«Berenice»: Edgar Allan Poe [sin censura]


«Berenice»: Edgar Allan Poe [sin censura]




La censura no tiene una proyección retrospectiva, se arroja hacia el futuro y tiñe una obra literaria, o cualquier otro objeto artístico, hasta que el destino o la buena fortuna de los editores hagan lo propio para restaurarla a sus formas originales. ¿Pero qué sucede cuando la censura opera su maniobra más siniestra, es decir, obligando al autor a mutilar su propia obra?

Algo de esto sucedió en uno de los cuentos de terror más famosos de todos los tiempos.

Berenice (Berenice) es un relato de terror del escritor norteamericano Edgar Allan Poe (1809-1849), publicado en la edición del 15 de marzo de 1835 de la revista Southern Literary Messenger, y luego reeditado en dos antologías: Cuentos de lo grotesco y lo arabesco (Tales of the Grotesque and Arabesque, 1840) y Las obras del difunto Edgar Allan Poe (The Works of the Late Edgar Allan Poe, 1850). Muchos lectores de la época se sintieron impresionados, y hasta indignados, por la violencia sugerida en el cuento. Docenas de cartas ofuscadas llegaron a la redacción del director de aquel periódico, Thomas W. Whaite, quien se vio obligado a emitir una nueva versión de Berenice en 1840, según él, más «suavizada».

Sin dudas Berenice es uno de los relatos más explícitos de Edgar Allan Poe, aunque éste hizo todo por evitarlo. Por ejemplo, ya en la versión original, es decir, en la que no fue censurada, E.A. Poe cortó algunos párrafos que detallaban como el personaje principal le arranca los dientes a su esposa aún viva, haciendo que sea el lector quien deduzca este hecho aberrante (ver: E.A. Poe y la Locura como sublime forma de la inteligencia)

La pobre y desdentada Berenice se ajusta perfectamente a los propósitos estéticos de Edgar Allan Poe. Es mujer, es hermosa, y acabará por morir horriblemente (ver: Ligeia y Lady Rowena: dos arquetipos femeninos en la obra de Edgar Allan Poe) Tal es el destino de casi todas sus protagonistas femeninas. La enfermedad juega aquí un papel preponderante. Cuando la mujer bella cae enferma deja de ser un objeto de placer y admiración para convertirse en un objeto de estudio y análisis. Con esto E.A. Poe logra dos objetivos, en primer lugar, deshumanizar a Berenice, lo cual le permite aplicar sobre ella toda clase de torturas sin perjuicio de la ética humanista (ver: El cuerpo de la mujer en el horror)

Ahora bien, la segunda edición de , de 1840, suprimió cuatro párrafos completos del original. Incluso uno de los más grandes defensores de la memoria y el legado de Edgar Allan Poe, el poeta maldito Charles Baudelaire, evitó aquellos párrafos censurados de Berenice en su traducción al francés.

Para el mejor traductor de E.A. Poe a la lengua española, el escritor argentino Julio Cortázar, estos párrafos perdidos mejoran sensiblemente el cuento, al menos estéticamente, ya que al dejarlos de lado se pierde un matiz especialmente aterrador en el desarrollo de la locura y la obsesión del protagonista: Berenice aún está viva al momento de ser enterrada (ver: «In Articulo Mortis»: Poe, Lovecraft y algunas opciones para retrasar la muerte)

Efectivamente, en la versión original Egaeus visita a Berenice antes de su entierro. Allí nos enteramos de que está viva, moviendo los dedos y sonriendo de forma premonitoria...

Fuese o no una decisión estética eficaz, Edgar Allan Poe no estaba para nada de acuerdo con las denuncias de sus lectores, y menos todavía con su versión censurada de Berenice, aunque tampoco no estaba en posición de objetar la decisión de su editor. Un mes después de la aparición de Berenice le escribió a Thomas W. Whaite aclarándole que el problema no se remitía a un asunto sobre el buen gusto, sino a los valores propios de una obra.

