Ogros: mitos, leyendas y orígenes


Ogros: mitos, leyendas y orígenes.




Continuamos nuestro recorrido mitológico, esta vez persiguiendo a una de las criaturas más nombradas y menos conocidas del bestiario universal: los Ogros.

Si tomásemos todas las leyendas de Ogros podríamos describir a estos seres en siguientes términos: un Ogro es un inmenso, cruel y ávido monstruo de características humanoides. Su hábitat natural es el cuento de hadas, aunque se presume un pasado más ominoso. Se alimentan de carne humana, viva, cuando la consiguen. Al igual que los Trolls, han pasado a engrosar nuestra lengua, y muchas otras, para definir a alguien embrutecido, tosco, y de tendencias ermitañas.

La primera mención literaria a los Ogros se le atribuye a Chrétien de Troyes, más precisamente en el poema del siglo XII: Perceval, la historia del Grial (Perceval, le conte du Graal), vinculando de algún modo el ciclo artúrico con estas criaturas.


Y está escrito que él volverá
a todos los reinos de Logres,
conocido como la tierra de ogros,
y los destruirá con la lanza.


(Et s'est escrit que il ert ancore
que toz li reaumes de Logres,
qui ja dis fu la terre as ogres,
ert destruite par cele lance.


Los Ogros de este poema tal vez sean a los mismos que luego serían mencionados por Geoffrey de Monmouth en su Historia de los Reyes de Britania (History of the Kings of Britain), donde se los ubica como los primeros habitantes de Britania, y emparentados nada menos que con los gigantes de los mitos celtas, así también como con Gog y Magog, de los mitos bíblicos.

Pero la palabra Ogro, en aquellos tiempos, era un refinamiento literario. Recién adquirió popularidad de la mano de dos gigantes de la literatura francesa: Charles Perrault (1628–1703) y Marie-Catherine Jumelle de Berneville, Condesa de Aulnoy (1650–1705). Otros, menos inclinados por la teoría literaria, vociferan que los Ogros provienen de la palabra Hongrois, que significa «húngaros», pueblo al que se le atribuía una naturaleza bestial.

Pero la palabra Ogro siguió su camino, como siempre, ignorando las especulaciones de los sabios. En Italia, por ejemplo, Giambattista Basile (1575–1632), uno de los primeros recopiladores de La Bella Durmiente, utilizó una versión napolitana: Uerco, y, en ocasiones, Orco, nombre que luego sería popularizado por J.R.R. Tolkien, aunque previamente ya había entrado en el imaginario colectivo de la mano de Ludovico Ariosto.

El propio J.R.R. Tolkien, decíamos, utilizó la palabra Ogro en El Hobbit (The Hobbit), mostrándolos como descomunales criaturas que se lanzan rocas en la ladera de un monte. Bilblo los vé y toma nota mental sobre ellos, pero ni la historia, ni Bilbo, volvieron a preocuparse de ellos.

En Francia, casi por regla general, se descarta el origen latino o anglosajón de la palabra Ogro, incluso hay quienes proponen que el mito de los Ogros proviene, en realidad, de una ficcionalización de los crímenes perpetrados por el abominable Gilles de Rais, aunque esta conjetura disparatada no merece mayores análisis.

El mejor camino, y el más acertado, para desentrañar la esencia de un mito, es utilizar las herramientas que nos provee la lingüística. Desandar el camino de las evoluciones gramaticales y fonéticas es un verdadero viaje en el tiempo, con las conveniencias, a menudo tristes, de todo viaje que se realiza con la mente.

Viajemos entonces.

De Francia nos quedamos con las palabras Ogre, de Chrétien, y el Hogres, usado en las primeras versiones francesas de las Mil y Una Noches, con la intención de describir a un gigante devorador de hombres. Si nos desviamos hacia Oriente, encontramos la versión bizantina: Ogur, una voz despectiva hacia los húngaros. Más cerca, el Orcus latino, con implicaciones más poéticas que prácticas. De todos los caminos posibles el indicado es el que provee el Inglés Antiguo Orcneas, usado en el Beowulf. Esta versión de los Ogros está íntimamente relacionada con la raíz indoeuropea Orc, cuyo significado, hipotético, por cierto, tiene relación con lo aberrante, lo antinatural, lo que proviene de las esferas más densas del horror ancestral.

Hombres más sabios que nosotros aseguran que la palabra Ogro define un temor cambiante, un horror que adquiere distintas formas, todas infernales, pero con un vértice comprensible, unívoco, para todos los que han temblado en la oscuridad. Los Ogros son, en definitiva, algo que cambia de forma, un viejo y descascarado jirón del averno que muta constantemente, una máscara, si se quiere, del verdadero espanto que se esconde tras los párpados cerrados.




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