Sentir «presencias» cuando estás solo.
Este tipo de experiencias han sido ampliamente estudiadas por la neurología. Las estadísticas al respecto arrojan cifras inquietantes: más de el 70% de la personas ha sentido «presencias» cerca suyo a pesar de estar solas, al menos una vez en la vida.
Para muchos se trata de un fenómeno paranormal; otros, en cambio, sostienen que el sentir «presencias» estando solo es algo así como un momentáneo desfasaje entre la percepción de los estímulos captados por los sentidos y su posterior procesamiento en el cerebro.
Este tipo de sucesos adquieren muchas formas distintas. Algunos lo experimentan caminando en la calle, donde de repente sienten que alguien camina justo detrás de ellos. Naturalmente, al voltearse no hay nadie, pero la sensación persiste, e incluso se agudiza, tras esa verificación.
Otros lo sienten en sus casas, particularmente de noche, dentro del dormitorio. Repentinamente se experimenta la sensación de que hay una presencia extraña al lado, que bien puede ir acompañada por sonidos, olores e incluso impresiones táctiles.
Claro que aquellos que hayan atravesado este tipo de situaciones podrían caer fácilmente en la tentación de creer en fantasmas; que quizás realmente existen, al menos en nuestro cerebro.
De acuerdo a un estudio publicado en la revista Current Biology, la sensación de sentirnos observados, y particularmente la de sentir presencias cuando estamos solos, es el resultado de un procesamiento defectuoso de las señales sensoriomotoras, que incluyen el tacto, el movimiento y la posición del cuerpo.
En otras palabras: el cerebro crea la autoconciencia y la autopercepción del cuerpo utilizando la información que le proveen los sentidos. Cuando el flujo de información y la capacidad de procesamiento pierden por unos pocos milisegundos su coordinación, el cerebro genera de forma inmediata la sensación de una presencia extraña cerca nuestro.
Ahora bien, el hecho de que este fenómeno pueda ser explicado a la luz de la ciencia no disminuye su capacidad de aterrorizarnos.
Existen tres factores para tres tipos diferentes de sensaciones de presencias, todos ellos francamente espeluznantes:
1- Factor Intruso:
Se produce cuando la sensación de una presencia rápidamente se identifica como la de un intruso; es decir, la de un ente hostil. Puede o no ir acompañada de estímulos visuales y auditivos. Por lo general induce una fuerte sensación de estar siendo observado.
El factor intruso es el más habitual de estos fenómenos. Los niños lo experimentan con mayor frecuencia que los adultos, de modo que cuando alguno de ellos denuncie la presencia de un monstruo debajo de la cama, es conveniente creerle.
2- Factor Incubus-Sucubus:
Ocurre cuando el sujeto experimenta la sensación de ser tocado por algo que no puede ver.
En algunos casos se lo percibe como una fuerte presión, con frecuencia sobre el pecho, y va acompañado por cierta dificultad para respirar y hablar. Para hacerlo todavía más desagradable, este tipo de fenómenos detonan los llamados pensamientos de muerte, es decir, la certeza de que moriremos de forma inminente.
El Factor Incubus-Sucubus puede prolongarse durante varios minutos, generando una angustiosa sensación de agonía. Su denominación tiene que ver con los Íncubos y Súcubos, aquellos vampiros o demonios de segundo orden a quienes se les asigna el lujurioso hábito de visitar a sus víctimas durante el sueño.
3- Factor del movimiento ilusorio:
Básicamente hablamos aquí de sentir la presencia de algo o alguien que nos induce toda clase de estímulos anormales, como la sensación de caer, volar y flotar, típicos de los sueños lúcidos.
En ciertos casos estos estímulos comparten rasgos en común con las experiencias extracorporales, que normalmente se traducen a través de la alucinación de ver nuestro cuerpo mientras dormimos.
La sensación de presencias anula momentáneamente nuestra razón, o mejor dicho, despierta otras áreas y funciones de alerta que bien pueden existir sin la lógica. Esto ocurre cuando el sujeto tiene la certeza de que hay una presencia cerca sin necesidad de corroborarlo.
Muchos pueden sentir que la presencia se mueve, que entra en la habitación, se acerca a la cama y en ocasiones hasta trata de ocuparla. Esto va acompañado por la sensación de sentirse observado aunque de hecho sea imposible identificar desde dónde procede esa mirada.
Los casos más aterradores de presencias involucran a los intrusos de los que hablábamos anteriormente. Se los percibe como algo malévolo, una voluntad que intenta conseguir el rapto o la posesión del sujeto.
Ahora bien, a pesar de estas fuertes señales de alerta, sentir una presencia cerca no necesariamente está asociado al temor, e incluso producir estímulos agradables; entre ellos los denominados olores fantasma.
De hecho, existe una variada gama de aromas ilusorios, desde los más agradables a otros francamente repugnantes. Los interesados pueden consultar la siguiente lista que detalla el olor de los ángeles, demonios, espíritus y fantasmas.
El Intruso puede ser percibido como una presencia benévola aunque esto ocurre excepcionalmente. Las presencias de este tipo sólo se experimentan en lugares abiertos o sitios considerados sagrados por el sujeto, aún a nivel inconsciente.
El pavor que inducen estas presencias, decíamos, no se relaciona con el miedo a ser lastimado, sino más bien como una especie de olor que emana de la entidad. En otras palabras: no es nuestro miedo lo que sentimos sino la malevolencia que se desprende de la presencia.
Aquellos que han logrado algo más que sentir presencias, quiero decir, que han sufrido el infortunio de verlas realmente, no tienen demasiado para aportar al debate. La mayoría describe siluetas inconstantes, vagas, indefinidas, cercanas a la idea general que se tiene de la Gente Sombra.
Suelen figurar en la periferia del campo de visión, aparecer y desaparecer por el rabillo del ojo, y a veces confundirse con las sombras del cuarto.
Nuestro aparato auditivo también juega un rol preponderante en esto de sentir presencias estando solos.
El sujeto tiene la convicción de que oye sonidos reales, objetivos, es decir, exteriores. Poseen todas las cualidades elementales típicas de las alucinaciones auditivas: zumbidos, pasos, siseos, golpes, silbidos, gemidos.
Existen otros más complejos, como la sensación de oir una música extraña, campanas y ruidos inarticulados.
Cuando se trata de voces la mayoría de las veces se las describe como leves susurros con cualidades inquietantes: bajos en intensidad pero como si fuesen en realidad una multitud de gritos que no pueden alzar la voz.
Dentro de las sensaciones táctiles se inscribe la impresión de que algo se sube a la cama, incluso que el colchón se hunde levemente mientras la presencia se sienta o retira lentamente las sábanas.
Los casos más horrorosos incluyen sensaciones de asfixia, sofocación, como si unos dedos lívidos e invisibles trataran de estrangularnos. Normalmente el individuo experimenta cierto grado de parálisis que le impide defenderse.
Entre tantos datos desalentadores también hay que decir que estas presencias se diluyen en pocos minutos, y que suelen responder de forma inmediata ante una orden mental directa.
En este sentido, el miedo suprime a la voluntad, o mejor dicho, la sustituye por instintos atávicos que nos impiden actuar voluntariamente, pero que quizá nos defienden de lo que no puede explicarse lógicamente.
Más parapsicología. I Fenómenos paranormales.
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