«Invocación al HORROR»: Hannah Cowley; poema y análisis.
Invocación al HORROR (Invocation to HORROR) es un poema gótico de la escritora inglesa Hannah Cowley (1743-1809), escrito en 1788.
Invocación al HORROR se inscribe en la tradición gótica, y anticipa mucho de lo que ya vimos en el poema de Ann Radcliffe: Noche (Night). Hannah Cowley presenta un concepto personificado pero [aparentemente] incorpóreo: el Horror. Si bien este concepto posee indicios de corporalidad [se «sienta» en un trono] no se lo describe en términos físicos. El Horror, como abstracción, es amplia; personificarla le da cierta densidad pero carece de propiedades definidas [ver: El Horror y los Absolutos]
Hannah Cowley fue una pionera de la poesía gótica, que posee sus propias convenciones, a veces opuestas a las de la novela gótica. Por ejemplo, Invocación al Horror, así como la poesía gótica temprana, presentan a un antagonista abstracto pero personificado, incorpóreo y aterrador, muy diferente de la fisicalidad del Villano de la novela gótica, a menudo un monstruo: vampiros, ghouls, hombres lobo, nigromantes, etc.
En la poesía gótica temprana, el antagonista es menos «monstruoso», y a menudo aparece como un concepto, una idea; incluso como una virtud personificada. Invocación al Horror es un buen ejemplo de esto. Hannah Cowley invoca al Horror, un concepto, a través de una Oradora que se mueve en una serie de espacios donde cree que reside el Horror, sólo para encontrarlos vacíos. La Oradora finalmente localiza al Horror sentado en su trono, incluso descubre dónde se originó su poder y qué le depara el futuro: después de un acto final, una especie de apocalipsis de violencia y destrucción, el Horror abandonará nuestro mundo.
Si bien el Horror carece de fisicalidad, la estructura del poema es densa, casi narrativa. Aunque las estrofas tienen una métrica, la rima es inconsistente, y cada estrofa contiene un número diferente de líneas. Hannah Cowley, quizás, utiliza esta variación para aumentar la tensión e impedirle al lector que encuentre un patrón o un ritmo que le resulte cómodo. Más allá de la estructura, las primeras líneas del poema de Hanna Cowley eliminan cualquier sentimiento de consuelo: en un poema dirigido al Horror, la tensión debería ser constante, de modo que parece una decisión acertada:
¡HORROR! Te llamo desde la torre enmohecida,
el turbio cementerio de la iglesia y la glorieta abandonada,
donde en medio de humedades nocivas
arden relucientes los fuegos fatuos,
el turbio cementerio de la iglesia y la glorieta abandonada,
donde en medio de humedades nocivas
arden relucientes los fuegos fatuos,
Aquí, Hanna Cowley despliega motivos y escenarios góticos tradicionales [torres, cementerios, iglesias], mientras invoca al HORROR [en mayúsculas] en estos espacios donde a menudo se lo concibe: lugares abandonados llenos de decadencia y muerte. La «torre enmohecida» [en ruinas] es el primer sitio donde la Oradora busca al HORROR, tal vez por su atmósfera y antigüedad, tal vez por evocar a los castillos medievales. La segunda ubicación es el «turbio cementerio de la iglesia», un lugar lleno de cadáveres. Al igual que la torre en ruinas, el cementerio representa el pasado. La literatura gótica suele apoyarse en esta compulsión a revivir el pasado a través de los fantasmas de los difuntos que retornan para atormentar a los vivos. Hanna Cowley utiliza el arquetipo del cementerio en este sentido: como un lugar de remordimiento, no de paz o descanso.
Sin embargo, la Oradora no encuentra al HORROR en el cementerio. Todo lo que queda allí es la tristeza de los difuntos. Acto seguido, lo busca en la «glorieta abandonada» [forsaken bower]. Nosotros hemos traducido bower como «glorieta», pero Hanna Cowley utiliza la palabra en su sentido primigenio: bower refiere a una recámara o alcoba de castillo. Dante Gabriel Rossetti haría lo mismo en el poema Eden Bower, habitualmente traducido como La alcoba del Edén. En cualquier caso, este bower está abandonado, precisamente porque refiere a un lugar cerrado. El HORROR no aparecería en un espacio seguro.