A continuación les dejamos aquellos cuatro párrafos censurados de Berenice



***

...Tenía el corazón oprimido y lleno de pesar y, aunque reticente, me dirigí al dormitorio de la muerta. La cámara era amplia y oscura, y a cada paso en el interior de su sombrío recinto tropezaba con los ornatos funerarios. El ataúd, por lo que un criado me indicó, se encontraba rodeado por los cortinajes de la cama y, en ese ataúd, me susurró, se hallaba todo lo que quedaba de Berenice. ¿Quién fue el que me sugirió entonces que me acercase a mirar el cadáver? No había visto moverse los labios de nadie, sin embargo, la petición había sido formulada, y el eco de las sílabas todavía vibraba en el aire. Era imposible negarlo, y con una sensación de sofoco me arrastré junto a la cama. Suavemente retiré a un lado los sombríos cortinajes.

Al dejarlos caer, rodearon mis hombros, alejándome del mundo de los vivos y dejándome en estrecha comunión con el cadáver.

La atmósfera misma estaba impregnada de muerte. El olor peculiar del ataúd me puso enfermo; y me imaginé que el cuerpo ya exhalaba una emanación nefasta. Habría dado un mundo por escapar, por huir de la influencia perniciosa de la muerte, por respirar otra vez el aire puro de los cielos eternos. Pero carecía del poder de moverme, mis rodillas se tambaleaban, y permanecí petrificado allí mismo, mirando en toda su espantosa longitud el cuerpo rígido, atrapado en el negro sarcófago destapado.

¡Dios del cielo! ¿Es posible? ¿Es mi cerebro que flaquea, o era de verdad un dedo del cadáver amortajado retorciéndose bajo la venda encerada que lo envolvía? Helado de indecible pavor, levanté poco a poco los ojos, fijándolos en el semblante del cadáver. Una cinta le sujetaba las mandíbulas, pero, no sé cómo, se había desprendido. Los labios lívidos se retorcían en una especie de sonrisa y, a través de la agobiante penumbra, otra vez fulminó mi mirada, irresistiblemente, el brillo blanco y espantoso de los dientes de Berenice. Salté convulsivamente de la cama y, sin pronunciar palabra, hui como un maníaco de aquel reducto de horror, misterio y muerte.

Edgar Allan Poe (1809-1849)




Relatos de E.A. Poe. I Relatos de vampiros.


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El análisis y resumen del cuento de Edgar Allan Poe: Berenice (Berenice) fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

10 comentarios:

Unknown dijo...
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Soteria90 dijo...

Wow.
Increible lo que la censura hizo en algunos libros.
Hoy en día se leen escenas mas macabras que esta y nosotros no nos inmutamos, pero imagino que para la epoca esto hacia que la gentye se imprecionara.
Hoy en dia en las traducciones de Poe aun se conservan las censuras o por ejemplo este fragmento aparece ya en las traducciones?

Sebastian Beringheli dijo...

En las mejores traducciones se han incluido las partes censuradas, Soteria, pero no en todas. En este sentido siempre recomiendo las traducciones de Cortázar, que son las mejores y más completas. Saludos!

Soteria90 dijo...

Ok muchas gracias. Va bien tener estas referencias para cuando uno quiera leerlas.

Petite Pink dijo...

Soy seguidora del Espejo Gotico desde hace mucho tiempo, y es la primera vez que me animo a hacer un comentario, esta vez es para agradecer esta maravillosa publicación.

Recientemente leí Berenice de una colección de cuentos que tengo sobre E. A. Poe, y lastimosamente no contiene estos fragmentos.
Gracias por permitirme conocer los párrafos faltantes de este cuento.
Saludos desde Colombia!

Sebastian Beringheli dijo...

Me alegra que el artículo haya servido para profundizar en este gran cuento de Poe. Fuerte abrazo, Seidou!

Anónimo dijo...

La primera vez que leí este cuento me causo un placer infinito lo devore de principio a fin y se incluía esta parte censurada, creo que era de la editorial Bruguera, luego leí las traducciones de sus cuentos completos por Cortazar y me di cuenta que no se incluía las partes censuradas, es una pena que las nuevas ediciones de sus cuentos con la traducción de Cortazar no se incluya estos párrafos, no se si sera cosa de las editoriales....

joaninha dijo...

Hola, ¿tienes idea de cómo podría conseguir una edición original de cualquiera de los libros de Edgar Allan Poe?... o dónde buscar.
Gracias!!

Laura dijo...

¡Gracias!!

Unknown dijo...

Cortazar tampoco incluye los párrafos censurados y es una pena porque con ellos la historia tiene mas sentido.



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