Elizabeth Siddal: poemas, libros, cuadros, biografía


Elizabeth Siddal: poemas, pinturas y biografía.




Elizabeth Siddal (1829-1862) fue una de las modelos prerrafaelitas más bellas del siglo XIX, pero también una poetisa inglesa con una historia realmente trágica sobre los hombros. Fue autora de un puñado de poemas prerrafaelitas, algunos verdaderamente interesantes, y que de algún modo pronosticaron su tragedia personal.

Elizabeth Siddal contrajo matrimonio con el poeta Dante Gabriel Rossetti, quien al parecer no escatimaba lienzos cuando se trataba de esta exuberante dama. La relación entre Elizabeth Siddal y Dante Gabriel Rossetti sufrió muchos altibajos, en parte, debido a la personalidad melancólica y depresiva de la muchacha.

En 1862, Elizabeth Siddal se quitó la vida. Su esposo, Dante Gabriel Rossetti, enterró con su cadáver un manuscrito inédito, con poemas y sonetos dedicados a ella, conocido como: La Casa de la Vida (The House of Life).

A continuación compartimos algunos de los más destacados poemas de Elizabeth Siddal.



Elizabeth Siddal: obras completas:




Autores con historia. I Autores en El Espejo Gótico.


El análisis, resumen y traducción al español de todos los poemas de Elizabeth Siddal fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

1 comentario:

  1. Ellos dicen que no saliste.
    Yo no recuerdo que hayas salido,
    pero te siento, y te mezco, compañía mía,
    mientras él va por el mundo y me deja aquí,
    contigo y las amapolas;
    así es más fácil este claustro.

    Ellos admiraban mi belleza.
    A él le fascino yo y mi cabeza en llamas,
    que solo puede calentar esta casa;
    que solo pueden ver sus ojos
    en los que el amor hierve
    y mi sonrisa a veces se esfuma.

    Criaturita,
    no puedo engañarme más:
    fue a la visita de otro fuego
    a negociar un pecado.
    Perdóname la vida
    que se irá con el sudor de las flores.
    Ellos dicen que no saliste
    y por más que te mezco no apareces.

    He sido dos veces Ofelia.
    Solamente resta esperar que las amapolas
    formen un jardín en mí.

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