«El Gusano Mental»: C.M. Kornbluth; relato y análisis.
El Gusano Mental (The Mindworm) es un relato de vampiros del escritor norteamericano C.M. Kornbluth (1923-1958), publicado originalmente en la edición de diciembre de 1950 de la revista Worlds Beyond, y desde entonces reeditado en numerosas antologías.
El Gusano Mental, probablemente uno de los mejores cuentos de C.M. Kornbluth, relata la historia de un vampiro psíquico que capta los miedos más profundos de sus víctimas, así como sus fantasías más íntimas, para acercarse a ellas [ver: Cómo funciona el Vampirismo Psíquico]
SPOILERS.
El Gusano Mental, protagonista de este extraño relato de C.M. Kornbluth, es un huérfano hijo de un teniente de la Marina de los Estados Unidos y una enfermera, concebido a bordo de un barco durante las primeras pruebas atómicas. Es un mutante que puede «escuchar» telepáticamente los pensamientos de las personas a su alrededor. Arrojado al mundo como un adulto joven, se mueve de pueblo en pueblo, escuchando a escondidas los pensamientos de las personas que lo rodean y asesinando aquí y allí, cada vez más imprudentemente. El Gusano Mental también puede escuchar pensamientos en otros idiomas, aunque no puede comprenderlos. A medida que se muda a comunidades donde se han congregado nuevos inmigrantes de Europa del Este, comienza a escuchar recurrentemente un término extraño para él, que eventualmente se revela como la palabra «vampiro». Justo cuando llega a este entendimiento un grupo de hombre irrumpen en su habitación, armados con estacas.
El título y el argumento de El Gusano Mental le fueron sugeridos a C.M. Kornbluth por el editor de Worlds Beyond, Damon Knight, quien buscaba una historia sobre vampiros psíquicos para la revista [ver: Razas de vampiros]. En una primer lectura [por cierto, muy dificultosa], El Gusano Mental parece ser la típica historia de ciencia ficción pulp de la época, donde los personajes son casi indistinguibles entre sí y la trama es relativamente simple: un vampiro mutante acecha y mata a sus presas hasta que él mismo es asesinado al final. Sin embargo, hay más, mucho más, entre otras cosas, una dura crítica social a ciertos aspectos de la cultura estadounidense de posguerra [ver: Ciencia ficción: artículos, ensayos y curiosidades]
La académica Nina Auerbach, en un interesante libro titulado: Nuestros vampiros, nosotros mismos (Our Vampires, Ourselves), declara que «cada época abraza al vampiro que necesita». En el caso de El Gusano Mental, se trata de un vampiro que expresa las ansiedades de finales de la década de 1940 ante el desarrollo tecnológico descontrolado, el consumismo, y el peligro atómico. Al desafiar la legitimidad de los valores estadounidenses de la época, incluido el patriotismo, C.M. Kornbluth reelabora la narrativa de la ciencia ficción tradicional en la que el enemigo representa el miedo al Otro [es decir, a los Rojos] para revelar la verdadera amenaza a la democracia: la represión del gobierno y la reducción de los derechos de la ciudadanía [ver: ¿Es el Horror mejor que la Ciencia Ficción?]
El Gusano Mental se publicó durante el apogeo de la histeria anticomunista que se apoderó de los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial. Es un cuento muy extraño, con un estilo por momentos indescifrable, y que requiere una lectura sofisticada para comprenderlo en términos de comentario político. Esto mismo debería aplicarse a toda la ciencia ficción de la época, un género que emplea escenarios inusuales [otros tiempos, otros mundos] para proporcionar nuevas perspectivas desde las cuales ver el tiempo y el mundo del autor. Más aun, la ciencia ficción de la epoca [y El Gusano Mental no es la excepción] suele deslizar una extraña apatía con respecto a la radiación, la contaminación y la destrucción, elementos que, por otro lado, generaron las ansiedades de las cuales se alimenta. Tengamos en cuenta que, durante la década de 1950, la ciencia ficción estaba entre las pocas expresiones artísticas populares donde [suficientemente enmascarada] uno podía expresar una crítica antiautoritaria que no sea acusada de comunista.
El Gusano Mental de C.M. Kornbluth, entonces, refleja las ansiedades de su época: miedo a una posible catástrofe nuclear, a los rusos, a la carrera armamentista, a la vigilancia del Estado sobre sus propios ciudadanos, etc. No son miedos miserables, por cierto. La gente realmente temía al Armagedón nuclear, con el recuerdo de Hiroshima y Nagasaki fresco en la memoria. Tanto es así que este mutante, el Gusano Mental, es concebido durante la primera prueba de la bomba atómica en Bikini Atoll el 1 de julio de 1946.
El Gusano Mental ataca escaneando mentes, alimentándose de las emociones extremas de sus víctimas y luego matándolas. Como esponja psíquica, al principio es una figura que infunde lástima: tanto su padre como su madre lo abandonaron y se vio obligado a vivir con horribles padres adoptivos cuando era niño. Sin embargo, después del primer incidente, en el que usa sus poderes para evitar ser «atacado» en grupo, inmediatamente se convierte en un depredador.