Es interesante notar que todos los lugares donde la Oradora busca al HORROR aluden a las estructuras de poder medievales. Tamizados por la decadencia gótica, estas ruinas se convierten en lugares que inspiran miedo. El exterior no es mucho más amigable. Hay tormentas, ignes fatui [«fuegos fatuos»] cuyos resplandores contrastan con la noche espesa. Las torres, castillos, iglesias y cementerios son creaciones humanas, y están llenas de peligros que no han decaído con el paso de los siglos; sin embargo, el HORROR no puede reducirse a la crueldad humana; de hecho, la crueldad humana está subordinada al HORROR.
El HORROR teje los «horribles fantasmas de la Desesperación». La mayúscula personifica a la Desesperación, la vuelve una entidad poderosa pero subordinada al HORROR, capaz de crear seres que vuelan con «alas de cuervo». Estos tienen alguna forma física, pero no son el antagonista; son meros sirvientes. El HORROR permanece incorpóreo, aunque eventualmente se lo localiza:
¡Oh! Llévame al inminente acantilado,
bajo cuya frente el gallardo esquife
te contempla sentado en tu trono rocoso;
allí, en medio del rugido del viento salvaje,
tu influencia, HORROR, adoraré.
bajo cuya frente el gallardo esquife
te contempla sentado en tu trono rocoso;
allí, en medio del rugido del viento salvaje,
tu influencia, HORROR, adoraré.
Ante el HORROR, sentado en su «trono rocoso», la Oradora no parece experimentar miedo, sino una oleada de adoración:
¡Oh! ¡Esconde el molesto orbe de la Luna,
absorbe los destellos de cada estrella
y deja que la CREACIÓN sea tuya por un momento!
Las olas se disparan; ¡Que rujan los torbellinos,
que la orilla severa y puntiaguda, la barca encallada,
de vuelta a las olas se resignen!
Entonces, mientras desde aquella nube turbia
lanzas tus truenos largos y fuertes,
y los relámpagos destellan en las profundidades,
¡que el grito agonizante del marinero
y el suspiro del piloto
se mezclen y fluyan en el espantoso coro!
absorbe los destellos de cada estrella
y deja que la CREACIÓN sea tuya por un momento!
Las olas se disparan; ¡Que rujan los torbellinos,
que la orilla severa y puntiaguda, la barca encallada,
de vuelta a las olas se resignen!
Entonces, mientras desde aquella nube turbia
lanzas tus truenos largos y fuertes,
y los relámpagos destellan en las profundidades,
¡que el grito agonizante del marinero
y el suspiro del piloto
se mezclen y fluyan en el espantoso coro!
¿Por qué la Oradora experimenta este deseo de adorar al HORROR? La conjetura inicial es que ella ha logrado [quizás por estar ante a su «trono»] asumir la perspectiva del HORROR. La Oradora está situada en el «inminente acantilado», no en la tempestad que se describe a continuación. Desde la perspectiva del HORROR, la tormenta, los relámpagos, las olas que estimulan «el grito agonizante del marinero», el «espantoso coro» de voces aterrorizadas, son cosas hermosas de contemplar.
La segunda conjetura es peregrina. La palabra horror proviene del latín, donde no significa «miedo», sino una especie de temor religioso, de pavor mezclado con veneración. Etimológicamente hablando, horror hunde sus raíces en el protoindoeuropeo gher, que significa «sacudida», «temblor». Habida cuenta del uso que hace Hanna Cowley de las mayúsulas, indicando agencia y personificación, similar a la personificación de atributos morales presentes en la literatura medieval; la autora tal vez está pensando en el HORROR en su sentido original: algo que induce una poderosa experiencia espiritual.
El acto final de Invocación al Horror es profético:
UNA VEZ MÁS triunfarás en la tormenta de fuego;
UNA VEZ MÁS la Tierra contemplará tu espantosa forma;
¡Entonces buscarás, como dicen los santos profetas,
tu trono nativo en medio de las sombras eternas del INFIERNO!
UNA VEZ MÁS la Tierra contemplará tu espantosa forma;
¡Entonces buscarás, como dicen los santos profetas,
tu trono nativo en medio de las sombras eternas del INFIERNO!
