psíquico (Haunting and the Psychic Ether), donde establece las bases para la Teoría de la Memoria del Lugar. Price afirma que los objetos poseen rastros de memoria. Si una persona visita el lugar, o manipula el objeto, estas huellas de memoria se activan y le harán tener una experiencia retrospectiva. Es decir que el hecho registrado, que puede ser algo tan simple como un ruido extraño o una voz, no se reproduce realmente en el campo físico, sino dentro del rango de percepción de la persona sensible:
[«Los fantasmas (como la gente los describe) no son sobrenaturales, sino «huellas», un resultado de las emociones u otras experiencias de alguna persona que antes habitaba el lugar, al igual que las huellas dactilares resultan automáticamente de la manipulación de una copa de vino, o como un negativo fotográfico que es «revelado» por quien está dotado con la capacidad de percibirlos.»]
Sin embargo, el medio que canaliza estos eventos y los «imprime» o «graba» en los objetos [según Price, una sustancia llamada «éter psíquico»] es solo una especulación. Price añade:
[«Si estas huellas fueran reales, deben existir en una disposición más o menos permanente, y similar a la disposición de las moléculas, átomos o partículas infraatómicas de las que están compuestos las paredes, los muebles, etc. Y, en ese caso, debería ser posible verificar su existencia por los métodos ordinarios de la ciencia física. Pero, hasta donde sabemos, actualmente esto no se puede hacer.»]
Hasta aquí, la Teoría de la Cinta de Piedra propone que estos supuestos residuos de experiencias pasadas son algo así como una forma de telepatía diferida, ya que el impulso se almacena [de alguna manera desconocida] hasta que una persona en particular puede activarla [por motivos y condiciones desconocidas]. En este sentido, el investigador paranormal Thomas Charles Lethbridge descarta el mecanismo de «eter psíquico» desarrollado por Price, y en el libro Fantasma y Ghoul (Ghost and Ghoul, 1961) propone que la reproducción de estos fenómenos se debe a los campos energéticos de cada persona [ver: Escucho sonidos del pasado]
Según esta especulación, aquellas personas con un campo energético bajo pueden activar y percibir las huellas almacenadas en un lugar u objeto. Esto explicaría por qué algunas personas experimentan este tipo de fenómenos, y otras no, aún estando en el mismo lugar.
En una fecha tan temprana como 1838, el matemático Charles Babbage ya había explorado la idea de que el medio ambiente puede registrar impresiones de los seres humanos. Creía que incluso las palabras dejaban impresiones permanentes en el entorno:
[«El aire en sí mismo es una vasta biblioteca, en cuyas páginas están escritas para siempre todas las cosas que alguna vez fueron dichas.»]
El concepto es decididamente borgeano, y puede rastrearse hasta el libro de 1838: El noveno tratado de Bridgewater (The Ninth Bridgewater Treatise), donde Babbage afirmó:
[«Las pulsaciones del aire, una vez puestas en movimiento por la voz humana, dejan de existir con los sonidos a los que dieron origen. Por fuertes y audibles que puedan ser en la vecindad inmediata del hablante, y en el momento inmediato de su pronunciación, su fuerza rápidamente atenuada pronto se vuelve inaudible para los oídos humanos. Los movimientos que han impreso en las partículas de una porción de nuestra atmósfera se comunican a números en constante aumento, pero la cantidad total de movimiento medida en la misma dirección no recibe adición.»]
El Anima Loci es similar a la Teoría de la Cinta de Piedra, pero aquí no es un objeto en particular el que registra y almacena los eventos emocionales, sino un lugar [ver: Genius Loci: el espíritu del lugar]
En una fecha tan temprana como 1838, el matemático Charles Babbage ya había explorado la idea de que el medio ambiente puede registrar impresiones de los seres humanos. Creía que incluso las palabras dejaban impresiones permanentes en el entorno:
[«El aire en sí mismo es una vasta biblioteca, en cuyas páginas están escritas para siempre todas las cosas que alguna vez fueron dichas.»]
