El Hombre del Sombrero y la Amiga Imaginaria.
Como es costumbre, primero compartiremos el correo que ha llegado al Consultorio Paranormal de El Espejo Gótico y, posteriormente, analizaremos algunas curiosidades respecto de este arquetipo de la Amiga Imaginaria y el Hombre del Sombrero, los cuales parecen repetirse en varios lugares (ver: ¿Amigos imaginarios o espíritus reales?).
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Soy de una localidad pequeña de la provincia de Buenos Aires. Hasta los 9 años tuve una amiga imaginaria. Se llamaba Sara. Tenía aproximadamente entre mi edad y no más de 11 años. Era rubia, de ojos verdes y usaba un vestido blanco. Cuando nos mudamos empecé a tener experiencias muy extrañas. La figura de un hombre, una figura sombría con sombrero de copa, comenzó a aparecer en mi cuarto. Todavía hoy puedo imaginarlo con lujo de detalles, parado en una esquina de mi cuarto, mirándome.
Lo curioso es que cuando el Hombre del Sombrero aparecía, también lo hacía Sara. Yo sabía, sin poder explicarlo, que mi amiga imaginaria me protegía.
Una vez, estando en mi cuarto, sentí que el Hombre del Sombrero estaba como materializándose en un rincón. En seguida apareció Sara, sentada al borde de mi cama. Me hizo pensar en un perro guardián, o algo así. Era como una barrera entre el espíritu maligno y yo. Pero esta vez el Hombre del Sombrero hizo algo que nunca había hecho hasta entonces: abrió los ojos.
Eran ojos rojos, brillantes. El resto de la cara estaba en sombras. De repente, empezó a sacudirse en silencio, como si temblara, y comenzó a avanzar hacia la cama. Sara se incorporó. Levantó una mano, interponiéndose, y cuando el Hombre del Sombrero y mi amiga imaginaria se tocaron, los dos desaparecieron.
Lo peor ocurrió unos años más tarde.
Yo tenía por aquel entonces unos 20 años, y entré en la habitación de mi hermana más pequeña, de 8 años en ese momento. Parecía aterrorizada. No quiso decirme mucho, pero con el tiempo logré que me contara que veía una figura sombría, con un sombrero de copa, en su cuarto, pero que su amiga imaginaria la protegía. Su nombre no era Sara, sino Sandra.
Creo que es importante aclarar que yo nunca le había contado a mi hermana mis propias experiencias. Nunca lo hice con nadie en realidad.
Para terminar, otro dato que tal vez resulte de interés: en una reunión con excompañeros del colegio (ahora tengo más de cuarenta años), una amiga mencionó algo, a modo de chiste, sobre una amiga imaginaria que tenía otra de las chicas. Conclusión: más de la mitad de las personas, unas nueve, tal vez más, habían tenido algún tipo de experiencia con una amiga imaginaria llamada Sara, o Sandra, o Silvia, y con un hombre que usaba un largo sombrero de copa. Todos, al igual que yo, dejamos de verlos alrededor de los 11 años.
Espero que la gente de El Espejo Gótico tenga algunas observaciones sobre mi caso.
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El caso de nuestro amigo es interesante porque plantea algunas cuestiones que actualmente son motivo de investigación.
En primer lugar, la presencia de esta amiga imaginaria, y del hombre del sombrero, son algo bastante frecuente en distintos lugares del mundo. Algunas características se mantienen casi idénticas, otras varían ligeramente. Por ejemplo, el nombre de la amiga imaginaria, Sara, es el más común, pero puede presentarse con otros. También, en todos los casos, utiliza un vestido blanco, posee el cabello rubio y ojos verdes (ver: Fantasmas de niños que ríen y lloran en la casa).
Existen distintos tipos de amigos imaginarios. La mayoría tiene que ver simplemente con juegos de simulación, donde los niños interactúan con juguetes como si realmente estuvieran vivos. Sencillamente se trata de un juego imaginativo, y no entraña nada paranormal.
En este contexto, lo más frecuente es que los niños inventen amigos imaginarios masculinos, mientras que las niñas los imaginan de ambos géneros.
Si bien los chicos con amigos invisibles pueden describir fácilmente cómo son estas creaciones, y cómo se comportan, la relación que mantienen con ellos tiende a ser igualitaria, como si se tratara de un verdadero amigo. Estas interacciones, aunque muy vívidas, no forman parte de la realidad objetiva para el niño. En otras palabras, los chicos saben que estos amigos imaginarios no son reales.
Otros casos, sin embargo, presentan otras curiosidades, ciertas desigualdades, donde los amigos imaginarios no siempre cooperan (ver: Conocí al amigo imaginario de mi hijo).
Dentro de este contexto se encuentra el arquetipo del amigo imaginario como Sara. Pueden molestar al niño, no necesariamente responden cuando se los llama, ni siquiera son compañeros de juego en la mayoría de los casos, pero siempre parecen manifestarse cuando una figura sombría, amenazante, se hace presente, y que bien podría encuadrarse dentro del arquetipo de la Gente Sombra.
