El incómodo atributo de Príapo.
Príapo (Πρίαπος) era tanto un antiguo dios de la fertilidad y la cultura agrícola, rústico y taciturno, como el ejemplo de que algunos atributos pueden acarrear incomodidades verdaderamente notables.
Príapo era representado como un hombre de dimensiones viriles descomunales, o bien directamente como un falo erecto carente de sostén orgánico. De este modo garantizaba la fecundidad de los campos y cosechas abundantes. Más aún, su miembro ciclópeo protegía los jardines y huertas de los ladrones, temerosos de la potencia fertilizante del dios.
Fue la poesía, con su carga de ironía y sarcasmo, la que finalmente desoyó los consejos de los sabios, y comenzó a burlarse del pobre Príapo. El dios fue retratado del modo más burlesco y obsceno. Se le atribuyeron escándalos orgiásticos prodigiosos, comisiones lascivas y gestiones pasionales fulminantes. Su modesto sitio como dios de la fertilidad en Asia Menor jamás le proveyó una fama semejante, que pronto se alargó de un modo análogo al de sus atributos.
Los poetas helénicos habían hallado un rígido punto de apoyo, y no iban a soltarlo con facilidad. Príapo compartía tantos rasgos con otras divinidades agrícolas que los órficos, acaso en un perpetuo estado de mística ebriedad, lo identificaron sospechosamente con unos y otros. En Ática, por ejemplo, se lo relacionó con los espíritus de la sensualidad y las licencias amorosas; tal vez porque su imagen ofrecía un margen estrecho para el fino arte de elaborar mitos edificantes.
Su genealogía es dudosa. Se dice que Príapo es hijo de Afrodita y Dionisos. Otros sostienen que cuando el dios viajó a la India, y le fue prolijamente infiel con las extravagantes deidades de oriente, Afrodita se vengó acostándose con el joven Adonis. De esta unión ilegítima nacería Príapo en los valles de Lámpsaco. La escena fue atestiguada por Hera, esposa de Zeus, desde sus salones en el Olimpo. Indignada por el adulterio de Afrodita, condenó a que su hijo, engendrado desde la venganza y la lujuria, debiese sobrellevar el castigo de portar unos genitales exagerados.
Esta desmesura genital le produjo un enorme sobresalto a Pausanias, cuyos ojos no dieron crédito a los atributos que ostentaban las estatuas del dios en la región de Beocia. Acordes a los epítetos redundantes, aquellas estatuas sobrecogedoras estaban marcadas con los nombres Androsaton (Ανδροσαθων), «de genitales masculinos»; e Itífalo (Ιθυφαλλος), «de falo erecto».
Una de las aventuras más comentadas de Príapo es narrada por Ovidio. Según el poeta, el dios se enamoró de la ninfa Lotis, que había bebido demasiado en ocasión de un banquete. Príapo intentó maniobras indignas sobre la muchacha, pero la ninfa, alertada por los burros de Sileno, anfitrión de aquella tertulia, huyó a tiempo para convertirse en lo que hoy conocemos como la flor de loto. A modo de venganza, Príapo asesinó a aquel burro alcahuete, crimen que serviría para explicar los sacrificios de burros efectuados en su honor en distintas ciudades del Helesponto.
Sus reyertas con equinos y cuadrúpedos no terminan aquí. Otro burro lo denunció cuando Príapo ensayaba un abordaje acrobático sobre Hestia, razón que llevó a adornar con flores las cabezas de estos animales en las fiestas en honor a la diosa. Otra leyenda menciona el arduo combate métrico sostenido por Príapo y un burro parlante sobre la longitud y grosor de sus respectivos miembros viriles.
Comprensiblemente, las damas rehuían la compañía de Príapo. Ninguna se atrevió a entregarse a él bajo ningún pretexto. De nada servían las promesas de amor eterno o las sugerencias lascivas de una noche apasionada. Cuando Príapo se acercaba, las mujeres huían.
Pero la verdadera condena de Príapo no estaba en el tamaño desmesurado de sus atributos, sino en su perpetuo estado de erección, que a la luz de los constantes rechazos que recibía de parte de las mujeres debía ser admirable. No importaba su disposición anímica, ni su tristeza o elocuencia. Cualquier detalle de su personalidad quedaba perfectamente aniquilado por las evidencias de una excitación que no sentía, ni buscaba suavizar. Príapo pudo ser un gran pensador, un filósofo agudo, un estratega astuto, un guerrero osado; pero nada de esto era relevante. Cualquier cualidad de su personalidad resultaba secundaria ante los ojos de los demás.
Acorde al pensamiento helénico, hecho de delicados equilibrios, un atributo excesivo es una condena, y Príapo fue, seguramente, el condenado más grande de la Grecia Antigua.
Mitología. I Mitos griegos.
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Gracias por explicar algunos mitos griego.
ResponderEliminarSoy estudiante de arqueologia y me inclino por la grecia antigua. Así que todo lo que sean lso mitos griegos me encantan.