El concepto es decididamente borgeano, y puede rastrearse hasta el libro de 1838: El noveno tratado de Bridgewater (The Ninth Bridgewater Treatise), donde Babbage afirmó:
[«Las pulsaciones del aire, una vez puestas en movimiento por la voz humana, dejan de existir con los sonidos a los que dieron origen. Por fuertes y audibles que puedan ser en la vecindad inmediata del hablante, y en el momento inmediato de su pronunciación, su fuerza rápidamente atenuada pronto se vuelve inaudible para los oídos humanos. Los movimientos que han impreso en las partículas de una porción de nuestra atmósfera se comunican a números en constante aumento, pero la cantidad total de movimiento medida en la misma dirección no recibe adición.»]
El Anima Loci es similar a la Teoría de la Cinta de Piedra, pero aquí no es un objeto en particular el que registra y almacena los eventos emocionales, sino un lugar [ver: Genius Loci: el espíritu del lugar]
Es una hipótesis trata de explicar la naturaleza de las apariciones que parecen claramente asociadas con una ubicación. La física Eleanor Sidgwick sugirió en en 1888 que debía haber «algo en la propia construcción» para explicar las experiencias sobrenaturales relatadas por innumerables testigos; e insistió sobre la noción que la supervivencia de una imagen, generada por la mente de una persona, podría ser perceptible más tarde por otras mentes sensibles [ver: ¿Energía Residual o entidades inteligentes?]
El problema central con la Teoría de la Cinta de Piedra es la ligereza en las explicaciones de los mecanismos para el registro y la reproducción de estas huellas psíquicas; en general relacionadas a misteriosos «campos energéticos» que no podemos medir. También es justo decir que no podemos probar que la estructura molecular del cuarzo no pueda almacenar información, o que los organismos muertos que forman la piedra caliza no puedan producir campos de energía singulares, o que no haya frecuencias resonantes codificadas en los cristales, e incluso en el agua. Cualquiera que tenga alguna noción del entrelazamiento cuántico [la «acción espeluznante a distancia» de Albert Einstein] realmente no puede descartar ninguna posibilidad. Sin embargo, por el momento nada de todo esto ha sido probado. Es una suposición, una muy interesante, sin duda, pero no más que eso [ver: Parásitos astrales y las «malas energías»]
A diferencia de los fósiles, los cuales son un registro físico en el sedimento, la Teoría de la Cinta de Piedra parte del principio de la «energía emocional», que es inmaterial. Es decir que una emoción, por intensa o traumática que sea, solo podría grabarse en un objeto físico si es emitida de algún modo por la persona. Pero la intensidad de una emoción, hasta donde sabemos, forma parte de la experiencia interna del individuo. Si no se proyecta hacia el exterior, no hay nada que grabar. Sin embargo, esto tampoco puede probarse.
Es interesante notar que la idea de recuerdos grabados en lugares y objetos es anterior a la invención de la cinta magnética. Durante un tiempo, esta teoría fue tomada con entusiasmo por algunos científicos, como el geólogo William Denton, quien estaba sinceramente emocionado con las posibilidades de la psicometría. Denton creía que la arqueología, y principalmente la geología, se transformarían si fuese posible «leer» psíquicamente las impresiones y recuerdos de los objetos [¡qué historias increíbles nos contarían los fósiles!]. Pero, ¿qué tan profundo estaría codificado un recuerdo en una roca? ¿Qué sucede con los viejos recuerdos de la roca, como la historia de su origen? Lamentablemente, son preguntas sin respuesta porque la psicometría no prosperó, y esta es el núcleo de la Teoría de la Cinta de Piedra.