El HORROR provoca una colosal tormenta en la Tierra antes de regresar al INFIERNO. Es un presagio sombrío, pero lógico: cuando la humanidad sea exterminada en un cataclismo global, el HORROR se retirará a su «trono nativo». En cierto modo, Hanna Cowley le da a su protagonista una estructura similar a la de la Jornada del Héroe [Partida, Iniciación y Regreso], que culmina con el retorno del HORROR al INFIERNO.
Invocación al Horror deja muchos interrogantes sin respuesta. ¿Por qué la Oradora busca activamente al HORROR? ¿Por qué quiere invocarlo? Es evidente que lo conoce lo suficientemente bien como para buscarlo entre sus lugares habituales [torres decrépitas, cementerios]. Una vez encontrado, lo elogia, pero también lo devalúa, recordándole que no posee ningún poder propio, sino que lo recibió de «El TODOPODEROSO». Esto parece un detalle piadoso, pero la idea de un Dios que crea al HORROR, que le da poder y agencia en el mundo, incluso la misión final de exterminar a Su creación, es bastante inquietante.
Invocación al HORROR.
Invocation to HORROR, Hannah Cowley (1743-1809)
(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)
¡Lejos debe borrarse cada escena pintada!
¿Qué es para mí el cielo de zafiro?
¿Qué es para mí el suave tinte de la tierra
o los valles fragantes que se hunden
entre las colinas aterciopeladas?
Sí, allí veo (¿por qué me estremecen esas bellezas?)
arboledas perladas que se inclinan ante el sol;
aferrándose a sus rayos, ríos brillantes
corren ese dardo redoblado del día:
¿Espero escenas vanas, para atrapar la mente
en el dolor adormecido de la resignación,
o pedir que mi corazón sea alegre?
¡Falsas son esas esperanzas! Me vuelvo. Vuelo,
donde ningún encanto se topa con los ojos,
ni las ideas suaves se extravían.
¡HORROR! Te llamo desde la torre enmohecida,
el turbio cementerio de la iglesia y la glorieta abandonada,
donde en medio de humedades nocivas
arden relucientes los fuegos fatuos,
muestran la noche de tejido espeso,
donde la morbosa MELANCOLÍA se sienta,
llora, canta y delira,
y a su pecho se cuela el duende imaginado.
O, si en medio de la oscuridad ártica
te afanas en tu telar,
tejiendo los horribles fantasmas de la Desesperación,
al instante tus espantosos trabajos abandonan,
con alas de cuervo, la hendidura cóncava
donde flota, transportado por sí mismo, el denso aire nocturno.
¡Oh! Llévame al inminente acantilado,
bajo cuya frente el gallardo esquife
te contempla sentado en tu trono rocoso;
allí, en medio del rugido del viento salvaje,
tu influencia, HORROR, adoraré,
cuyo toque mágico se cuaja en piedra.
¡Oh! ¡Esconde el molesto orbe de la Luna,
absorbe los destellos de cada estrella
y deja que la CREACIÓN sea tuya por un momento!
Las olas se disparan; ¡Que rujan los torbellinos,
que la orilla severa y puntiaguda, la barca encallada,
de vuelta a las olas se resignen!
Entonces, mientras desde aquella nube turbia
lanzas tus truenos largos y fuertes,
y los relámpagos destellan en las profundidades,
¡que el grito agonizante del marinero
y el suspiro del piloto
se mezclen y fluyan en el espantoso coro!
¡HORROR! Distante está tu reinado;
antes que los REYES mancharan
la página histórica con registros negros o actos de poder sin ley:
antes que los imperios de Alejandro cayeran,
antes que los Césares enloquecieran,
el mundo aterrorizado recibió tu terrible dote.
A cuya pluma JEHOVÁ inspiró;
Él, que vestido de elocuencia
dirigió los escuadrones de Israel sobre la tierra,
grandiosa y terroríficamente, pinta tu nacimiento.
El TODOPODEROSO, en medio de su fulgente trono,
donde resplandecientes serafines vuelan alrededor de su estrado,
contempló las desenfrenadas ciudades de la llanura,
con actos de nombre mortal que sus leyes desprecian;
Dio el signo irrevocable que marcó en el hombre el odio divino;
¡Y de repente, desde el cielo primordial
los Ángeles de Su ira ordenan volar!
Entonces, ¡HORROR! ¡Tú presides el todo,
y llenas y absortas a cada alma que se acusa a sí misma!