Durante sus escaneos mentales, el Gusano Mental capta monólogos internos aleatorios y utiliza esta información para acechar y matar a sus presas. Los fragmentos de pensamiento de los que se alimenta se convierten en su medio de presentación a sus víctimas. El diálogo generalmente conduce a una explosión de emoción descontrolada [deseo, amor, dolor] en la víctima y, en última instancia, a su muerte. La energía atómica que emana a través del Gusano Mental [concebido en una oleada de radiación] es una metáfora de la capacidad tecnológica humana ilimitada, la cual es tan incontrolable como imprevisible.
El primer uso de esta fuerza telepática por parte del Gusano Mental [contra los vagabundos], es accidental y hasta justificable. Sin embargo, no hay duda en el segundo ataque: el Gusano Mental incita a un anciano escultor, Sebastian Long, a un estado emocional elevado, llevándolo a una «tormenta de emociones» que nunca había conocido. En la trifulca se rompe la última creación del escultor, una figura de Demeter. Mientras esto sucede el lector llega a comprender que el Gusano Mental, simbólicamente, ejerce poder incluso sobre Demeter, la diosa que preside el ciclo sagrado natural de la vida y la muerte.
No es casual que el Gusano Mental se alimente exclusivamente de los vulnerables: vagabundos, un anciano, la pobre Dolly [una inmigrante de habla hispana que practica sonrisas sexys y sueña con galanes de cine] y, finalmente, una comunidad de inmigrantes polacos marginados [incluida una prostituta]. Además, el Gusano Mental siempre ataca dentro o en las proximidades del hogar: irrumpe en el taller de Long, adosado a su casa; recoge a Dolly de las escaleras de su casa; y ataca a la chica polaca en las afueras de su casa. Esto, claramente, remite a la la idea de que la ansiedad nuclear se expresaba con frecuencia en imágenes de la domesticidad amenazada [ver: Clichés de la ciencia ficción que nos encantan]
El Gusano Mental, en definitiva, usa los miedos de sus victimas, pero también sus deseos más íntimos, como en el caso de Dolly, convirtiéndose en el hombre de sus sueños. La historia de Dolly es simbólica de la amenaza nuclear [el propio Gusano Mental], la cual es invisible, repentina, y fatal, y donde los efectos del ataque no se experimentan directamente hasta que es demasiado tarde. C.M. Kornbluth solo le dedica dos páginas a la historia de Dolly, pero es significativa respecto de la degradación de la sociedad bajo la sombra de la bomba. Específicamente, la historia de Dolly se centra en el poder de la publicidad para corromper y promover la conformidad. Dolly está fascinada con las estrellas de cine [sueña con convertirse en Lauren Bacall]. Su deseo es vivir el sueño americano que aparece en las revistas y en el cine, y el Gusano Mental utiliza todo esto como punto de apoyo para ganarse su confianza.
La ruina del Gusano Mental se precipita cuando el vampiro deja de amenazar y acechar individuos para atacar a toda una comunidad. El depredador, aun cauteloso, es consciente de los peligros de llamar demasiado la atención, pero ignora los precursores históricos de su presencia. La sociedad estadounidense es ignorante, incapaz de reconocer la naturaleza del vampiro; pero los inmigrantes de Europa del Este [serbios, albaneses, croatas, húngaros, eslovenos, búlgaros], tienen una larga tradición en el tema. Muchos de los pensamientos que el Gusano Mental capta de esta comunidad son incomprensibles para él, y al final se nos revela que los ancianos están hablando sobre la presencia de un vampiro desde hace mucho tiempo, quizás planeando atacarlo en su momento más vulnerable. La última palabra que escucha el Gusano Mental es Wampyir, el término literario polaco para la palabra «vampiro», derivado del término ruso Upir. El Gusano Mental es incapaz de comprender el peligro en el que se encuentra [aunque lo siente en el cuerpo] porque no entiende el polaco.
El Gusano Mental trata sobre un mundo bajo constante vigilancia, una pesadilla política de control. A primera vista, parecería que el vampiro solo representa el miedo al Otro [en definitiva, uno nunca sabe lo que está al acecho en las mentes de los demás]. Sin embargo, es un tipo diferente de enemigo de posguerra, una representación de la bravuconería estadounidense [sus padres son un oficial militar y una enfermera médica]. Como un producto mutante de la Era Atómica que tiene habilidades telepáticas para escanear las mentes de los demás, el Gusano Mental, en su constante estado de vigilancia [¡ni siquiera nuestros pensamientos están a salvo!], ejemplifica los problemas del progreso científico, así como la preocupación inmediata sobre el control gubernamental.
