5 modelos de doppelgängers en la literatura


5 modelos de doppelgängers en la literatura.




El tema del «doble», o doppelgänger, es uno de los más productivos y seductores de la literatura.

¿Pero qué es un doppelgänger?

Básicamente un reflejo sombrío, un eco fantasmal, un «doble» que generalmente se complementa con el protagonista, expresando la idea de unión y separación al mismo tiempo.

El motivo del doppelgänger es ancestral. Podemos encontrarlo en los mitos y leyendas más antiguos bajo la forma de dobles míticos, hermanos rivales, almas gemelas, etc. Sin embargo, a partir de la era victoriana el doppelgänger creció de forma notable en la literatura; en este caso, expresando el psicodrama freudiano que atormenta al protagonista, obligándolo a confrontar sus peores miedos encarnados en una figura externa y objetiva.

De esta forma, el doppelgänger se transforma en la proyección de los deseos y miedos inconscientes del protagonista; su lado oscuro, por así decir. Este simple detalle puede hacer la diferencia en cualquier relato o novela. Si el autor no logra conformar una dinámica similar entre su protagonista y su villano, que bien puede ser él mismo, fracasará.

El maniqueismo no tiene lugar en la literatura, o al menos en la buena literatura. No existe tal cosa como la batalla entre el bien y el mal ya ninguno de esos principios es absoluto. Ambos comparten la misma naturaleza dual: se atraviesan, se yuxtaponen; se entrelazan en la psique y actos de cada personaje. Poseer solo uno, o carecer por completo del otro, redunda en un tipo de literatura más bien laxa, chirla y predecible.

Repasemos 5 modelos de doppelgängers clásicos de la literatura.



1- Frankenstein (Frankenstein, Mary Shelley)

La encarnación más aceitada del doppelgänger del romanticismo se encuentra en este clásico de Mary Shelley.

Frankenstein posee todas las marcas del «doble diabólico», o una, en realidad, la que verdaderamente importa: es antinatural. Fue creado a partir de pedazos de cadáveres y no posee nombre. Su creador, Victor Frankenstein, es en cierta forma el verdadero monstruo de la historia.

Libre de cualquier tipo de condicionamiento social, Frankenstein representa los deseos primarios y reprimidos de su creador, en especial sus impulsos carnales por Elizabeth. Actúa de manera instintiva, brutal, mientras que su hacedor está obligado a observar una rigurosa etiqueta.

Frankenstein es un doppelgänger realmente completo. No solo replica los deseos básicos de su creador, es decir, su lado oscuro; sino también expresa cierta ternura y bondad, lo cual también refleja esos mismos sentimientos en Víctor.


2- El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde (The Strange Case of Dr Jekyll and Mr Hyde, Robert Louis Stevenson)

Siguiendo el rastro de la novela gótica, este clásico de Robert Louis Stevenson propone una nueva forma de liberar a nuestro doppelgänger, en este caso, inducido por un misterioso brebaje.

Contrariamente a lo que ocurre con Frankenstein, este doppelgänger no requiere un móvil externo, es decir, de un otro objetivo, sino que es él mismo quien oscila entre dos hemisferios emocionales.

Por un lado tenemos al doctor Henry Jekyll, un respetable científico victoriano. Por el otro al señor Edward Hyde, brutal e insaciable asesino. Desde luego, son la misma persona, pero recordemos que en la novela esto recién se descubre al final, algo que en las adaptaciones cinematográficas no han conseguido respetar, perdiendo así una porción considerable de la historia.

Se trata, en última instancia, de un doppelgänger que expresa una doble vida. El respetable vs. el condenable. El atildado vs. el lujurioso. Desde luego, hoy puede parecernos algo simple, y hasta básico, pero la única forma de combinar estos dos aspectos del ser humano en el período victoriano era adoptando múltiples personalidades; una para cada pulsión, impidiendo así que la mala reputación de una perjudique a la otra.

Al pobre doctor Jekyll le tomó décadas construir una reputación intachable, una moral de hierro, con lo cual debió darle vida a su «doble», el señor Hyde, para liberar sus impulsos inmorales, su sensualidad y sus fantasías homicidas.


