H.P. Lovecraft como escritor fantasma


H.P. Lovecraft como escritor fantasma.




Pocos saben que H.P. Lovecraft fue un escritor fantasma.

Pero, ¿qué es exáctamente un escritor fantasma? Alguien contratado para escribir algo sin recibir crédito público por ello. Es decir, alguien que escribe un texto a cambio de dinero, con la condición de que sea otro quien se atribuya su autoría. Este oficio es mucho más abundante de lo que el lector promedio cree, en especial cuando hablamos de autobiografías de celebridades y políticos.

H.P. Lovecraft era un hombre de valores. No cuestionaremos aquí los fundamentos de esos valores, pero sí admitiremos que para una personalidad como aquella era lógico vivir bajo el yugo de lo que se elige creer. Y para H.P. Lovecraft, la literatura y el dinero no necesariamente iban de la mano.

En numerosas ocasiones, por ejemplo, se negó a cobrarle a la revista Weird Tales por sus relatos (ver: Relatos de Lovecraft en Weird Tales), considerándolo indigno de la profesión de escritor. Pero la realidad económica de H.P. Lovecraft distaba mucho de ser holgada, por el contrario, sus finanzas a menudo rozaban la pobreza. En consecuencia, la única forma de ganar dinero escribiendo sin que su nombre quedase asociado al vil metal, era convirtiéndose en escritor fantasma.

No obstante, las fantasmagorías narrativas de Lovecraft no siempre esconden del todo su personalidad. Por lo general, un escritor fantasma se despega de su estilo habitual, alejándose casi por completo de lo que normalmente escribiría para adaptarse a las formas y los deseos de quien lo contrata. H.P. Lovecraft, como ningún otro escritor fantasma de la historia, siguió el camino inverso, incluso en lo referente a sus honorarios, que rara vez le representaron un beneficio económico considerable.

Si bien al ser un escritor fantasma Lovecraft debió despegarse de algunos rasgos de su narrativa, la influencia de su estilo y sus vastos universos son fácilmente perceptible. Más aún, incluso algunas criaturas de los Mitos de Cthulhu aparecen de forma velada, casi como un guiño para quienes conocían el trasfondo cósmico de sus dramas macabros.

Desde lo estrictamente profesional, peculiar. No sólo cobraba por escribir cuentos completos, sino que también corregía manuscritos con una precisión quirúrgica. De hecho hay casos en los que la corrección supera ampliamente al original, o que no se le parece en absoluto; como en un par de colaboraciones con Adolphe Castro, en las cuales se le tiraba una idea a H.P. Lovecraft, apenas un concepto, por ejemplo, un dios ciego; dato que el genio de Providence utilizaba para construir notables edificios narrativos por encargo.

Para no extendernos demasiado con este exordio pasemos directamente a algunos ejemplos paradigmáticos de H.P. Lovecraft como escritor fantasma.

El montículo (The Mound), escrito para Zealia Bishop y publicado póstumamente en 1940, se inspira en las sugerentes construcciones tumularias del oeste norteamericano, donde H.P. Lovecraft ubica una raza degenerada de seres humanoides. Zealia Bishop, quizás, fue la más autoritaria de sus "jefes". Todas las colaboraciones entre ambos son, en realidad, de la cosecha de H.P. Lovecraft. En ocasiones ni siquiera la idea original pertenece Bishop, como queda claro en La maldición de Yig (The Curse of Yig), donde se narran los avatares de una maldición hindú y el terror atávico por ciertas serpientes venenosas; cuento por el cual Lovecraft no percibió ni un solo centavo por la creación total de la historia.

Acostumbrado a cobrar honorarios muy por debajo de lo establecido, H.P. Lovecraft se propuso que, si iban a estafarlo, al menos él dejaría su impronta en cada cuento fantasma que se le pidiese. Cuando Zealia Bishop volvió a convocarlo para la creación de El lazo de Medusa (Medusa's Coil), H.P. Lovecraft introdujo en el relato elementos centrales de los Mitos de Cthulhu que lo ligan con uno de sus clásicos: La sombra sobre Innsmouth (The Shadow Over Innsmouth).

Otro de los déspotas contratistas de H.P. Lovecraft fue Adolphe Castro, hombre severo e irascible, que cedía apenas el 10% de lo que conseguía al vender los "relatos en colaboración" a publicaciones especializadas como Weird Tales o Astoundig Stories. Para él escribió El verdugo eléctrico (The Electric Executioner) y La última prueba (The Last Test). En el primero H.P. Lovecraft se venga de su empleador al ubicarlo discretamente dentro del relato, en donde un detective privado se encuentra con un curioso hombrecillo obsesionado con vender una máquina portátil para electrocutar transeúntes. La última prueba, por su parte, relata los abominables manejos políticos del director médico de la prisión de San Quintín durante una epidemia de fiebre negra que arrasa con los reclusos.

El último de los empleadores de H.P. Lovecraft sobre el que hablaremos hoy es Hazel Heald, autora minúsculo para quien escribió El hombre de piedra (The Man of Stone) y Muerte alada (Winged Death). Los Mitos de Cthulhu están ausentes de ambas historias, aunque H.P. Lovecraft logró inmiscuir algunos conceptos típicos de su filosofía del horror cósmico (ver: Cosmicismo: la filosofía del Horror Cósmico).

Finalmente tenemos Dos botellas negras (Two Black Bottles), compuesto por H.P. Lovecraft para Wilfred Blanch Talman por una suma irrisoria. Allí, casi como un acto de introspección, se narra la historia de un inescrupuloso ladrón de almas, y de la necesidad de un mercado para un comercio semejante.

H.P. Lovecraft no ganó dinero por su relatos, ya sean los que firmaba orgullosamente como aquellos que deslizaba con indolencia en manos de terceros. El destino, al menos por una vez, se encargó de poner las cosas en su lugar, y el nombre del gran maestro de Providence es subrayado como autor de todas estas "colaboraciones". Visto en retrospectiva, H.P. Lovecraft es el menos fantasmagórico de esa rara estirpe de silenciosos narradores.




H.P. Lovecraft. I Mitos de Cthulhu.


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