Dicho todo esto [quizás demasiado], es importante aclarar que El Gusano Mental solo tiene valor en términos simbólicos, subyacentes. En la superficie, es un relato de vampiros ingenioso, es cierto, pero no brillante; de hecho, su lectura es muy forzada por momentos, pero justo cuando el lector se encuentra al borde del desánimo, algo ocurre, algo siniestro, un estímulo en el lugar exacto para seguir avanzando en su lectura.
El Gusano Mental.
The Mindworm, C.M. Kornbluth (1923-1958)
(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)
El apuesto j.g. y la hermosa enfermera resistieron todo lo que pudieron, pero el agua azul del Pacífico, las lánguidas noches tropicales, el atolón soñando en el horizonte, y la ausencia total de otros jóvenes agradables que los acompañaran en las partes pequeñas e incómodas del barco hicieron su trabajo. El 30 de junio vieron a través de lentes oscuros cómo la cosa deslumbrante estallaba sobre la flota y el atolón. Una radiación no sentida recorrió sus entrañas.
Un tendero de tercera clase llamado Bielaski observó a la joven pareja con interés. Después de todo, había apostado veinticinco dólares a la enfermera. Esa noche los perdió ante el contramaestre jefe que había respaldado al j.g.
Con el paso del tiempo, la enfermera descuidada fue dada de alta en condiciones distintas a las honorables. El j.g., a quien no le gustaba poner las cosas por escrito, la llamó desde Manila para decirle que era una lástima. Cuando su gratitud dio paso a una pregunta específica, su conexión con el extranjero se estropeó y tuvo que colgar.
Tuvo un hijo, un varón, lo entregó a una casa de expósitos y desapareció de su vida en una serie de buenos trabajos y, finalmente, matrimonio. El niño creció estúpido, insignificante y terco, codicioso y miserable. Al hilarante joven director de atletismo de la casa, de repente, le dijo:
—Me odias. Crees que hago quedar mal al resto de los chicos.
El director de atletismo bramaba y se reía, y luego le dijo al médico mientras tomaba un café:
—Me cuido con los niños. Son agudos, captan una mirada o un gesto y es como un golpe en la cara para ellos, lo sé, así que me cuido de no mostrar nada. Entonces, ¿cómo lo supo?
El médico le dijo al niño:
—Tres libras más este mes no está mal, pero, ¿qué tal si colaboras y limpias tu plato todos los días? No puedes vivir de carne y agua; esas verduras te hacen grande y fuerte.
El niño dijo:
—¿Qué significa neurasténico?
Más tarde, el médico le dijo al director:
—Me dio escalofríos. Estaba mirando su cuerpecito huesudo y soltando la vieja charla de ánimo sobre crecer grande y fuerte, y dentro de mi cabeza estaba pensando: en los viejos tiempos lo llamaríamos neurasténico. ¿Qué deberíamos hacer? ¿Deberíamos hacer algo? Tal vez desaparezca. No sé nada sobre estas cosas. No sé si alguien lo sabe.
—Lee mentes, ¿verdad? —preguntó el director—. Al diablo si me va a leer la mente sobre el diez por ciento de Schultz Meat Market.
—Doctor, creo que voy a tomar mis vacaciones un poco antes este año. ¿Alguien ha mostrado interés en adoptar al niño?
—¿En serio? Es un niño de aspecto excepcionalmente poco atractivo. Ya sabes cómo a la gente no le importa un comino nada más que su apariencia.
—Algunas parejas tomarían cualquier cosa, o eso me dicen. La burocracia y las clasificaciones arbitrarias a veces nos limitan demasiado en nuestras adopciones.
—No quiero ser parte de eso.
—No es necesario que participe en ello, doctor. Por cierto, ¿en qué dormitorio duerme?
—Oeste —gruñó el doctor, saliendo de la oficina.
El director llamó a algunos amigos: un juez, una pareja a la que el juez lo refirió, un secretario de la corte. Luego se fue por el ala este del edificio.
El niño sobrevivió tres meses con los Berryman. Mimi, que bebía mucho, lo acariciaba y le gritaba alternativamente; Edward W. trató de ser un buen explorador y poco a poco perdió el interés. Salió a la carretera en junio y se las arregló durante un tiempo. Llevaba un uniforme de Boy Scout, y los Boy Scouts pueden aparecer en cualquier lugar y en cualquier momento. El dinero que se había llevado consigo duraba un mes. Cuando gastaron el último centavo del último dólar en tres días, estaba a la deriva en una pradera de Nebraska. Había salido del último pueblo pequeño porque el alguacil empezaba a preguntarse por qué demonios andaba por ahí. La ciudad estaba a kilómetros de distancia en la carretera de dos carriles; los coches poco frecuentes no se detuvieron.
Uno de los ríos de Nebraska, un lecho seco en esta época del año, se extendía más adelante, atravesado por una alcantarilla de ferrocarril. Había algunos hombres a su sombra y tenían hambre. Eran hombres feos y sucios, y sus pensamientos eran confusos y estúpidos. Lo llamaron enano y le dieron un poco de pan sucio y unas sardinas apestosas de lata. Los pensamientos de uno de ellos se volvieron menos confusos y más feos. Habló con el resto fuera del alcance del niño, y se partieron de la risa. El niño se preparó para correr, pero sus piernas no lo sostuvieron.
