10 tipos de lectores: costumbres, vicios y hábitos; ¿cuál es el tuyo?
Se habla mucho sobre géneros literarios pero realmente poco de lo que podríamos denominar géneros de lectores; es decir, del estilo de lectura que cada uno de los fanáticos de los libros aprendemos a cultivar a lo largo de los años.
Repasemos los 10 tipos de lectores más interesantes. Seguramente nos identificaremos con uno o varios de ellos.
10- El lector crítico.
Este espécimen convierte la crítica literaria en toda una forma de leer. Ningún argumento lo satisface por completo ya que muy pocas veces se entrega a la dinámica de lo fantástico. Naturalmente esto no le impide disfrutar de sus lecturas, por el contrario, su goce radica justamente en la capacidad para formular ácidos comentarios mentales que destrozan personajes y capítulos enteros cuando éstos no lo satisfacen.
Este estilo de lector realiza comentarios bastante buenos sobre lo que lee, y rara vez se deja avasallar por el autor. Su crítica es deconstructiva, o sea, no se conforma con realizar observaciones genéricas sino que analiza el argumento desde una perspectiva fría y calculadora.
9- El lector cronológico.
Lento pero persistente, el lector cronológico es aquel que adquiere libros pero solo los lee en el orden en el que llegaron a sus manos. No importa que, por ejemplo, su última adquisición sea la aquella novela que más desea leer, si en la lista hay otras primero terminará con ellas.
Nada lo distrae de su cronograma. Puede devorar sagas completas en perfecto orden. Algunos, incluso, se proponen leer la obra completa de un autor determinado siguiendo su orden de publicación.
Ese orden casi neurótico, esa capacidad para organizar metódicamente sus lecturas, lo vuelven un lector fiel pero que no tolera traiciones. Es muy probable que si la secuela de una saga no lo satisfizo continuará hasta terminar todas las entregas pero sin disimular su decepción.
Eso sí, cuando adopta a un autor o a una historia en particular, no es infrecuente que la relea varias veces.
8- El lector descuidado.
Desapegado, es cierto, pero también apasionado. Este estilo de lector es un verdadero torturador de libros. En su biblioteca se encuentran ejemplares en pésimo estado: flagelados, con páginas faltantes y cubiertas desarticuladas.
Es un verdadero destructor de libros, un sujeto táctil que no duda en llevar su material de lectura a cualquier parte. No es infrecuente que en el transporte público extraiga libros arrugados y desmembrados. No obstante, este hábito es una prueba de su ardor. El libro en tanto objeto le interesa realmente poco. La lectura, en cambio, lo apasiona.
7- El lector bibliotecario.
Contracara del lector descuidado, este espécimen es un meticuloso y obsesivo custodio de sus libros, desde luego, siempre impecables. Lee con una delicadeza infinita, cuidando que las páginas no se doblen más de la cuenta y que siempre estén en su sitio asignado en la biblioteca.
Es un bibliófilo, más que un lector. Adora los libros viejos, el olor a tinta y a páginas con historia detrás. Compra con mucho cuidado, y no es raro que adquiera ediciones raras solo por el placer de tenerlas.
Es habitual que estos lectores se alarmen cuando otra persona se atreve a hojear sus libros, y más aún si lo hacen de forma descuidada. Establece una relación muy duradera con los libros que adquiere y rara vez los presta, salvo bajo amenaza.
6- El lector atrasado.
Se trata de una especie que constantemente se reprocha sus demoras. Tiene docenas de libros en mente que querría leer, pero siempre encuentra algún pretexto para no hacerlo. Finalmente, cuando los astros confabulan para darle tiempo, espacio y aquel libro que viene demorando desde hace meses, la tarea se vuelve más una responsabilidad que un momento para el disfrute.
El problema más serio que debe enfrentar este estilo de lector son los spoilers, y en gran parte las adaptaciones cinematográficas, lo cual restringe notablemente la lista de películas que puede ver sin arruinar lecturas que terminará concretando meses e incluso años después de haberlas adquirido.
5- El lector recomendado.
No lee absolutamente ningún libro si éste no le ha sido recomendado por alguien de su confianza. El tenés que leerlo es para él una especie de aprobación divina para entregarse a una obra determinada. Jamás recomienda libros, en parte debido a que sus allegados ya los leyeron.
En los raros casos en los que se aventura a leer algo sin recomendación primero busca comentarios y reseñas en internet.
4- El lector compulsivo.
Compra y lee libros a un ritmo frenético. Se rige únicamente por sus gustos literarios, y rara vez es posible influirlo. No sigue un orden cronológico. Sus lecturas están gobernadas por el caos. Tiene docenas y docenas de libros en lista de espera y cualquiera de ellos puede caer en sus garras y ser devorado en períodos muy cortos de tiempo.
No siente gran afición por el libro como objeto, y suele prestarlos con gran desinterés. Una vez que acaba con una obra sencillamente pasa a la siguiente, sin mirar atrás.
3- El lector desfasado.
