El secreto del viaje perfecto.
El muchacho entró al bar con ese típico aire descuidado de los viajeros sin rumbo. Bebió con nosotros, por camaradería, y nos relató algunas suculentas aventuras del camino.
Dijo haber peregrinado en el Tíbet, atravesado Europa, navegado por islas tan fabulosas que habrían despertado el escepticismo de un San Brandan o un Plinio. Bebió y relató, a veces simultáneamente, lo cual le daba a su discurso un desaforado estilo subacuático.
El secreto del viaje perfecto, sostuvo, consiste en viajar sin conocer el destino, en andar por caminos y montes y playas sin saber hacia dónde nos llevan nuestros pasos. Por eso la muerte es el viaje perfecto.
Brindamos por ese criterio hasta que intervino el profesor Lugano.
—¿Dónde inició sus viajes, querido amigo? —preguntó.
—Montevideo.
El profesor suspiró, decepcionado.
—Qué pena —dijo—. Con los años llegará a entender que el viaje perfecto no es aquel con destino incierto, como la muerte, sino el que realiza el viajero que no sabe de dónde viene.
Filosofía del profesor Lugano. I Egosofía: filosofía del Yo.
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