Podía leer los pensamientos de los hombres con bastante claridad mientras se dirigían hacia él. La indignación, el miedo y el disgusto se mezclaron en él. De alguna manera, uno de los hombres cayó muerto en el suelo seco, con saltamontes saltando sobre su camisa de franela, los otros retrocediendo, ahora asustados.
Ya no tenía hambre; se sintió bastante cómodo y satisfecho. Se levantó y se dirigió hacia los otros hombres, que corrieron. El último de ellos estaba pensando Dios.
Una vez más, el chico dejó que los pensamientos fluyeran en su cabeza y de nuevo cambió sus propios pensamientos a su alrededor; fue bastante fácil de hacer. Era diferente: el terror de este hombre frente a la lujuriosa anticipación del otro. Pero ambos tenían sus puntos en común.
Robó tres dólares y veinticuatro centavos de sus cadáveres.
A partir de entonces, su fama lo precedió como un viento de muerte. Dos años en la carretera y creció; se hartó de las mentes aburridas y estúpidas que conoció allí. Se mudó a las ciudades del norte, un año aquí, un año allá, tranquilo, discreto, prudente, epicúreo.
Sebastian Long se despertó de repente, con algo en la cabeza. Cuando la niebla nocturna se disipó, recordó felizmente. ¡Hoy comenzó el Demeter Bowl! Por fin tenía tiempo, por fin tenía dinero: seiscientos veintitrés dólares en el banco. Había empacado y enviado las tres docenas de copas de cóctel la noche anterior, grabadas con las iniciales de la Señora Klausman, su último pedido comercial durante tantos meses.
Se puso los vaqueros, tomó café, hirvió un huevo pero estaba demasiado emocionado para comérselo. Fue al frente de su taller-apartamento, revisó la cerradura, saludó a los hijos de los vecinos que se dirigían a la escuela y, ceremoniosamente, colocó un letrero en la ventana atestada. Decía:
NO HAY PEDIDOS COMERCIALES HASTA NUEVO AVISO.
De un armario sacó con ternura un objeto envuelto que formaba un doble brazo y lo puso sobre su mesa de trabajo. Sin envolver, era un cuenco de vidrio, ¡qué cuenco de vidrio! El vidrio de plomo sueco más claro, las líneas más puras que había visto, su tesoro secreto desde el loco día en que lo había comprado, hacía mucho tiempo, por seis meses de ganancias. Su esposa le había dado un infierno por eso hasta el día en que murió. Del armario sacó una carpeta llena de bocetos y diseños que databan del día en que compró el cuenco. Sonrió ante el primero, garabateado con entusiasmo: una concepción florida, rococó, inadecuada al clasicismo de las líneas y la serenidad del vidrio perfecto.
A lo largo de muchos años y cientos de bocetos había refinado su concepción hasta el punto en que se sentía, humildemente, no inadecuado para el medio. Una Demeter fuertemente moldeada iba a dominar la pieza, una matrona tan serena como el cristal, y todos los frutos de la tierra fluirían de sus brazos gravemente extendidos.
De repente comenzó a trabajar. Con una vela fumó un área ovalada en el exterior del cuenco. Dos dedos firmes recortaron el dibujo de Demeter contra el negro de carbón; una aguja fina como un cabello en su otra mano trazó sus líneas. Cuando se realizó la transferencia del diseño, Sebastian Long preparó su torno. Colocó una pequeña rueda de cobre, un poco gastada como a él le gustaba, en el portabrocas, y con los dedos la cargó con el mejor colorete de Rouen. Tomó un cenicero agrietado y lo sostuvo contra el disco giratorio. Mordió suavemente, con la sensación de limpieza que era exactamente la correcta.
Extendiendo las manos, viendo que los dedos no temblaban de excitación, colocó el gran cuenco en el torno y estaba a punto de hacer el primer corte diminuto de los millones que entrarían en la obra maestra.
Alguien llamó a su puerta.
Sebastian Long no se movió ni miró hacia la puerta. Pronto el entrometido leería el letrero y se marcharía. Pero continuaron los golpes y el traqueteo del pomo. Bajó el cuenco y, enojado, se acercó a la ventana, tomó el letrero y se lo agitó a quienquiera que fuera; no podía distinguir muy bien la cara. Pero el idiota no se marcharía.
El grabador abrió la puerta, un poco, y soltó:
—La tienda está cerrada. No aceptaré ningún pedido durante varios meses. Por favor, no me moleste ahora.
—Se trata de Demeter —dijo el intruso.
Sebastian Long lo miró fijamente.
—¿Qué diablos sabes sobre mi Demeter?
Vio que el hombre era un extraño, demasiado pequeño, de mediana edad...
—Déjeme entrar, por favor —instó el hombre—. Es importante. ¡Por favor!
