Moina Mathers: la Imperatrix de la «Golden Dawn».


Moina Mathers: la Imperatrix de la «Golden Dawn».




Mina Bergson, más conocida como Moina Mathers (1865-1928), fue, en apariencia, una mujer que lo tenía todo a su alcance. Poseía dinero, belleza, renombre. En su familia hubo músicos destacados, un Premio Nobel de Literatura, y otras personalidades destacadas. Ella, escandalosa y encantadora, fue una de las más reconocidas ocultistas que el mundo haya conocido. Su pasión por lo sobrenatural no tenía reservas.

Moina Mathers nació en Ginebra, Suiza, en el seno de una influyente y acaudalada familia judía. Se trasladaron a Paris en 1867. Michel Bergson, su padre, alcanzó un status para nada despreciable dentro del mundo de la música. Dos de sus óperas, Louisa de Montfort y Salvator Rosa, fueron muy reconocidas en su tiempo. En general, toda la familia de Moina Mathers se destacó en algo. Su abuelo, Jacob Levison, fue un prestigioso cirujano; y su hermano, Henri Bergson (1859-1941), fue el primer miembro de la comunidad hebrea en recibir el Premio Nobel de Literatura, además de presidir la Sociedad Británica para la Investigación Psíquica.

La verdadera pasión de Moina Mathers era el arte. Poseía un grado de talento inusual. Egresó con méritos extraordinarios de la Slade School of Art, donde conocería a Annie Horniman, una especie de mecenas que apoyaba económicamente a artistas jóvenes, así como a magos y hechiceros especialmente proclives a satisfacerla románticamente.

En 1887, mientras trabajaba en el Museo Británico, Moina Mathers conocería al que luego sería su esposo, Samuel Liddell MacGregor Mathers, un visitante que frecuentaba obsesivamente el museo y que un año después, en marzo de 1888, fundaría una de las Sociedades Secretas menos secretas de la historia: La Orden Hermética del Alba Dorada, o Golden Dawn.

Moina Mathers fue iniciada casi de inmediato, y pronto descubrió que no solo poseía un talento innato para lo paranormal, sino que su propia personalidad alcanzaba un magnetismo inapelable frente a los hombres.

Como todos los iniciados en la Golden Dawn, Moina Mathers debió escoger un lema que la identificara, no solo frente a sus camaradas sino que la representara ante sí misma. Su elección fue bellamente explícita:


Vestigia Nulla Restrorsum.
[«No dejo rastro detrás de mí»]


En 1890 contrajo matrimonio con S.L. Mathers y desde entonces Mina Bergson fue definitivamente Moina Mathers. Dentro de la Golden Dawn su marido era reconocido como invocador de espíritus, y ella como una vidente notablemente peculiar, ya que a menudo empleaba su arte para ilustrar las visiones aterradoras que su marido evocaba del más allá.

En 1899 ambos interpretaron los ritos secretos de la diosa Isis en el teatro Bodiniere de París; ritos que solo fueron parcialmente abiertos al público, ya que [dicen] eran completados en la trastienda, donde se efectuaban tertulias especialmente escandalosas.

Los pocos testigos que se atrevieron a consignar los hechos aseguran que Moina Mathers poseía un don sobrenatural para el placer, y que era capaz no ya de satisfacer a un ejército de hombres, sino de llevarlos a un agotamiento cercano a la muerte. Desde las bacanales organizadas por Cleopatra, en las que, dicen, la reina era capaz de diezmar a una legión entera, no se había visto semejante capacidad para el amor colectivo.

No obstante estos rumores sobre una excesiva prodigalidad afectiva, lo cierto es que Moina Mathers solo accedía al placer siempre que éste no comprometiera su virginidad, asunto sobre lo que era inflexible. El ocultista Aleister Crowley señala haberla visto en una deplorable representación teatral y que su marido, S.L. Mathers, la sometía a toda clase de vejámenes en presencia de terceros. Por su epistolario sabemos que las cosas no fueron exáctamente como las subraya Aleister Crowley, que nunca perdonó a ninguna mujer capaz de rechazarlo.

La propia Moina Mathers se encarga de reestablecer su reputación a través de una carta a Annie Horniman fechada en 1895, donde afirma estar horrorizada por el sexo, que calificaba de «bestial»; y luego comenta que la primera vez que tuvo conocimiento sobre él durante la adolescencia sufrió un severo shock emocional, quedando confinada varios días en cama. Extraemos un pasaje revelador de aquella carta:


[«Recuerdo que, durante algún tiempo, el horror que sentí hacia los hombres fue tan grande que era incapaz de mirar a mi madre sin sentir un profundo asco.»]


Se cree que entre Moina Mathers y su esposo existía un acuerdo por el cual se eliminaban las relaciones de la pareja. Sin embargo, cuando ella entraba en un estado de «éxtasis», era capaz de ignorar toda clase de acuerdos, legales o de palabra, volviéndose especialmente solícita con hombres que ni siquiera conocía, aunque siempre resguardaba su sacralidad virginal aún en medio de los raptos más candorosos.

Durante estos raptos Moina Mathers se hacía llamar «Anari», una especie de reencarnación de una sacerdotiza egipcia capaz de invocar el espíritu de Isis. Su voz, anuncian los testigos, cambiaba radicalmente; se volvía profunda y sensual, e incluso su comportamiento sufría una tremenda metamorfosis.

Estos arrebatos fueron tan insistentes que S.L. Mathers decidió convertir sus habitaciones en la rue Mozart en una especie de templo egipcio, donde Moina Mathers podía metamorfosearse a placer en presencia de renombrados miembros de la Golden Down, y en general frente a cualquiera capaz de costear los gastos que exigían semejante representación. A partir de 1898 comenzó a representar «misas egipcias», básicamente espectáculos en donde se teatralizaba las transfiguraciones de Moina Mathers en Anuri y su consecuente despertar de los sentidos.

Según el testimonio de un impresionado periodista llamado Jules Bois, Moina Mathers aparecía vestida con una larga túnica blanca que acentuaba su figura. Llevaba el cabello suelto, adornado con una flor de loto; y bailaba espasmódicamente hasta alcanzar el paroxismo. Entonces sucedía lo imprevisible. Aquella muchacha virginal se convertía en una deidad antiquísima para la que ningún placer estaba velado, y a los que accedía con prolijo entusiasmo.

Tras la muerte de S.L. Mathers en 1918, Moina Mathers se entronizó como líder de la Orden Rosacruciana, sucesora de la Golden Dawn, bajo el título de Imperatrix.

Casi todos sus biógrafos comentan que Moina Mathers conservó rigurosamente su virginidad [y su repugnancia por los hombres], aunque nunca estuvo del todo consciente de que su otra cara, Anuri o Imperatrix, la ofrecía reiteradamente en cada una de sus apariciones.




Misterios. I Ocultismo.


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