Individuo que lee obras muy por fuera de su rango de edad. Este síntoma discurre en dos sentidos, aunque nunca en el mismo sujeto:
Por un lado están los que a los sesenta años leen desaforadamente a Stephenie Meyer y J.K. Rowlling, por ejemplo, emocionandose como niños con las andanzas de Harry Potter o el desvergonzado veganismo de Crepúsculo.
Por el otro se encuentran los púberes que abordan con temeraria resolusión a Kafka, por ejemplo, o que atraviesan los senderos de Proust o Sartre sin posibilidad alguna de incorporarlos. Estos últimos merecen nuestro más utópico respeto.
2- El lector multitarea.
Puede leer hasta cinco o seis novelas simultáneamente sin perder el hilo de ninguna. Practica una especie de orgía literaria que conduce hasta el final como un anfitrión desenfocado pero tenaz a largo plazo. Rara vez se dedica a leer sin hacer otra cosa: puede abrir sus libros mientras escucha música, mientras viaja, trabaja o hace la cola del supermercado.
Pocas veces abandona sus múltiples lecturas, sino más bien desplaza hacia un costado las obras que menos le interesan y luego las aborda con renovado entusiasmo.
Suele tener un libro a mano para cada ocasión y nunca se encomienda a uno solo. Sería algo así como la versión literaria del politeísmo: vaga entre sus varios dioses sin ofrecerle adoración a ninguno por encima del otro. Su memoria, hay que decirlo, es notable. Retoma sus novelas y rápidamente vuelve a conectarse con el argumento y sus personajes.
1- El lector promiscuo.
Similar al lector multitarea en su facilidad para abrir frentes, el lector promiscuo rara vez conduce su relación afectiva con un libro hasta el final. Es, en resumen, un abandonador serial.
En general sus deserciones no tienen que ver con una crítica excesiva, sino con aburrimiento. Pocas veces quiere leer: se obliga a hacerlo, y de ese modo deambula entre libros sin hallar nunca el más adecuado. Eso sí, nunca se reinda. Cree fervientemente que algún día lo hallará.
Bonus Track I: el lector de cama.
Jamás agarra un libro si no es para leerlo acostado. Para este espécimen, la lectura en posición horizontal es la única que existe. Solo siente deseos de leer cuando se va a la cama, nunca antes y nunca después. Su mesa de luz está atiborrada de inestables torres y torres de libros.
El lector de cama es un tipo de lector más bien romántico, quiero decir, puede permanecer despierto durante largas horas leyendo mientras está acostado. La lectura no lo induce al sueño, por el contrario, si una novela lo apasiona puede leerla hasta el final en una sola noche.
No es extraño que despierten a la mañana con un libro abierto sobre el rostro.
Bonus Track II: el antilector.
El antilector es algo así como la versión literaria de aquellas personas que juran por todos los santos que no ven televisión, o que incluso no tienen una tele en casa. Nunca lee libros porque sencillamente le parecen demasiado largos (sí, a vos te hablo).
Ahora bien, el antilector no está completamente perdido. Íntimamente sabe que la lectura es algo bueno, y lucha constantemente contra su naturaleza. Incluso es capaz de abrir un libro de vez en cuando. Sin embargo, ya al tercer párrafo siente el peso y la opresión intolerable del aburrimiento. Simplemente no logra conectar con la literatura, a la que aprecia y reconoce como un arte exquisito. Se pierde, se extravía, se descubre a sí mismo leyendo un párrafo sin recordar qué diablos ocurrió en la página anterior.
El antilector es, cosa curiosa, un gran conocedor de las adaptaciones cinematográficas de los libros que jamás leyó.
Taller de literatura. I Antologías.
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Hay 3 que se me parecen, pero al final vengo a ser multitarea xD.
ResponderEliminar2 y 4 o/
ResponderEliminarMucha mezcla hay en la fauna lectora. Raros son los purasangre, personajes de por sí. A la miércoles la pureza de raza lectora, hay libros y libros, algunos te llaman al respeto y otros a ser un OVNI que sale por tu ventana a la página cincuenta.
ResponderEliminarYo creo que el lector de raza, es decir, aquel que se abre su propio camino sin condicionamientos, agrupa un poco de cada uno de estos rasgos, y aún otros. No todos los libros ni todas las ediciones reclaman el mismo trato. Algunos reciben un sitio privilegiado, otros, en cambio, sufren toda clase de vejaciones. Lo importante, en cualquier caso, es abrirlos con la íntima certeza de que ya no seremos los mismos al cerrarlo. Si se cumple esa premisa, hasta el más desvencijado volumen se vuelve parte de de nosotros.
ResponderEliminarPues supongo que sería lectora descuidada y también multitarea. Eso sí, hace mucho que no me atrapa una novela, solo leo ensayo y así es más fácil saltar de un libro a otro.
ResponderEliminarSin dudas, soy del número dos. Me compro mil libros, y los quiero empezar ya, entonces voy leyendo mínimo de a tres en simultáneo.
ResponderEliminarMe parece genial, Jessica. Los hábitos predatorios del lector normalmente están equilibrados con su apetito.
ResponderEliminarFalto el lector del baño
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