—No sé de qué estás hablando —dijo el grabador—. ¿Pero qué sabes sobre mi Demeter?
Enganchó los pulgares con aire belicoso sobre la cintura de sus vaqueros y miró al extraño con el ceño fruncido. El extraño aprovechó rápidamente que le quitaron la mano de la puerta y entró.
Sebastian Long pensó brevemente que podría ser una pesadilla mientras el hombre corría rápidamente por su tienda, tomando una rueda de alambre y tirándola al suelo.
—¡Ey, basta! —rugió, mientras el extraño recogía una llave inglesa que no arrojó al suelo.
Cuando Long se dirigió hacia él, el extraño corrió hacia el banco de trabajo y tiró la llave inglesa estrepitosamente sobre el cuenco.
El corazón de Sebastian Long estaba a punto de estallar de dolor y rabia; una tormenta de emociones como nunca la había conocido tronó a través de él. Paralizado, vio al extraño sonreír con anticipación.
Las piernas del grabador se doblaron debajo de él y cayó al suelo, agotado, muerto.
El Gusano Mental, encerrado en el dormitorio de su fachada de piedra rojiza, sonrió de nuevo, con reminiscencias.
Sonriendo, comprobó el día en un calendario de pared.
—¡Dolores! —gritó su madre en español—. ¿Vas a pasar todo el día ahí?
Había estado practicando medias sonrisas sexys y de párpados bajos como Lauren Bacall en el espejo del baño. Ella salió furiosa y gritó en inglés:
—¡No sé cuántas veces te digo que no me llames más con ese nombre!
—¡Muñequita! —se burló su madre.
La chica gruñó una obscenidad en español a su madre y bajó corriendo las escaleras. ¡Dios, seguro que iba a llegar tarde!
Sostenida por una corriente de tráfico entre ella y su tranvía, bailó con impaciencia. Entonces ocurrió el milagro. Al igual que en las películas, un gran descapotable se detuvo frente a ella y su conductor dijo, abriendo la puerta:
—Parece que tienes prisa. ¿Puedo dejarte en algún lado?
Aturdida por la repentina realización de un centenar de ensueños, no dejó de ofrecer al conductor una sonrisa sexy y de ojos entrecerrados cuando dijo:
—¡Gracias! —y se subió.
No era un Cary Grant, pero tenía todo el pelo. ¡Y Dios, el convertible tenía fundas de piel de leopardo!
El coche estaba en medio del tráfico, ronroneando por la avenida.
—Es un día hermoso —dijo—. Realmente demasiado agradable para trabajar.
El conductor sonrió tímidamente, algo así como Jimmy Stewart pero, por supuesto, no tan alto, y dijo:
—¿Te gustaría dar una vuelta por Long Island?
—Sería maravilloso —el convertible cortó a la izquierda en una calle impar—. ¿A qué te dedicas?
—Publicidad.
—¡Publicidad!
Dolly quería patearse a sí misma por haber dudado, por haber pensado en momentos bajos y de autodesprecio que no funcionaría, que se casaría con un tendero o un mecánico y viviría para siempre en una vivienda maloliente y envejecería. y enferma y encorvada. En su feliz aturdimiento sintió vagamente que podría haber sido más lindo, pero era suficiente. Un publicista, fundas de asientos de piel de leopardo .. ¿qué más podría desear una chica con una sonrisa sexy?
A toda velocidad por la costa sur se enteró de que se llamaba Michael Brent, exactamente como debería ser. Ella deseaba poder decirle que era Jennifer Brown o uno de esos nombres realmente lindos que tenían hoy en día, pero se tranquilizó cuando él le dijo que pensaba que Dolly González era un nombre hermoso.
—¡Es el nombre más hermoso que he escuchado!
Se detuvieron en Medford para almorzar, un almuerzo maravilloso en un pequeño restaurante donde bajabas unos escalones y había velas en la mesa. Ella lo llamó «Michael» y él la llamó «Dolly». Ella se enteró de que a él le gustaban las chicas morenas y que pensaba que las historias de True Story realmente eran verdaderas, que Greer Garson era maravillosa, pero no como ella, y que su vestido era simplemente maravilloso.
Condujeron lentamente detrás de Medford, y Michael Brent fue quien más habló. Había viajado por todo el mundo. Había estado en la guerra y recibido una herida superficial. Él tenía 38 años y se había casado una vez, pero ella murió. No tenía hijos. Estaba solo en el mundo. No tenía a nadie con quien compartir su casa de la ciudad, su casa de campo en Westchester, su casa de campo en los bosques de Maine. Cada palabra enviaba a la chica flotando más y más alto en una marea de felicidad; las señales eran inconfundibles.
Cuando llegaron a Montauk Point, el último tramo arenoso del continente antes del agua azul y Europa, era la puesta de sol, con una gran hoja arrugada de púrpura y rosa que se extendía por la mitad del cielo y las primeras estrellas aparecían sobre el oscuro horizonte del agua.