Tú ascendiste para guiar la lluvia ardiente.
¡A TI el Omnipotente te concedió la hora!
A ti correspondía azotar la tierra pecaminosa,
a ti correspondía arrojar el tizón de fuego;
bajo tu mirada los templos cayeron,
y las montañas se desmoronaron ante tu grito.
UNA VEZ MÁS triunfarás en la tormenta de fuego;
UNA VEZ MÁS la Tierra contemplará tu espantosa forma;
¡Entonces buscarás, como dicen los santos profetas,
tu trono nativo, en medio de las sombras eternas del INFIERNO!
FAR be remov’d each painted scene!
What is to me the sapphire sky?
What is to me the earth’s soft dye?
Or fragrant vales which sink between
Those velvet hills? yes, there I see –
(Why do those beauties burst on me?)
Pearl-dropping groves bow to the sun;
Seizing his beams, bright rivers run
That dart redoubled day:
Hope ye vain scenes, to catch the mind
To torpid sorrow all resign’d,
Or bid my heart be gay?
False are those hopes! – I turn – I fly,
Where no enchantment meets the eye,
Or soft ideas stray.
HORROR! I call thee from the mould’ring tower,
The murky church-yard, and forsaken bower,
Where ’midst unwholesome damps
The vap’ry gleamy lamps
Of ignes fatui, shew the thick-wove night,
Where morbid MELANCHOLY sits,
And weeps, and sings, and raves by fits,
And to her bosom strains the fancied sprite.
Or, if amidst the arctic gloom
Thou toilest at thy sable loom,
Forming the hideous phantoms of Despair –
Instant thy grisly labours leave,
With raven wing the concave cleave,
Where floats, self-borne, the dense nocturnal air.
Oh! bear me to th’impending cliff,
Under whose brow the dashing skiff
Behold Thee seated on thy rocky throne;
There, ’midst the shrieking wild wind’s roar,
Thy influence, HORROR, I’ll adore,
And at thy magic touch congeal to stone.
Oh! hide the Moon’s obtrusive orb,
The gleams of ev’ry star absorb,
And let CREATION be a moment thine!
Bid billows dash; let whirlwinds roar,
And the stern, rocky-pointed shore,
The stranded bark, back to the waves resign!
Then, whilst from yonder turbid cloud,
Thou roll’st thy thunders long, and loud,
And light’nings flash upon the deep below,
Let the expiring Seaman’s cry,
The Pilot’s agonizing sigh
Mingle, and in the dreadful chorus flow!
HORROR! far back thou dat’st thy reign;
Ere KINGS th’ historic page could stain
With records black, or deeds of lawless power:
Ere empires Alexanders curst,
Or Faction, madd’ning Cæsars nurst,
The frighted World receiv’d thy awful dower!
Whose pen JEHOVAH’s self inspir’d;
He, who in eloquence attir’d,
Led Israel’s squadrons o’er the earth,
Grandly terrific, paints thy birth.
Th’ ALMIGHTY, ’midst his fulgent seat on high,
Where glowing Seraphs round his footstool fly,
Beheld the wanton cities of the plain,
With acts of deadly name his laws disdain;
He gave th’ irrevocable sign,
Which mark’d to man the hate divine;
And sudden from the starting sky
The Angels of his wrath bid fly!
Then, HORROR! thou presided’st o’er the whole,
And fill’d, and rapt, each self-accusing soul!
Thou did’st ascend to guide the burning shower –
On THEE th’ Omnipotent bestow’d the hour!
’Twas thine to scourge the sinful land,
’Twas thine to toss the fiery brand;
Beneath thy glance the temples fell,
And mountains crumbled at thy yell.
ONCE MORE thou’lt triumph in fiery storm;
ONCE MORE the Earth behold thy direful form;
Then shalt thou seek, as holy prophets tell,
Thy native throne, amidst th’ eternal shades of HELL!
Hannah Cowley (1743-1809)
What is to me the sapphire sky?
What is to me the earth’s soft dye?
Or fragrant vales which sink between
Those velvet hills? yes, there I see –
(Why do those beauties burst on me?)
Pearl-dropping groves bow to the sun;
Seizing his beams, bright rivers run
That dart redoubled day:
Hope ye vain scenes, to catch the mind
To torpid sorrow all resign’d,
Or bid my heart be gay?