Thomas Charles Lethbridge supuso que los campos que capturan la memoria se recargaban con iones en el aire, y se realzaban con impresiones adicionales del propio campo psíquico de una persona. Además, creía que ciertos lugares acumulaban estos pensamientos, como si fueran cintas grabadas una y otra vez, lo cual producía apariciones tan asombrosas como confusas. De hecho, Lethbridge consideró que la energía liberada por un hecho traumático era tan intensa que podía, a su vez, retroalimentarse, produciendo Formas de Pensamiento o Tulpas en estos lugares notorios, típicamente casas embrujadas, pero también espacios abiertos, como bosques, arboledas y arroyos [ver: Señales de que hay un espíritu en tu casa]
En el libro del químico Don Robins: El lenguaje secreto de la piedra (Secret Language of Stone), encontramos uno de los intentos más serios y técnicos de explicar la captura y el almacenamiento de recuerdos en la piedra. Robins supone que los defectos en la red cristalina de los minerales [el conjunto de átomos que forman un mineral] permiten el almacenamiento de reservas de energía. La arquitectura del cristal crea un «vórtice de energía en el corazón del cristal» donde se pueden almacenar las huellas de la memoria [el estudio de Robins se centra principalmente en el sonido]. En este sentido, el cerebro humano podría acceder a estos rastros al producir una onda de sonido resonante o presión física, como caminar sobre el suelo [ver: Pasos, golpes, objetos que caen y otros ruidos inexplicables]
El problema central con la Teoría de la Cinta de Piedra es la ligereza en las explicaciones de los mecanismos para el registro y la reproducción de estas huellas psíquicas; en general relacionadas a misteriosos «campos energéticos» que no podemos medir. También es justo decir que no podemos probar que la estructura molecular del cuarzo no pueda almacenar información, o que los organismos muertos que forman la piedra caliza no puedan producir campos de energía singulares, o que no haya frecuencias resonantes codificadas en los cristales, e incluso en el agua. Cualquiera que tenga alguna noción del entrelazamiento cuántico [la «acción espeluznante a distancia» de Albert Einstein] realmente no puede descartar ninguna posibilidad. Sin embargo, por el momento nada de todo esto ha sido probado. Es una suposición, una muy interesante, sin duda, pero no más que eso [ver: Parásitos astrales y las «malas energías»]
A diferencia de los fósiles, los cuales son un registro físico en el sedimento, la Teoría de la Cinta de Piedra parte del principio de la «energía emocional», que es inmaterial. Es decir que una emoción, por intensa o traumática que sea, solo podría grabarse en un objeto físico si es emitida de algún modo por la persona. Pero la intensidad de una emoción, hasta donde sabemos, forma parte de la experiencia interna del individuo. Si no se proyecta hacia el exterior, no hay nada que grabar. Sin embargo, esto tampoco puede probarse.
Es interesante notar que la idea de recuerdos grabados en lugares y objetos es anterior a la invención de la cinta magnética. Durante un tiempo, esta teoría fue tomada con entusiasmo por algunos científicos, como el geólogo William Denton, quien estaba sinceramente emocionado con las posibilidades de la psicometría. Denton creía que la arqueología, y principalmente la geología, se transformarían si fuese posible «leer» psíquicamente las impresiones y recuerdos de los objetos [¡qué historias increíbles nos contarían los fósiles!]. Pero, ¿qué tan profundo estaría codificado un recuerdo en una roca? ¿Qué sucede con los viejos recuerdos de la roca, como la historia de su origen? Lamentablemente, son preguntas sin respuesta porque la psicometría no prosperó, y esta es el núcleo de la Teoría de la Cinta de Piedra.
Thomas Charles Lethbridge supuso que los campos que capturan la memoria se recargaban con iones en el aire, y se realzaban con impresiones adicionales del propio campo psíquico de una persona. Además, creía que ciertos lugares acumulaban estos pensamientos, como si fueran cintas grabadas una y otra vez, lo cual producía apariciones tan asombrosas como confusas. De hecho, Lethbridge consideró que la energía liberada por un hecho traumático era tan intensa que podía, a su vez, retroalimentarse, produciendo Formas de Pensamiento o Tulpas en estos lugares notorios, típicamente casas embrujadas, pero también espacios abiertos, como bosques, arboledas y arroyos [ver: Señales de que hay un espíritu en tu casa]
En el libro del químico Don Robins: El lenguaje secreto de la piedra (Secret Language of Stone), encontramos uno de los intentos más serios y técnicos de explicar la captura y el almacenamiento de recuerdos en la piedra. Robins supone que los defectos en la red cristalina de los minerales [el conjunto de átomos que forman un mineral] permiten el almacenamiento de reservas de energía. La arquitectura del cristal crea un «vórtice de energía en el corazón del cristal» donde se pueden almacenar las huellas de la memoria [el estudio de Robins se centra principalmente en el sonido]. En este sentido, el cerebro humano podría acceder a estos rastros al producir una onda de sonido resonante o presión física, como caminar sobre el suelo [ver: Pasos, golpes, objetos que caen y otros ruidos inexplicables]
Es justo decir que Robins nunca utiliza el término Cinta de Piedra, pero su acercamiento es prácticamente idéntico, y trata de explicar por qué ciertos fenómenos extraños suelen estar asociados con lugares sagrados o sitios considerados malditos.