Los dos caminaron desde el auto estacionado hacia la arena, solos, bañados en un glorioso Technicolor. Su corazón estaba casi a punto de estallar de alegría cuando escuchó a Michael Brent decir, con los brazos apretados alrededor de ella:
—Cariño, ¿te casarás conmigo?
—¡Oh, sí, Michael! —suspiró ella, muriendo.
El Gusano Mental, adormecido, sintió de repente el agudo aguijón del peligro. Lanzó su red a través de la gran ciudad, arrastrando tentáculos de pensamiento:
—... morir si ella no me deja...
—... seis y seis son doce y uno y tres son cuatro...
—... gobblegobble madre de Dios pero soy gobblegobble...
—… derretir la resina, agregar el cloruro de plata y disolver en aceite de lavanda, decantar y encender hasta que el cono 012 proyecte brillantes vetas de lustre en las paredes...
—... Moiderin 'gorgojo de cabeza cuadrada trató de sacar su ojo wassamatta witta ref...
—... Oh Dios, lamento mucho haberte ofendido en...
—... habla como un comunista...
—... sólo un mordisco y llenarlo con agua y cepillarme los dientes...
—... realmente sé que soy Dios pero temo confesar sus pecados...
—... sucio y piojoso, manos en garra, patas de paleta, ojos saltones, nariz jorobada, espalda jorobada, débil mental, barrigón...
—...escribe en la pared: alfie es un stunkur, y luego...
—...creo que es un aparato de televisión, pero sé que tiene una bomba allí. ¿A quién puedo decirle que…
—...gabble was ich weiss nicht gabble geh bei Broadvay gabble...
—… me pregunto si ese no es uno que miró hacia atrás...
—... visto con ella en el restaurante Medford...
El Gusano Mental se enfocó en ese pensamiento.
—... ni una marca en ella, pero los médicos se han equivocado antes y la insuficiencia cardíaca no significa nada de todos modos, trata de hablar con su madre para ver si autoriza una autopsia.
El Gusano Mental supo que tendría que moverse de nuevo, pronto. Estaba arrepentido; algunos de los pensamientos que había encontrado indicaban buena... ¿caza?
Lamentablemente, volvió a arrastrar su red:
—... con bebidas chartreuse me refiero a que a las cortinas les vendría bien una bebida, ahora que lo pienso...
—... reep-beep-reep-beep reepiddy-beepiddy-beep bop man wadda beat...
El Gusano Mental se retiró con una prisa frenética. La inteligencia era enorme, sus matices eran los de un adulto vigoroso. Había aprendido de ciertos niños que existía el peligro de un flujo nivelado. Conmocionado y asustado, pensó en viajar. Necesitaría más de lo que le había proporcionado esa desdichada chica, y no sería un epicúreo. No habría tiempo para encontrar individuos en una crisis emocional madura, o incitarlos a una. El Gusano Mental bebió un vaso de agua, también necesaria para su metabolismo.
OCHO ENCONTRADOS MUERTOS EN CINE DE LA CIUDAD.
«Ocho personas, incluidas tres mujeres, fueron encontradas muertas, por causas desconocidas, el miércoles por la noche en asientos muy separados en el balcón del Cine Odeon en 117th St. y Broadway. La policía está buscando a un hombre descrito por el acomodador, Michael Fenelly, de 18 años, como actuando como un abusador de mujeres.
«Fenelly descubrió la primera de las muertes después de ver al hombre moverse de un asiento vacío a otro varias veces. Fue a preguntarle a una mujer en un asiento contiguo si la había molestado. Ella estaba muerta.
«Casi de inmediato sonó un grito. En otra parte del balcón, la señora Sadie Rabinowitz, de 40 años, lanzó el grito cuando otra víctima cayó de su asiento junto a ella. El director del teatro, I.J. Marcusohn, detuvo el espectáculo y encendió las luces. Trató de instruir a su personal para evitar que la audiencia se fuera antes de que llegara la policía. Sin embargo, no pudo avisarles a tiempo, y la mayoría se había ido cuando un patrullero y una ambulancia del hospital de Harlem llegaron al lugar.
«La oficina del médico forense aún no ha realizado un informe sobre las causas de las muertes. Un portavoz dijo que las víctimas no mostraban signos de envenenamiento o violencia. Añadió que era inconcebible que pudiera ser una coincidencia. El teniente John Braidwood dijo del presunto abusador: Tenemos una descripción justa de él y, naturalmente, intentaremos llevarlo para interrogarlo.»
Clickety-clic, clic-clic-clic, clic-clic cantaron los rieles mientras el Gusano Mental se adormecía en su asiento.
Algunas personas se alejaban del restaurante. Uno estaba pensando: Un tipo de apariencia diferente, (a) es aberrante, (b) no es aberrante y está enfermo. Cancelar (b): respiración normal, piel suave y saludable, sin temblores en las extremidades, bien arreglada. Es aberrante (1) trivialmente. (2) significativamente. Cancelar (1) no mostró ningún interés involuntario cuando... ¡extraño! ¡Corriendo hacia el baño! Inesperado porque (a) un arreglo prolijo indica amour propre inconsistente con divertir a los demás; (b) salud evidente inconsistente con...