Ahora bien, lo interesante de este caso es la misma amiga imaginaria fue vista por varias personas, y siempre en relación con el Hombre del Sombrero. ¿Podría tratarse entonces de una entidad que asume una forma poco amenazante con el objetivo de proteger a alguien?
No podemos concluir nada específico al respecto, pero sí que es común que estas dos apariciones se manifiesten en conjunto.
El Hombre del Sombrero es un arquetipo común de los sueños. Suele ser percibido mayormente por las mujeres. De hecho, hay muchos registros de mujeres que aseguran tener sueños recurrentes con un hombre alto, vestido de negro, con un sobretodo largo y un sombrero que le cubre parcialmente los ojos (cuando los muestra son de un rojo intenso). Esta presencia despide un fuerte sentimiento de maldad. Los sueños terminan abruptamente, cuando la figura se acerca y dice, en términos que pueden variar: «Tengo algo muy importante que decirte».
Esta entidad, ya sea onírica, arquetípica, o de origen sobrenatural, también suele ser percibida en la vigilia. Normalmente se manifiesta en una absoluta inmovilidad, de pie en algún rincón de la casa. Muchos aseguran que su cuerpo es extraño, como si no tuviera piernas, y su torso flotara en el aire. Sus ojos están ocultos debajo del ala del sombrero, y no hace mucho más que estar ahí, realmente.
Sara, en cambio, es más activa. Todos los testigos le atribuyen un vestido blanco, antiguo, casi victoriano, con el cabello rubio y recogido con un lazo azul. Es frecuente que aparezca en varios lugares de la casa, no solo en los rincones y esquinas, y que interactúe cotidianamente con los pequeños. No es que juegue exactamente con ellos. De hecho, parece preocupada, y ansiosa. Su presencia muchas veces anuncia la manifestación del Hombre del Sombrero.
Que tanta gente experimente el mismo fenómeno en diferentes lugares del mundo, en diferentes épocas, no es del todo atípico. Tampoco que esas experiencias comiencen alrededor de los 7 años y se detengan entre los 11 y 12 años.
Los niños se relacionan de forma natural son lo sobrenatural. La mente infantil es más abierta, y no posee las restricciones de los adultos sobre lo que es real y lo que no. En definitiva, para los niños lo sobrenatural forma parte de lo natural, y están habituados a vivir en un contexto donde la realidad objetiva y los productos de la mente no se diferencian demasiado.
Cuando esta etapa concluye, en general cuando la sociedad comienza a presionar al niño para que acepte la creencia de que los fantasmas no existen, finalizan también las experiencias.
Algunos, sin embargo, encuentran algunas diferencias sustanciales entre la Gente Sombra y el Hombre del Sombrero (o Hatman), a tal punto que la categorizan como una entidad completamente diferente de la Gente Sombra.
No está claro quién informó por primera vez un encuentro con el Hombre del Sombrero, pero su descripción, y su modus operandi, necesariamente implican distinguirlo de otras experiencias, en general relacionadas con la parálisis del sueño.
El Hombre del Sombrero generalmente aparece por la noche, y su presencia despierta una sensación de miedo intenso, llegando a producir verdadero pánico en aquellos que lo ven. En esencia, parece estar conformado por energía negativa, como una masa oscura de pensamientos malévolos (ver: Parásitos astrales y las «malas energías»).
Otro rasgo interesante, como hemos mencionado, consiste en la creencia de que el Hombre del Sombrero se caracteriza por susurrar siniestras advertencias a sus víctimas, y ocasionalmente hablando de forma enigmática, simbólica.
Una explicación podría ser que estas entidades sean en realidad la manifestación de temores arquetípicos, figuras compartidas por nuestro inconsciente colectivo. Del mismo modo, Sara podría encarnar un principio opuesto, benévolo, pero igualmente colectivo. Esto, lamentablemente, no aclara la posibilidad de que esas figuras arquetípicas tengan una base objetiva. En cualquier caso, estas presencias parecen tocar un nervio universal en todos nosotros.
Algunos sostienen que el Hombre del Sombrero, y la Gente Sombra en general, podrían ser en realidad seres interdimensionales que desplazan por nuestra realidad con el objeto de estudiarnos (ver: Gente Sombra, el Horla, y el portal interdimensional de Maupassant). Es una explicación posible, aunque improbable, habida cuenta de la actitud de estas entidades, y del reporte de sus víctimas, quienes aseguran haber experimentado la sensación de que estos seres, literalmente, despiden odio.
Dicho esto, la posibilidad de que un espíritu protector, bajo la figura de una amiga imaginaria, inteceda para mantener a raya a esta clase de seres oscuros, no es tan descabellada como parece.
Cosas más extrañas suceden todo el tiempo, cosas que la gente, en la adultez, prefiere omitir, callar, quizás por temor a ser catalogado como loco, pero los recuerdos, como los muertos, viajan deprisa, y el recuerdo de estas experiencias rara vez se borra del todo, aun entre los escépticos más recalcitrantes.
Consultorio Paranormal. I Fenómenos paranormales.
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