«Una temporada en el infierno»: Arthur Rimbaud; poema y análisis.
Una temporada en el infierno (Une saison en enfer) es un poema decadente en prosa del escritor francés Arthur Rimbaud (1854-1891), compuesto en 1873.
Una temporada en el infierno, uno de los grandes poemas de Arthur Rimbaud es una de esas obras predeterminadas a la inmortalidad; a pesar de que el autor nunca pensó en comercializarla. Íntimamente sabía que nadie comprendería un poema tan oscuro y complejo.
Su título, Una temporada en el infierno, alude a su estancia en Londres entre 1872 y 1873, donde experimentó y llevó al extremo el consumo de opio y hachís.
Arthur Rimbaud intentó, bajo protesta, imprimir algunos ejemplares para repartir entre sus amigos, habida cuenta de que todos deseaban leer este largo poema en prosa que no había sido concebido para otros lectores además de su autor.
De este modo Arthur Rimbaud recurrió a un editor inglés para que publicara ese puñado de ejemplares, pero ninguna imprenta aceptó realizar un trabajo a escala tan reducida, de modo que el joven poeta francés resolvió imprimir cien copias, el mínimo exigido para rodar las imprentas.
De aquellas cien copias de la primera edición de Una temporada en el infierno, Arthur Rimbaud sólo retiró seis ejemplares. El resto quedó archivado en los sótanos de la editorial.
Los amigos del autor recibieron sus copias y el asunto quedó allí. Ya en el siglo XX, varios años después de la muerte de Arthur Rimbaud, el destino quiso que un crítico francés decidiera pasar una tarde catalogando viejas ediciones en aquel sótano, donde descubrió, y a salvó del olvido, varias copias de la primera edición de Una temporada en el infierno.
Una temporada en el infierno.
Une saison en enfer, Arthur Rimbaud (1854-1891)
En otro tiempo, si mal no recuerdo, mi vida era un festín en el que se abrían todos los corazones y en el que se derramaban todos los vinos.
Una noche senté a la belleza sobre mis rodillas —la encontré amarga— y la injurié.
Me he armado contra la justicia.
Me fugué. ¡Oh brujas, oh miseria, oh odio! Fue a vosotros que confié mi tesoro.
Logré hacer desaparecer de mi espíritu toda esperanza humana. Sobre cualquier alegría, para estrangularla, di el salto sordo de la bestia fiera.
Llamé a los verdugos para que, al parecer, pudiese morder la culata de los fusiles. He invocado los desastres para ahogarme con la arena y la sangre.
La desgracia ha sido mi dios. Me he tendido en el cieno. Me he secado con el aire del crimen. Le he gastado buenas bromas a la locura.
Y la primavera me trajo la risa horripilante del idiota.
Luego, últimamente, cuando me he visto a punto de lanzar mi último aullido, se me ocurrió buscar la llave del festín antiguo para ver si, ella, recobraba el apetito.
La caridad es esta llave. Esta inspiración demuestra que lo he soñado.
"Seguirás siendo hiena, etc..." -insiste el demonio que me coronó con tan amables adormideras.
"Llega a la muerte con todos tus apetitos, con tu egoísmo y con todos tus pecados capitales."
¡Ah! ya aguanté lo mío:
—Pero, querido Satán, os conjuro; ¡miradme con ojos menos irritados! Y aguardando las pequeñas cobardías en demora, para vos que apreciáis en el escritor la ausencia de facultades descriptivas o instructivas, voy a destacar algunas odiosas hojas de mi carné de condenado.
Arthur Rimbaud (1854-1891)
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