El Gusano Mental, encerrado en el baño del coche, se preguntó cuál sería la siguiente parada. Se estaba divirtiendo. Esquívalos, sigue esquivándolos y todo irá bien. No envíe golpes mentales hasta que el tren estuviera lejos y todo estará bien.
Se bajó en una ciudad de hierro y carbón de Virginia Occidental, rodeada de montañas en ruinas y llena de desechos de Europa del Este. Serbios, albaneses, croatas, húngaros, eslovenos, búlgaros y todas las posibles combinaciones y permutaciones de los mismos. Caminó lentamente desde la estación de pasajeros de piedra rojiza manchada de humo. El tren había rugido en su camino.
—...no hay gemmum que sea para sho', consejo de fi-cen para un buen brillo, lak ah doy um...
—... tonto bassar no sabe cómo distinguir un billa lading, pero nunca lo sabrá, así que despídelo, termínalo de una vez...
—... gabblegabblegabble... —No reconoció ni una palabra.
—... gobblegobble esa maldita mujer, le rompería el cogote...
—... gobble teber visky barbilla glassabeer gobblegobble-gobble...
—... gabblegabblegabble...
—... me hace gobblegobble a una loca, pequeña y mala vagabunda, no, ella está, pero no me gusta que ninguna mujer se enfrente a ella...
Un chico rubio, de cabeza cuadrada, echando humo bajo una farola.
—... sin el ingenio de Casey Oswiak podría matar a ese tonto en cualquier momento...
Era una posibilidad. El Gusano Mentalse acercó.
—... defenderme de ese gobblegobble. Debería abofetearla como dice mi viejo...
—Hola —dijo el Gusano Mental.
—¿Qué quieres?
—Casey Oswiak me dijo que te dijera que no esperes despierto a tu chica. La va a llevar esta noche.
La rabia del chico rubio hirvió en su rostro y salió disparada de sus ojos. Estaba a punto de balancearse cuando el Gusano Mental comenzó a alimentarse. Era como un faisán tras pollo, venado tras ternera. ¿La tosquedad del entorno o la tensión ancestral? Se preguntó el Gusano Mental mientras paseaba por la calle. Una chica pasó a su lado:
—...oh, pero se va a enojar como la última vez. Cuando está celoso no es agradable, pero algún día podría atraparme. Sé amable con él esta noche, ahí está, apoyado en el farol se ve un poco gracioso, Dios mío, espero no está borracho. Se ve un poco raro, durmiendo, gabblegabblegabble…
Sus pensamientos se trasladaron a un idioma extranjero del que Gusano Mental no sabía ni una palabra. Después de que la histeria se hubo ido, recordó, en el idioma extranjero, que se había cruzado con él.
El Gusano Mental, estimulado por la calidad desconocida de la última comida, decidió quedarse unos días. Se registró en un hotel de Main Street.
Reflexionando, extendió su red:
—... gobblegobblewhompyeargobblecheskygobblegabblechyesh...
—... derribarlo en el sótano, golpear la lata del maldito ladrón descarado, enseñarle el miedo a Dios… no puede entrar en ningún vagón...
—... gabblegabble ...
—... llama al señor Ryan en She-cawgo y él les dirá a los estafadores que obtuvieron los derechos del establo, el bosque no paga dinero de protección por no protección...
El Gusano Mental siguió a ese un poco más. Necesitaba generar algo de dinero si quería quedarse en la ciudad el tiempo suficiente.
Los europeos orientales de la ciudad, pensó erróneamente, eran como los vagabundos que había conocido y de los que se había alimentado durante sus años en la carretera: estúpidos y seguros, seguros y estúpidos, más o menos lo mismo.
Por la mañana no encontró ninguna mención de la muerte del chico en el periódico del pueblo y pensó que había pasado prácticamente desapercibido. Lo había hecho... en lo que respecta a la prensa, que trabajaba para los nativos americanos. El otro pueblo, el que no tiene periódicos ni fuerza policial, lo notó. La otra ciudad tenía raíces de más de dos mil años de profundidad que son difíciles de arrancar. Pero el Gusano Mental no sabía que estaban allí.
Volvió a alimentarse esa noche, esta vez de una joven prostituta en su habitación. La había asombrado y deleitado con un puñado de billetes de diez dólares antes de empezar a atiborrarse. Una vez más, la deliciosa diferencia con la gente criada en la ciudad estaba allí...
De nuevo, por la mañana, había pasado desapercibido, pensó. La ciudad autorizada, reacia a admitir que había transeúntes en la calle o que fueron encontrados muertos, borró la pizarra; su único miembro al que realmente le importaba era el policía nativo americano del barrio que había recogido semanalmente a una chica muerta.