False are those hopes! – I turn – I fly,
Where no enchantment meets the eye,
Or soft ideas stray.
HORROR! I call thee from the mould’ring tower,
The murky church-yard, and forsaken bower,
Where ’midst unwholesome damps
The vap’ry gleamy lamps
Of ignes fatui, shew the thick-wove night,
Where morbid MELANCHOLY sits,
And weeps, and sings, and raves by fits,
And to her bosom strains the fancied sprite.
Or, if amidst the arctic gloom
Thou toilest at thy sable loom,
Forming the hideous phantoms of Despair –
Instant thy grisly labours leave,
With raven wing the concave cleave,
Where floats, self-borne, the dense nocturnal air.
Oh! bear me to th’impending cliff,
Under whose brow the dashing skiff
Behold Thee seated on thy rocky throne;
There, ’midst the shrieking wild wind’s roar,
Thy influence, HORROR, I’ll adore,
And at thy magic touch congeal to stone.
Oh! hide the Moon’s obtrusive orb,
The gleams of ev’ry star absorb,
And let CREATION be a moment thine!
Bid billows dash; let whirlwinds roar,
And the stern, rocky-pointed shore,
The stranded bark, back to the waves resign!
Then, whilst from yonder turbid cloud,
Thou roll’st thy thunders long, and loud,
And light’nings flash upon the deep below,
Let the expiring Seaman’s cry,
The Pilot’s agonizing sigh
Mingle, and in the dreadful chorus flow!
HORROR! far back thou dat’st thy reign;
Ere KINGS th’ historic page could stain
With records black, or deeds of lawless power:
Ere empires Alexanders curst,
Or Faction, madd’ning Cæsars nurst,
The frighted World receiv’d thy awful dower!
Whose pen JEHOVAH’s self inspir’d;
He, who in eloquence attir’d,
Led Israel’s squadrons o’er the earth,
Grandly terrific, paints thy birth.
Th’ ALMIGHTY, ’midst his fulgent seat on high,
Where glowing Seraphs round his footstool fly,
Beheld the wanton cities of the plain,
With acts of deadly name his laws disdain;
He gave th’ irrevocable sign,
Which mark’d to man the hate divine;
And sudden from the starting sky
The Angels of his wrath bid fly!
Then, HORROR! thou presided’st o’er the whole,
And fill’d, and rapt, each self-accusing soul!
Thou did’st ascend to guide the burning shower –
On THEE th’ Omnipotent bestow’d the hour!
’Twas thine to scourge the sinful land,
’Twas thine to toss the fiery brand;
Beneath thy glance the temples fell,
And mountains crumbled at thy yell.
ONCE MORE thou’lt triumph in fiery storm;
ONCE MORE the Earth behold thy direful form;
Then shalt thou seek, as holy prophets tell,
Thy native throne, amidst th’ eternal shades of HELL!
Hannah Cowley (1743-1809)
(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)
Poemas góticos. I Poemas del romanticismo.
Más literatura gótica:
El análisis, traducción al español y resumen del poema de Hannah Cowley: Invocación al HORROR (Invocation to HORROR), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com
Es todo un desafío el traducir poesía.
ResponderEliminarPero lo hacés bien. Y hay un buen análisis.
¡Filón inagotable el de la literatura gótica!
ResponderEliminar¿De qué manga de su túnica de nigromante sacó este as oscuro, Sebastián? Ignoraba por completo a esta Hannah Cowley y me lo reprocho amargamente. Oscuridad plena la de esta chica, comparable a la de Emily Bronte, por poner un caso. Me pregunto cuántas mujeres enamoradas del Horror, de la Pena y del Mal habrán escrito sobre ello con la calidad de Cowley y permanecen ocultas entre los pliegues del Pasado . Y hablando del Mal, aplauso para la imagen de cabecera, esa Ofelia de Millais que parece entregada a él en cuerpo y alma sin chances de retorno...
Gracias Demiurgo! Un desafío que, en muchos casos, uno asume sabiendo que está fuera de su alcance.
ResponderEliminarEn efecto, Daniel, Cowley es una de esas autoras que están en una tercera o cuarta línea, sin embargo, no tiene demasiado para envidiarle a otros más encumbrados.