Cómo funciona el Horror, y por qué pocos autores saben utilizarlo


Cómo funciona el Horror, y por qué pocos autores saben utilizarlo.




¿Cómo funciona el Horror en la ficción? ¿Qué técnicas utilizan los grandes maestros del género para proporcionarnos una experiencia estremecedora? ¿Y por qué tan pocos autores saben emplear este delicado recurso?

El cine de terror —sobre todo el actual— confunde intencionalmente el Horror con el Sobresalto, pero el Horror no consiste en una aparición repentina, en un estruendoso y súbito acorde de chelo, en un rostro espeluznante que surge de repente y nos produce un fugaz escalofrío. Producir miedo, incluso un susto pasajero, es relativamente fácil empleando estas técnicas, pero el Horror va mucho más allá.

En el libro: Introducción a la literatura fantástica (Introduction à la littérature fantastique), el filósofo Tzvetan Todorov llega a una conclusión interesante al respecto. Basándose principalmente en las mejores novelas góticas del siglo XVIII, así como en los grandes relatos de fantasmas del siglo XIX, Todorov encuentra un ingrediente raro en la ficción, pero imprescindible para el Horror, y lo denomina Incertidumbre.

Esto significa que todos los elementos que constituyen una obra de Horror, sean o no fantásticos, deben recrear en el lector un período de Incertidumbre; es decir, de vacilación o de ambigüedad respecto de lo que está sucediendo. Esto es necesario debido a que el Horror, en cualquiera de sus formatos, es esencialmente una ruptura con lo natural, o al menos con las convenciones de la vida cotidiana.

En este contexto, tanto el protagonista como el lector deben cuestionarse si los eventos descritos en la historia son reales o imaginarios.

H.P. Lovecraft, en el ensayo de 1927: El horror sobrenatural en la literatura (Supernatural Horror in Literature), identifica los mismos rasgos como críticos para la eficacia del Horror.


Debe respirarse una definida atmósfera de ansiedad e inexplicable temor ante lo ignoto y el más allá; ha de insinuarse la presencia de fuerzas desconocidas, y sugerir, con pinceladas concretas, ese concepto abrumador para la mente humana: la maligna violación o derrota de las leyes inmutables de la naturaleza, las cuales representan nuestra única salvaguardia contra la invasión del caos y los demonios de los abismos exteriores.


Todorov resume aquello que H.P. Lovecraft define como una atmósfera de ansiedad e inexplicable temor como la Incertidumbre en sí misma. En este sentido, el Horror no ofrece certezas, sino preguntas, que puede o no resolver al final de la historia.

El filósofo añade otras tres condiciones para que el verdadero Horror sea posible en la ficción:


1- El lector (aunque también podríamos hablar del espectador, en el caso del cine) debe percibir que el entorno y los personajes son realistas. De otro modo no se pueden establecer las condiciones necesarias para que luego se produzca la Incertidumbre.

2- Los personajes también pueden experimentar esta Incertidumbre sobre la veracidad de los eventos, aunque esta no es una condición obligatoria. Seguramente todos podemos pensar en algún buen relato de terror en donde los personajes están completamente convencidos de la realidad objetiva del horror que enfrentan, mientras que el lector puede seguir indeciso incluso al terminar la historia.

3- El lector debe saber, sin sombra de duda, que el texto no es una alegoría. El Horror no puede producirse si no es tomado literalmente.


Otro punto importante que Todorov señala en su ensayo es la importancia de sostener en el tiempo este período de Incertidumbre, tanto en los personajes como en el lector. Tan pronto como alguno de ellos deciden creer, o rechazar, el origen natural o sobrenatural de los hechos narrados en la historia, el sentido de lo Fantástico desaparece, y el hechizo se rompe.

Esto no significa que, a partir de ese punto, el miedo no sea posible en un relato, una novela o una película, sino que el período de Incertidumbre que sostiene al Horror ha terminado, y solo queda por delante el desenlace.

Así explica Todorov ese delicado equilibrio:


Casi llegué al punto de creer: esa es la fórmula que resume el espíritu de lo fantástico. La fe total o la incredulidad total nos llevarían más allá de lo Fantástico; es la Incertidumbre la que sostiene su vida.


El uso de estos recursos no es sencillo, y en general se los emplea de forma más o menos grosera, partiendo de la base de un protagonista completamente escéptico que, de a poco, se torna desconcertado, hasta que por fin se desplaza hacia una absoluta creencia en lo que está sucediendo.

Al principio el protagonista no creía en fantasmas, en vampiros, en Montruos, en la posibilidad de que la señora del otro departamento sea capaz de desmenuzar a su marido en una picadora de carne. Al final cree, lo cree todo, con esa fe rotunda que solo pueden practicar los que alguna vez fueron incrédulos.

Ese desplazamiento en el punto de vista del protagonista es un asunto delicado, y del cual depende la eficacia de toda la obra. Si es demasiado abrupto, o demasiado gradual, fracasa.

El Horror a menudo no logra su cometido no porque sus autores no hayan leído a un sujeto brillante como Todorov, sino porque a veces se malinterpreta el concepto de Incertidumbre, confundiéndolo con un estado intermedio entre el saber y no saber, entre lo conocido y lo desconocido, entre lo natural y lo sobrenatural.

Esos estados pueden existir tranquilamente sin que el Horror esté presente en una historia. La verdadera Incertidumbre a la que se refiere Todorov es un estado que no corresponde del todo a la esfera de la razón. Es, en definitiva, esa atmósfera intangible de la que habla Lovecraft: una ansiedad inexplicable de orden físico, intelectual y emocional, que constituye un tercer estado del ser, superior a la duda y a la certeza. Cuando esas condiciones están presentes, y solo entonces, podemos hablar de Horror.




Taller literario. I Autores con historia.


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