La otra ciudad, desconocida para el Gusano Mental, zumbó con ella. Una delegación se dirigió al único funcionario público de la otra ciudad. Desafortunadamente, era joven, había recibido formación en Estados Unidos, y tal vez incluso ignoraba algunas cosas importantes. Porque lo que les dijo fue:
—Hijos míos, esa es una superstición tonta. Vayan a casa.
El Gusano Mental, a lo largo del día, agitó la superficie de la ciudad propiamente dicha al permitir que lo atraparan en un juego de póquer en una sala del hotel. No era bueno en eso, no le gustaba, y renunció con alivio cuando hubo limpiado seis mocasines de ojos furtivos y bebedores de unos trescientos dólares. Uno de ellos fue directo a la comisaría y acusó al desconocido. Un sargento humorístico, advirtió con agrado el Gusano Mental, hizo que el holgazán se enojara.
Anochecer de nuevo, hambre de nuevo...
Caminó por las calles del pueblo y las encontró vacías. Fue extraño. Los ciudadanos nativos americanos estaban fuera, atendiendo el bar, paseando, cobrando sus rentas, administrando sus películas, pero, ¿dónde estaban los demás?
Lanzó su red:
—... gobblegobblegobble el wam phyro...
—... mi vieja y loca mamá intenta encerrarme con Errol Flynn en el Majestic, nunca sabrá la diferencia si me escapo por la parte de atrás...
Eso estuvo cerca. Cruzó la calle y estuvo más cerca. Se centró en el pensamiento:
—Dios, es un hombre guapo como Stanley pero nunca me mira como a Vera Kowalik. Me gustaría patearla solo una vez, loca, vieja...
Media manzana, no más, por una calle lateral. Casas de ladrillo, de dos pisos, con patios traseros en un callejón. Ella salía por el camino de atrás.
Qué extrañamente silencioso estaba el callejón.
—... cuidados con esos malditos escalones. Crujen. Así es como me atrapó la última vez, ¿de qué diablos están todos tan asustados?...
—... gobble bozhe gobble wam phoiro gobble...
Ella estaba más cerca.
—Todos piensan que soy una niña. Les mostraré quién es una niña si Stanley me pilla sola, aquí en el callejón oscuro. Pensaría que soy más mujer que la Vera Kowalik. Sus padres no creen que ella sea una niña ...
A pesar de toda su valentía, estaba completamente aterrorizada cuando él dijo:
—Hola.
—¿Quién… quién… —tartamudeó ella.
Rápido, antes de que ella gritara. Su terror fue delicioso.
No demasiado lleno como para estar alerta, echó un vistazo, indagando.
—... gobblegobblegobble es un wam… wam poiro…
Los innumerables ojos de la otra ciudad, con más de dos mil años de experiencia en tales cosas, lo habían estado siguiendo. Lo que había sentido como un ruido sin sentido era en realidad un grupo de hombres en una casa cercana, a oscuras.
—¡Necios! ¡Necios! ¡Ahora ha tomado una virgen! Les dije que no esperaran. ¿Qué le diremos a su madre?
Un anciano con bigote y las mangas de la camisa decentemente remangadas y abrochadas en los puños, respondió uniformemente:
—Mi corazón está con el suyo, Casimir, pero hay que estar seguro. Es terrible cometer un error en un asunto así.
El peso de la opinión conservadora de los ancianos estaba con él. Otros ancianos con bigotes, algunos tal vez recordando errores de hace mucho tiempo, asintieron y dijeron:
—Algo terrible. Algo terrible.
El Gusano Mental regresó a su hotel y tomó una siesta en la cama hecha. Un cosquilleo de peligro lo despertó:
—... gobblegobble wham… phoiro...
—... whampyir...
—¡WAMPYIR!
¡Cerca! ¡Cerca y mortal!
La puerta de su habitación se abrió de golpe y unos viejos con bigote, las mangas de la camisa remangadas y los puños decentemente abrochados entraron sin vacilar, sus pensamientos eran una confusión de ruidos extraños, un galimatías que él no podía comprender, desconcertante, desde en todas direcciones.
La estaca afilada atravesó su corazón y la hoja de la guadaña atravesó su garganta antes de que pudiera darse cuenta de que no había sido el primero de su especie; y que lo que las personas inteligentes aún no han aprendido, algunas personas bastante comunes no han olvidado por completo.
C.M. Kornbluth (1923-1958)
(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)
Relatos góticos. I Relatos de vampiros.
Más literatura gótica:
El análisis, traducción al español y resumen del cuento de C.M. Kornbluth: El Gusano Mental (The Mindworm), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com
Agradezco la traducción de este cuento, que sí me parece brillante.
ResponderEliminarCreo que es más que el temor al otro. Es más bien como el otro puede librar de un peligro que se ha creado sin saber.
El protagonista es un ser malvado, como también es un personaje trágico, que no sabe de su naturaleza. Lo que permite que sea eliminado, por quienes sabe de seres que son como él.
No lo cuenta, pero pareciera que tuvo de Dolly, por esa manipulación, lo que pudo haber tenido por la seducción.
Gran historia.