Necro: Aldo Astete Cuadra

A continuación compartimos con ustedes un relato notable del escritor chileno Aldo Astete Cuadra, cuya calidez parece ser inversamente proporcional a los horrores que suele evocar en su obra.

Es un placer para nuestro Espejo Gótico contar con sus relatos de terror, pero más aún con su amistad y apoyo desde el otro lado de la cordillera. Aquellos que se interesen en su obra pueden seguirlo en su blog: Sino trágico.





Necrofilia.
Aldo Astete Cuadra.

Si me lo pregunta de esa manera, le responderé que siempre me han gustado pálidas, con ojeras violáceas y miradas perdidas. La falta de vitalidad es importante, jamás me fijaría en una mujer extrovertida.

Para dar con ellas, basta con caminar por el paseo peatonal al caer el crepúsculo, o ir a fiestas góticas donde es posible encontrar especímenes increíbles, delgadas, cadavéricas. Una vez establecido el contacto, les hablo y las seduzco con mis conocimientos en ocultismo y metafísica, luego las convido a mi casa; bebemos y nos drogamos hasta que se produce en ellas el sopor y la inconsciencia. A continuación, las llevo al cuarto de baño para desnudarlas, situándolas al interior de la gran tina de fierro enlozado que procedo a repletar de hielo. Así consigo emular el complejo rigor mortis.

Cuando parecen verdaderos fiambres, las traslado a mi lecho y las poseo tantas veces como puedo hasta quedar rendido junto a su cuerpo inerte. Me recobro cuando su temperatura aumenta y comienzan a temblar liberándose del ensueño. Como ve, mis relaciones no eran duraderas. Recobrada la conciencia, ellas me amenazaban y acusaban, yéndose enfurecidas y tristes, llorando desconsoladamente. ¡Yo no las obligué!

Debo confesarle que con el paso del tiempo, todo este rito y sus desagradables consecuencias produjeron en mí un tedio tremendo, haciendo de mis incursiones sexuales algo predecible y monótono al final; y producto de este desánimo me torné distraído, tanto así que en una ocasión olvidé, sin querer, a mi amante de turno en la tina de fierro enlozado. Sin proponérmelo había dado el paso definitivo, sin quererlo había traspasado el límite. El error y la casualidad me habían otorgado la esquiva felicidad. Con esto pude extender mis relaciones por unas semanas, sin mayores problemas.

Con el tiempo mejoré las técnicas de conservación, -ensayo y error creo que le llaman- un corte acá, un frío local allá. La palidez y el rigor son lo más importante a la hora de buscar la belleza suspensa.

De cómo me deshago de los cuerpos, eso no se lo voy a responder, prefiero no hablar. Es mejor no hablar de ciertas cosas, usted sabe. Pero sí puedo confesarle, con mucha franqueza, que mi vida se ha visto transformada ostensiblemente, de manera tal que ahora establezco relaciones que se extienden por un par de meses sin contratiempos de importancia.

Finalmente, puedo señalar que el sexo es la mejor experiencia de la vida, y por qué no decirlo, también de la muerte, y más aún, cuando se goza de él sin compromisos. Aunque, si usted me disculpa la infidencia, presiento que me estoy enamorando de mi última conquista.

Aldo Astete Cuadra.




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El relato Necro fue escrito por Aldo Astete Cuadra. Todos sus derechos se hayan sujetos a la voluntad del autor.

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