Otros científicos han tomado algo de las teorías del Anima Loci y la Cinta de Piedra desde una perspectiva tecnológica más moderna, al plantear que estos registros podrían estar almacenados en electrones o en estructuras moleculares. En este sentido, las huellas pueden borrarse, alterarse por el calor, la humedad o los campos magnéticos, o sobrescribirse de otra manera. Los más audaces proponen que todo el planeta es una especie de placa de exposición fotográfica. La inductancia combinada entre la actividad geomagnética y el campo estático, dicen estos científicos, puede crear una representación registrada en la estructura cristalina de la roca, un holograma geológico, si se quiere, que puede reproducirse directamente en el cerebro cuando las condiciones son las adecuadas.
Es decir que la grabación de estos recuerdos no sería excepcional, sino más bien la norma.
Materiales como el cuarzo, la caliza, materiales de construcción u óxido en objetos metálicos, como clavos, tornillos, alambres y componentes estructurales, suelen ser las opciones más comunes. Suena [superficialmente] plausible que los eventos de alta concentración de emoción [como una muerte violenta] puedan liberar «energía» emocional y de algún modo «grabarse» en estos cristales minerales o revestimientos, así como el sonido o las imágenes se graban en una cinta magnética. Sin embargo, es una analogía defectuosa. Hay componentes técnicos específicos en estos sistemas de grabación [como los cabezales de una grabadora] que no tienen un paralelo natural. Si la Cinta de Piedra funciona, funciona de otro modo.
Dicho esto, la Teoría de la Cinta de Piedra podría ser una explicación potencial para las apariciones residuales que muchas personas manifiestan haber experimentado, básicamente apariciones, ruidos extraños, e incluso sentimientos negativos asociados con determinados lugares que se repiten una y otra vez. Si llevamos la Teoría de la Cinta de Piedra al motivo de las Casas Embrujadas, también explicaría porqué los fenómenos paranormales suelen producirse con mayor frecuencia después de una renovación, lo cual liberaría de algún modo la energía emocional de un evento traumático capturado en la casa.
Consultorio Paranormal. I Fenómenos paranormales.
Más Consultorio Paranormal:
Dicho esto, la Teoría de la Cinta de Piedra podría ser una explicación potencial para las apariciones residuales que muchas personas manifiestan haber experimentado, básicamente apariciones, ruidos extraños, e incluso sentimientos negativos asociados con determinados lugares que se repiten una y otra vez. Si llevamos la Teoría de la Cinta de Piedra al motivo de las Casas Embrujadas, también explicaría porqué los fenómenos paranormales suelen producirse con mayor frecuencia después de una renovación, lo cual liberaría de algún modo la energía emocional de un evento traumático capturado en la casa.
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Esto es muy interesante. Vivo en una casa de madera, y mi hermano solía "penar" a la familia. Lo oíamos caminar por su dormitorio, suspirar, girar en su cama y hasta salir o entrar de la casa. Incluso llegamos a verlo y oírlo. Él está vivo y sano, pero siempre tuvo esta, digamos, fuerza psíquica. Recientemente dejó la casa para iniciar su propia familia, pero al menos durante un par de semanas seguimos oyendo a su "fantasma" en el que fuera su dormitorio.
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