3- El retrato de Dorian Gray (The Picture of Dorian Gray, Oscar Wilde)

Oscar Wilde fue un público admirador del tema del doppelgänger, sobre el cual trabajó extensivamente en dos obras: La importancia de llamarse Ernesto (The Importance of Being Earnest) y El retrato de Dorian Gray (The Picture of Dorian Gray).

La primera relata la historia de dos hombres jóvenes que adoptan nombres falsos para poder explorar sus fantasías con cierta indulgencia, sin ponerse en peligro frente a la moral de la sociedad, algo que el propio Oscar Wilde debió pagar con la cárcel. La segunda, probablemente la mejor de las dos, no explora el tema de la inmoralidad que tanto preocupaba a Robert Stevenson, sino de la amoralidad.

Dorian Gray es, en última instancia, un desvergonzado hedonista, un sujeto superficial, vano, y también un asesino. No es su verdadero rostro el que se oculta en el retrato, sino su sentimiento de culpa. Al ser incapaz de experimentar remordimiento se convierte en un ser amoral.

En este caso el doppelgänger no opera como «doble» de Dorian Gray, es decir, como un otro necesario para expresar lo prohibido, lo que no puede hacerse; sino una especie de bóveda en donde es posible depositar todos aquellos impulsos sociales que nos impiden practicar el egoísmo absoluto.


4- Orlando (Orlando, Virginia Woolf)

El motivo del doppelgänger también aparece de forma diferenciada en esta genial novela de Virginia Woolf, ya más ligado a la problemática de género.

Estamos aquí frente a un doppelgänger completamente nuevo; héroe y heroína al mismo tiempo: cross, trans; un personaje que permite explorar un enorme y complejo abanico de posibilidades emocionales, sexuales, sociales, que se enfrentan a todos los estereotipos de forma conjunta.

Orlando propone que las definiciones de género son, en definitiva, una camisa de fuerza que restringe y reduce otras porciones del ser. En otras palabras: una nueva forma de represión, ya que al asumirse como algo estamos dejando afuera otras facetas del Yo igualmente importantes.

Lo que Virginia Woolf realmente quería destruir es la idea del Yo, y cómo este no necesariamente nos representa:

Este yo me harta. Necesito otro. Pero tampoco es fácil porque uno puede llamar, como Orlando lo hizo, y el Orlando requerido puede no presentarse; estos yo que nos forman, uno apilado encima de otro, como los platos en la mano del mozo, tienen lazos en otra parte, simpatías, pequeños códigos y derechos propios, llámense como quiera: de modo que uno de ellos no acude sino en los días de lluvia, otro en un cuarto de cortinas verdes, otro cuando no está Mrs. Jones, otro si le prometen un vaso de vino y otros son demasiado absurdos para figurar en letras de molde.


5- El talentoso señor Ripley (The Talented Mr Ripley, Patricia Highsmith)

Nuestro último modelo de doppelgänger aparece en esta excelente novela de Patricia Highsmith, no ya como expresión de los deseos de emanciparse, como en el caso de Orlando; de liberar nuestros impulsos sexuales, como En Jeckyll y Hyde; de la amoralidad, como en Dorian Gray; o receptáculo de la soberbia y la venganza, como en Frankenstein, sino como reflejo siniestro de nuestras mezquindades.

Tom Ripley es un sujeto mezquino, celoso, posesivo, a tal punto que cae en fuertes y prologados períodos de obsesión, por supuesto, disimulados de franca admiración. Se obsesiona con alguien y pronto lo cela, desea sus posesiones, su estilo de vida, con tanta intensidad que necesita convertirse en el otro.

Naturalmente, para convertirse en el otro es necesario que el otro deje de existir. Y Tom Ripley, como todo sujeto mezquino, es un hábil impostor, capaz de vivir la vida de alguien más sin sentir el más ínfimo registro de culpa, aún cuando para lograrlo deba cometer un asesinato.

Es así que Tom Ripley sustrae la vida de Dickie, un playboy adinerado y carismático. El proceso de asimilación nace a partir de la admiración: vistiéndose como el otro, hablando del mismo modo, caminando igual. Sin embargo, para que la metamorfosis sea completa el otro debe dejar de existir, y Ripley está dispuesto a pagar ese último final para dejar de ser un doppelgänger.




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